¿Voto o no voto?

Por Alicia Miller amiller@rionegro.com.ar

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La elección de diputados y senadores nacionales nunca ha sido un tema atractivo para el electorado, más dispuesto a entusiasmarse a la hora de elegir intendente, gobernador o presidente.

Pero esta campaña electoral quedará en la memoria de muchos como la menos atractiva aun para los propios candidatos.

¿Quién, con la crisis económica y financiera que agobia al país, puede pensar en autoimpulsarse como legislador nacional prometiendo nada a gente que tiene cosas muy urgentes de su vida cotidiana que solucionar?

¿Quién, con la conmoción mundial producida por la ola de atentados de este martes en Nueva York y Washington puede vencer la sensación de vulnerabilidad e inmediatez que estos crímenes masivos han generado en gente de todas latitudes sin distinción de clases sociales ni de ideas políticas?

Vivir el presente significa un shock ineludible.

No se vive hoy impunemente, sin llevar una huella de amargura por lo que la propia humanidad está atravesando. Y no es pesimismo, claro, ya que la historia también está plagada de crímenes masivos, de hambrunas y destrucciones como para espantar al más centrado.

Puede ser que el actual no sea el peor momento de la humanidad. Pero lo cierto es que la coexistencia de una crisis económica global y de la inminencia de lo que se preanuncia como una ola de violencia impiadosa, deja poco espacio para cuestiones que hasta hace un tiempo llenaban de entusiasmo a sectores, en la realidad próxima.

Es que los entusiasmos surgen de la existencia misma de opción. Durante años, el enfrentamiento entre peronistas y radicales, entre Boca y Ríver, izquierdistas y capitalistas, y cosas así, ha logrado generar una energía que hoy se extraña, ya que la incertidumbre global iguala, empequeñece y desactiva.

En ese marco, los candidatos de los distintos partidos políticos recorren la provincia de Río Negro buscando convencer a los votantes de que les den su voto en cantidad suficiente como para colocarlos en una banca en el Congreso de la Nación. Nada sencillo.

Una señal de la dificultad que enfrenta la dirigencia política es que, en Roca -la ciudad más «veranista» de la provincia- el radicalismo está teniendo problemas para reclutar entre sus militantes a fiscales de mesa en número suficientes como para garantizar la transparencia en los comicios de octubre.

Pero tal vez el síntoma más concreto del clima político que se vive sea la inédita dimensión que ha alcanzado el movimiento que impulsa el voto en blanco y el voto nulo.

Coherente con estos tiempos, no es nada casual que ese movimiento se esté conformando y retroalimentando a través de la Internet, la vía informal de comunicaciones más individualista y a la vez totalizadora del planeta. Cada persona, sola, frente a su pantalla, cobra dimensión de multitudes al conectarse y hacerse partícipe de una red.

Molestas cuando se trata de temas ajenos, las redes cívicas son no obstante un instrumento que los dirigentes políticos aún no saben cómo neutralizar. Son inmunes a los actos y a la propaganda oficial; las nutre el humor ácido y la desconfianza; y se actualizan minuto a minuto.

A grandes rasgos, estas redes reúnen a sectores críticos, urbanos, instruidos, de recursos medios y altos. Pueden no ser una proporción representativa de la población en términos generales. Pero sin duda representan una señal de hartazgo que los candidatos y el resto de los dirigentes difícilmente puedan eludir en sus análisis.

Lo curioso es que ese sector instruido y crítico de la situación no parece encontrar por el momento vías positivas de participación para modificar una realidad política que busca cambiar.

Más allá de las virtudes «ornamentales» del voto en blanco o del voto ridículo destinado a ser anulado, ambos recursos tienen resultado nulo en cuanto a modificar la realidad. De hecho, no cambian a la dirigencia «gastada» porque no colocan en su lugar a otras personas que, a juicio de esos grupos, serían más aptas para ejercer la representación de los ciudadanos.

Llevando las cosas a su extremo, podría decirse que esas posturas son «abstencionistas» en cuanto eliminan de los votos positivos a un sector importante y, por ser crítico, precisamente aquel segmento capaz de diferenciarse del «voto cautivo» clásico.

Quienes impulsan el voto en blanco o nulo aseguran que en el menú de opciones no hay quien los conforme. Pero, aun cuando estén en lo cierto, no habrá forma de solucionar ese problema si no es integrándose a los partidos políticos a través de la militancia activa o, al menos, exigiendo la participación en la definición de los candidatos a través de internas abiertas, ya que -por el momento- este sistema, por acotado e imperfecto que muestre ser, es el único que la Constitución prevé para la designación de las autoridades políticas del Estado.

Trapitos al sol

La vinculación de amistad del gobernador Pablo Verani con la empresa Rocafé no resultaba novedosa para los rionegrinos medianamente informados. Pero sí lo fue conocer la red que vincula a la firma roquense con el «elefante blanco» de Alpat, su propiedad en manos de una compañía inhallable o saber que su presidente es en realidad una persona que sólo presta su firma y que no podrá responder civilmente a nada que se le reclame.

La «buena fe», base de toda actividad comercial, está en cuestión, y nada menos que en una empresa vinculada con el Estado.

Hasta el momento, la DGI ha actuado iniciando una inspección para verificar la posible evasión de impuestos nacionales. El Estado provincial, hasta el momento, no la ha imitado. Y la reciente resolución del fiscal de Investigaciones Administrativas que negó que haya sido irregular que un contratista del Estado le haya plantado la chacra particular al gobernador Verani, hace pensar en que ese organismo nada hará para llevar transparencia a este tema. ¿Qué podría esperarse de un funcionario designado a propuesta del Poder Ejecutivo al que debe controlar?


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