Una “invasión” a la capital para defender los derechos indígenas

Valeria Pacheco

Miles de indígenas brasileños instalaron desde el miércoles hasta hoy en Brasilia su tradicional “Campamento Tierra Libre”, enfocado este año en la denuncia de la expansión de las actividades mineras y agropecuarias favorecidas por el presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro.

La expectativa es congregar unos 4.000 indígenas en la capital durante tres días. A pesar de la tensión política y la presencia de decenas de patrullas y efectivos de seguridad alrededor del campamento, los manifestantes iniciaron sus actividades bailando y cantando para pedir fuerza e invocar protección.

“Nuestras tierras son sagradas. No a la minería en tierras indígenas”, proclamaba una pancarta instalada frente al edificio del Congreso.

“Nuestros derechos no se negocian”, se leía en otro cartel.

Las tiendas empezaron a instalarse durante la madrugada en la Explanada de los Ministerios, pero a media mañana los organizadores y la policía acordaron retrocederlas unas cuadras.

“Nuestras tierras son sagradas. No a la minería en tierras indígenas”,

proclamaba una pancarta instalada frente al edificio del Congreso.

“Vinimos aquí por una causa importante. Fue muy difícil para nosotros y nuestros antepasados conquistar estos derechos y poco a poco están disminuyendo. Vinimos a pedir más respeto”, dijo Camila Silveiro, de 22 años, una estudiante de secundaria de la etnia Kaingang, en el estado de Paraná (sur).

El gobierno se ha manifestado en varias ocasiones contra nuevas demarcaciones de tierras indígenas y a favor de la expansión de actividades económicas cuestionadas por los pueblos originarios y por los defensores del medio ambiente en la Amazonía y otros biomas.

Ni bien asumió el 1 de enero, Bolsonaro despojó a la Fundación Nacional del Indio (Funai) de sus atribuciones de demarcar tierras indígenas y otorgar licencias ambientales, dejando esas tareas en manos del Ministerio de Agricultura dirigido por Tereza Cristina da Costa, exlíder de la bancada del agronegocio en la Cámara.

“Tenemos la mayor riqueza del mundo, que es nuestra floresta, nuestro río (…). El día en que se acabe la población indígena y se derribe el último árbol, se acabará el país. Y no solo nuestro pueblo, también se acabará el mundo”, dijo por la tarde en una rueda de prensa en una tienda el cacique guaraní Dará.

“Desde el 1 de enero, el gobierno atacó a los indígenas en todos sus derechos, uno de ellos la educación”, dijo Luana Kumaruara, de 33 años, nativa de Pará (norte), que cursa una maestría en Antropología.

Bolsonaro cuestionó la semana pasada este campamento.

“Va a ocurrir un encuentro grande de indígenas, la próxima semana. Se prevé 10.000 indígenas aquí en Brasilia. ¿Y quién va a pagar la cuenta de los 10.000 indígenas que vienen? ¡Usted!”, dijo el presidente en Facebook.

Esa afirmación fue rebatida de inmediato por la Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil (APIB), responsable del evento, que aseguró que la iniciativa es financiada con campañas propias de colecta de fondos.

“Vamos a resistir, porque llevamos cinco siglos aquí, y ya tenemos experiencia en resistir”, declaró Sonia Guajajara, coordinadora ejecutiva de la APIB.

Según cifras oficiales, unos 800.000 indígenas de 305 etnias viven en Brasil, un país de 209 millones de habitantes.

La Constitución brasileña determina que esos pueblos tienen el derecho al usufructo exclusivo sobre las tierras que ocupan, pero la demarcación se ve amenazada por la tala ilegal, la expansión de la ganadería y el avance de la frontera agrícola. (AFP)


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