Una carnicería, con torturas propias de la Edad Media

ESTAMBUL.- Los revolucionarios sirios deben tener cuidado para que su “revolución de la dignidad” no acabe convertida en una rabiosa carnicería en la que no haya vencedores, sino sólo criminales de guerra. En ninguna parte existe una guerra en la que los soldados no abusen de los civiles y los rebeldes no maten a prisioneros, pero el escenario sirio es uno de los más atroces que ha visto el mundo árabe en los últimos años. Hay grabaciones de video que muestran cómo efectivos de las tropas del gobierno amputan el pene a un hombre y después torturan al agonizante con un palo en la boca. Los médicos han fotografiado a víctimas de torturas a quienes les faltan dientes o dedos. Y activistas defensores de los derechos humanos disponen de fotografías de presos a quienes las milicias fieles al gobierno acuchillan o dan patadas hasta que alaban al presidente Bashar al Assad. Potros u otros instrumentos de tortura hallados en los centros de interrogatorio de los servicios secretos recuerdan al equipamiento que había en un calabozo medieval. Un extrabajador de la televisión Al Dunia, cercano al régimen, contó que conoció a un comandante, que ya es señalado como torturador en varios informes de la organización Human Rights Watch, que quemaba a opositores en un horno. En Siria hasta los niños saben cómo funciona la “tortura fantasma” con la que los presos son colgados con esposas durante horas del techo. Sin embargo pocos saben en el país lo que son los crímenes de guerra. Los cuestionables métodos educativos en algunas familias sirias muestran lo profundamente que está arraigada la tortura en la sociedad del país. “Cuando mi hermano menor y yo volcamos la nevera una vez jugando, mi padre nos envolvió los dedos con alambre y nos amenazó con conectar el alambre en un enchufe”, recuerda un joven intelectual de Damasco. También el comandante rebelde Jalid Al Hamd de Homs intenta justificar así sus atrocidades. Cuando la semana pasada cayó sobre él una ola de indignación por haber filmado cómo sacaba el corazón y el hígado de un soldado y hacía que mordía el primero, respondió hablando de las grabaciones de abusos y torturas que vio en los teléfonos móviles de tropas del gobierno. (DPA)


ESTAMBUL.- Los revolucionarios sirios deben tener cuidado para que su “revolución de la dignidad” no acabe convertida en una rabiosa carnicería en la que no haya vencedores, sino sólo criminales de guerra. En ninguna parte existe una guerra en la que los soldados no abusen de los civiles y los rebeldes no maten a prisioneros, pero el escenario sirio es uno de los más atroces que ha visto el mundo árabe en los últimos años. Hay grabaciones de video que muestran cómo efectivos de las tropas del gobierno amputan el pene a un hombre y después torturan al agonizante con un palo en la boca. Los médicos han fotografiado a víctimas de torturas a quienes les faltan dientes o dedos. Y activistas defensores de los derechos humanos disponen de fotografías de presos a quienes las milicias fieles al gobierno acuchillan o dan patadas hasta que alaban al presidente Bashar al Assad. Potros u otros instrumentos de tortura hallados en los centros de interrogatorio de los servicios secretos recuerdan al equipamiento que había en un calabozo medieval. Un extrabajador de la televisión Al Dunia, cercano al régimen, contó que conoció a un comandante, que ya es señalado como torturador en varios informes de la organización Human Rights Watch, que quemaba a opositores en un horno. En Siria hasta los niños saben cómo funciona la “tortura fantasma” con la que los presos son colgados con esposas durante horas del techo. Sin embargo pocos saben en el país lo que son los crímenes de guerra. Los cuestionables métodos educativos en algunas familias sirias muestran lo profundamente que está arraigada la tortura en la sociedad del país. “Cuando mi hermano menor y yo volcamos la nevera una vez jugando, mi padre nos envolvió los dedos con alambre y nos amenazó con conectar el alambre en un enchufe”, recuerda un joven intelectual de Damasco. También el comandante rebelde Jalid Al Hamd de Homs intenta justificar así sus atrocidades. Cuando la semana pasada cayó sobre él una ola de indignación por haber filmado cómo sacaba el corazón y el hígado de un soldado y hacía que mordía el primero, respondió hablando de las grabaciones de abusos y torturas que vio en los teléfonos móviles de tropas del gobierno. (DPA)

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