Un concierto inolvidable que no pudo ser Redondo

La violencia de algunos empañó el retorno de los "ricoteros".Los incidentes generaron un clima de incertidumbre en el estadio.El "Indio" Solari dijo que es posible que sea uno de los últimos recitales.

Buenos Aires (Infosic).- Finalmente Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota volvieron a tocar el viernes en vivo en la Capital Federal, tras seis largos años de ausencia, en un megaconcierto que reunió a más de 60 mil «ricoteros» en el estadio de Ríver Plate, pero pese a los casi dos mil efectivos del impresionante operativo de seguridad montado se produjeron incidentes que empañaron la fiesta.

Estaba todo previsto, todo calculado: la intención era demostrar que con una buena organización los Redondos podían reunir y hacer delirar a miles de seguidores tras los fracasos producidos durante «el exilio interno» de los últimos años.

Por lo tanto y por primera vez la banda liderada por «El Indio» Solari dejó en manos de terceros la organización previa del espectáculo. Fue Daniel Grinbank y su empresa -dueña de los derechos del estadio de Ríver- quienes se abocaron a la tarea de hacer realidad el sueño ricotero de juntar a más de 100 mil fans en dos jornadas.

Al llegar al barrio de Núñez parecía que el estadio iba a ser el escenario de la recordada «Batalla de Ríver» del Eternauta de Oesterheld. Murallas de madera -semejantes a las defensas de un fuerte- cercaban la zona desde cinco cuadras antes de llegar, custodiadas por decenas de policías pertrechados para la batalla.

Una vez en el interior de la cancha, el clima de fiesta de los «ricoteros» parecía hacer creer que la noche sería invencible, que nada lastimaría la fiesta soñada.

Un buen augurio

Así fue como a las 8 de la no-che en punto más de 60 mil personas hicieron vibrar por primera vez el suelo de Núñez, al grito de «…que salga El Indio». Y «El Indio» no se hizo esperar, diez minutos más tarde se apagaron las luces y empezó la fiesta.

Con los primeros acordes de «El Pibe de los Astilleros», como es habitual, los Redondos iniciaron a toda máquina el más importante y esperado concierto de sus más de 20 años de trayectoria.

Con un sonido regular y sesenta mil gargantas de coro, le siguieron «El angel de la Soledad» y otros temas de su novena placa «Ultimo bondi a Finisterre», que por su registro aplacaron tan sólo un poco la furia inicial.

La primera parte del concierto culminó a toda máquina con «Tarea Fina» y «Queso Ruso», tras lo cual y transcurridos los primeros cuarenta minutos de recital se tomaron el primer descanso, y el único programado de la noche hasta ese momento.

Quince minutos más tarde volvieron con «Mi perro Dinamita» y «Preso en mi ciudad», en un breve set que se interrumpió al sexto tema, – «El árbol del Gran Bonete»- cuando un remolino en el césped que derivó en una corrida paralela al escenario desde la platea San Martín hacia la Belgrano marcó un antes y un después de la noche.

Los músicos abandonaron el escenario, se prendieron las luces y entraron los encargados de seguridad, quienes retiraron presurosos a una de las víctimas de la batalla con el rostro ensangrentado.

«Que boludos que son…, no parecen redondos la p… madre que los p…» se encargaban de reprochar a modo de súplica desde los cuatro costados el resto de los presentes, que temían las consecuencias que el incidente provocaría.

Al parecer y según el coincidente relato de organizadores y testigos del hecho, dentro del campo había más de una persona que a punta de navaja buscaba hacerse paso entre la multitud que colmaba el césped como pocas veces se vio.

Fue precisamente uno de ellos, que tenía un cuchillo de cocina, quien sufrió la golpiza que provocó la interrupción del concierto. El presunto agresor fue rodeado por una veintena de jóvenes que lo corrieron y lo golpearon hasta dejarlo tendido en el piso con el cuchillo en su mano.

Pasaron más de veinte minutos, había regresado la calma y cuando la incertidumbre sobre el futuro del recital acechaba volvió «El Indio» Solari, tomó el micrófono y descargó toda su impotencia.

«Un de las últimas noches»

«Pasó algo muy grave», dijo, «por un par de hijos de puta, han cagado el esfuerzo de la banda por volver a tocar, y el de más de 70 mil personas», para luego anunciar lo que todos temían, pero se resistían a aceptar: «Consideren ésta como una de las últimas noches».

La banda volvió a sonar, – «por respeto», dijo- pero nada sería igual. Las luces quedaron encendidas -a pedido de la seguridad- y el clima de fiesta ricotera quedó dañado.

Solari confesó que ya no estaba con ánimo. Y se notó tanto que luego de tres canciones y la emotiva dedicatoria de «Juguetes perdidos» para Walter Bulacio -«un Redondo que está más allá de la platea alta»-, el Indio abandonó de nuevo el escenario antes de los últimos acordes, y el resto de la banda lo siguió.

Seguramente el ámbito del estadio iluminado ya no motivaban a Solari y sus Redondos, por lo que la discusión sobre la continuidad del concierto o el retorno a la oscuridad para concretar el set final llevó más de treinta minutos.

Como en el Colón

Ese fue el tiempo en el que los más de 60 mil fans se transformaron en cuasi espectadores del Colón, ya que la tranquilidad y el silencio escondían en realidad la incertidumbre sobre qué ocurriría. La mayoría se resistía a creer que la noche soñada terminaría de esa manera.

Por suerte no fue así. Las luces se volvieron a apagar -el césped quedó iluminado con la tenue luz de las parrillas del escenario- y la banda volvió a tocar.

La furia con la que Los Redondos arremetieron con «Nueva Roma», «Motorsico» y «Nadie va escuchar tu remera» daba la sensación de que ellos intuían que se trataba de una de las últimas veces, y la multitud no se quedó atrás. El cemento volvió a vibrar.

Después sí se fueron, pero só-lo para regresar a los pocos minutos con el final de «Ji Ji Ji», y si bien la fiesta tuvo varios cambios de clima a raíz de las interrupciones no deseadas, terminó a toda máquina en un desahogo multitudinario que unió a músicos y fans como pocas veces en un estadio.

La desconcentración fue lenta y prolija, sin inconvenientes. A la salida la gente sentía aún la euforia que provocó el final, pero con el amargo sabor en la garganta de que algo se había roto y que hacía prever aquello a lo que todos se resistían a pensar.


Buenos Aires (Infosic).- Finalmente Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota volvieron a tocar el viernes en vivo en la Capital Federal, tras seis largos años de ausencia, en un megaconcierto que reunió a más de 60 mil "ricoteros" en el estadio de Ríver Plate, pero pese a los casi dos mil efectivos del impresionante operativo de seguridad montado se produjeron incidentes que empañaron la fiesta.

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