La cerámica que lleva sello familiar y barilochense

La empresa de los Razza lleva 69 años creando vajilla y adornos que se han convertido en clásicos. Decoradas a mano, con paciencia y delicadeza, cada pieza es una muestra de la dedicación que las tres generaciones le han puesto a este emprendimiento.

Con delicadeza, Adela toma el pincel y, apoyando una mano sobre la otra para lograr un trazo firme, comienza a pincelar una pieza de cerámica. Esta artesana no sigue ningún modelo. La imagen del dibujo está en su cabeza.

Adelante y detrás de ella, en otras mesas, Irene y Mónica colorean la clásica “mosqueta amarilla” y el modelo de “las espigas” en otras piezas.

De tanto en tanto los pinceles se hacen a un lado, aunque sólo por unos pocos minutos, y las mujeres sacuden los brazos y se levantan para estirarse un poco.

“Es un trabajo artesanal. Cuando hacemos algún tour por el taller, siempre nos preguntan cuánto tardamos en hacer una pieza. Lo cierto es que cada empleada tiene una forma de decorar con mucha personalidad. Cada una tiene un ritmo propio. Por eso decimos que cada producto tiene un valor artístico”, detalla Pablo Razza.

Con 69 años cumplidos, Cerámica Bariloche se ha posicionado como una de las empresas barilochenses más antiguas de la ciudad. Este emprendimiento familiar fabrica y comercializa vajilla y objetos de adorno de cerámica decorados a mano con una gran variedad de motivos e intensos colores.

“Cuando descubrí la arcilla con la que mi padre fabricaba las estufas tirolesas, empezamos a jugar en familia como un hobby y así se fue despertando mi interés. Me enamoré de la cerámica y empezamos a modelar. No éramos ceramistas. Pero empezaron a venir amigos interesados en lo que hacíamos y, luego, amigos de amigos, y cuando llegó la cuarta generación de amigos le pusimos precio”, relata Luis Razza, de 76 años.

Su padre, un inmigrante italiano que murió a los 107 años allá por el 2007, creó Cerámica Bariloche. Luis lo acompañó desde un primer momento.

Muchas décadas después también se sumaría su hijo, Pablo, diseñador industrial egresado de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Al día de hoy, las tres generaciones han logrado mantener vivo aquel sueño que nació en 1948.

En ese momento, la familia adquirió el edificio donde actualmente continúa funcionando el taller en la esquina de 9 de Julio y Anasagasti. Menciona Luis que, en ese entonces, “casi nadie vivía en el barrio y la calle, que tenía un metro menos de altura de lo que tiene ahora, solía convertirse en una laguna”.

“Mi padre siempre me decía: ‘Todo esto es culpa tuya, por tu pasión por modelar’. Yo no me daba cuenta del aporte que había hecho”, recuerda.

Hoy sus dueños no dudan en calificar la fábrica de cerámica como “la más prestigiosa de Argentina”.

Trabajan principalmente a pedido y casi nunca hay stock. “El público genera la demanda y nos guía” es el lema.

“Con un bajo volumen de producción no se alcanzan a cubrir los costos y esto se traslada a los precios. Pero la gente no dice que es caro; entiende que lo vale y busca la marca”, explica Pablo.

Con la incorporación de este diseñador industrial siete años atrás, la cerámica conservó su línea clásica mayólica y de porcelana roja pero dio un giro inesperado con la “línea en gres porcelánico”.

“Es un producto paralelo al tradicional pensado para un consumidor más masivo. La temperatura le da la dureza al material. Es un producto semiindustrial, menos artesanal y menos decorado, que es lo que encarece el producto”, detalla Pablo, de 49 años, su impulsor.

Su padre, Luis, asegura orgulloso que la incorporación de Pablo en la empresa “fue el verdadero éxito de su vida”.

Un paseo por la fábrica

Un tour de 30 a 45 minutos permite recorrer el taller de Cerámica Bariloche, ubicado en la esquina de Anasagasti y 9 de Julio, en el barrio Lera.

A través de un video, se recorre la historia de la empresa y se detalla el proceso de fabricación de los productos.

También se puede recorrer un pequeño museo de piezas de cerámica originales.

Los maestros ceramistas deleitan a los visitantes con la decoración de cada una de las piezas a mano.

“Cuando descubrí la arcilla con la que mi padre fabricaba las estufas tirolesas, empezamos a jugar en familia, como un hobby”.

Luis Razza, de 76 años, hijo del fundador de Cerámica Bariloche.

“Cada empleada tiene una forma de decorar con mucha personalidad. Por eso decimos que cada producto tiene un valor artístico”.

Pablo Razza, nieto del fundador, diseñador industrial.

En cifras

En 1948 comenzaron a modelar vajilla y adornos de cerámica. Desde entonces fabrican piezas únicas, decoradas a mano alzada.

Desde Triestre

a la Patagonia

Luis Razza llegó a Buenos Aires desde Trieste, Italia, cuando sólo tenía trece años. Al visitar Bariloche como turista, comenzó a soñar con la posibilidad de radicarse en la ciudad patagónica. “Capraro lo había contactado para hacer una usina pero en ese ínterin se mató y se frustró la idea de venir a la ciudad, que terminó concretándose años más tarde”, recuerda su hijo. En un inicio, Razza comenzó a trabajar en una empresa constructora, pero cuando vio la posibilidad de independizarse y apoyarse en la actividad turística le gustó. Era un artista nato”, expresa Luis.

Las tazas que llegaron a un desayuno presidencial

Fue uno de esos momentos que marcaron la historia de la empresa. Pablo Razza relata que, años atrás, le causó a su familia tremenda sorpresa ver una foto del expresidente chileno Sebastián Piñera en un diario trasandino. “Era su primer día como presidente de Chile y estaba desayunando con una de nuestras tazas”, recuerda.

Los dueños de Cerámica Bariloche coinciden en que tiempo atrás sus productos se vendían principalmente en las temporadas altas a los visitantes provenientes del extranjero. Pero este turismo cayó estrepitosamente en los últimos años.

Sin embargo, nuestros productos nunca dejaron de venderse porque los hábitos de la gente cambiaron.

En la actualidad, estas artesanías tientan a los turistas de Buenos Aires pero especialmente a los barilochenses de mayor poder adquisitivo, que entienden que se trata de un producto “bien representativo de la ciudad”, explican.

“Logramos cortar la estacionalidad y le dimos valor a la trayectoria. Nuestros clientes de toda la vida se pasan las piezas de generación en generación. Han venido abuelos, padres, hijos y ahora los nietos”, especifica Pablo.

Luis, por su parte, califica como “emocionante escuchar a gente que convivió veinte años con un juego de té que era de sus padres, sin conocer su origen. De repente un día pasan por nuestro local y se percatan al ver nuestros productos”.

Luis Razza, un inmigrante italiano que murió a los 107, creó la empresa en 1948. Su hijo lo acompañó desde un primer momento.

En los últimos años sumó la línea en gres porcelánico, un producto semiindustrial, menos artesanal y más económico.

Nuevas líneas

Llegó a tener cincuenta empleados. Hoy, en cambio, son apenas diez porque, explican, “el ritmo de trabajo es otro”.

Cambios

Datos

“Cuando descubrí la arcilla con la que mi padre fabricaba las estufas tirolesas, empezamos a jugar en familia, como un hobby”.
“Cada empleada tiene una forma de decorar con mucha personalidad. Por eso decimos que cada producto tiene un valor artístico”.
3.500
piezas se han diseñado en el taller y casi nunca hay stock, porque se trabaja principalmente a pedido.
70 años
cumplirá Cerámica Bariloche el 3 de marzo de 2018. Es una de las empresas más antiguas de la ciudad.
En 1948 comenzaron a modelar vajilla y adornos de cerámica. Desde entonces fabrican piezas únicas, decoradas a mano alzada.
Luis Razza, un inmigrante italiano que murió a los 107, creó la empresa en 1948. Su hijo lo acompañó desde un primer momento.

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