“El odio, la ira y la desesperanza provocan enfermedades”

El psiquiatra afirma que emociones como la indignación, el remordimiento y el dolor psíquico o anímico son las que con mayor frecuencia generan afecciones psicosomáticas. “Debemos librarnos de ellas para que no nos perjudiquen”, dice.

Entrevista: Arturo Agüero, autor de “Emociones que enferman”

Juan Ignacio Pereyra

pereyrajuanignacio@gmail.com

–¿Qué lo llevó a publicar “Emociones que enferman”?

–En estos tiempos en los que son cada vez más corrientes las grandes tensiones, las exigencias desmedidas, las demandas excesivas, los ataques y agresiones, las frustraciones intensas, junto a los abandonos y pérdidas, mi intención fue plantear con rigor científico cómo estas situaciones actúan como agentes, desenca- denando enfermedades.

–¿Qué sucede con estos agentes?

–No son piedras ni cuchillos, ni balas, pero tienen el poder de dañar de igual manera que lo hace un arma. De igual forma que ciertos elementos físicos como bacterias, hongos o virus, estas entidades que podríamos llamar psicológicas se convierten en verdaderos agentes patógenos. El libro muestra todo el proceso de cómo se produce y se gesta la enfermedad que denominamos psicosomática. Pero también existen otras enfermedades que, no siendo psicosomáticas, tienen en su origen una alta carga emocional.

–¿Cómo es eso?

–Es el caso de las enfermedades autoinmunes, en las que se escribe una historia en la cual estos agentes (las exigencias desmedidas o las agresiones) tienen en su producción un papel importantísimo. Seguramente el origen del ser humano fue la emoción, que es la fuente de toda vida y todo conocimiento. La emoción de vivir, de enfrentar la supervivencia, la hostilidad de los elementos y la muerte.

–¿Qué trata de demostrar con este libro?

–Autoinmunidad significa gran compromiso emocional y quiere decir que el organismo se ataca a sí mismo. Vale decir: ¡autodestrucción! Y yo trato de mostrar este proceso interno.

–El libro menciona que existe un grupo de “condiciones” que corresponden al accionar diario y constante de las personas, ¿a qué se refiere?

–Son actitudes que poseen ciertas personas de manera permanente. Pero ocurre que finalmente son “condiciones” que las llevan a desarrollar enfermedades. Tales condiciones son la ira, las grandes tensiones psíquicas, el estrés intenso, la gran fatiga, la alexitimia o dificultad para expresar o describir sentimientos, la sobreadaptación y los conflictos importantes no resueltos. Se trata de verdaderas condiciones que siempre necesitan de algún factor para hacer su aparición y llegar a la enfermedad.

–¿Cómo se puede actuar ante esto?

–En el libro no sólo acerco algunos principios para contrarrestar estas enfermedades sino que aclaro que también todos los métodos que sirvan para apartar una condición riesgosa para la enfermedad deben ser bienvenidos. Entre estos métodos o técnicas para disminuir o atenuar a estos agentes figuran yoga, reiki, danza, medicina ayurvédica, psicoterapia de apoyo, masajes, etcétera. Estos métodos son los caminos que nos pueden ayudar a liberarnos de aquellos agentes o condiciones que suelen amenazar nuestro cuerpo. No son los únicos métodos o caminos, ya que existen otros y son muchos los caminos que pueden conducir a Roma.

–¿Cuál sería el rol de la psicología?

–Sin duda que el camino final para librarnos de aquellas condiciones que facilitan la aparición de las enfermedades del cuerpo se encuentra en toda psicoterapia que profundice en el interior de la persona y la lleve a resolver aquellos conflictos básicos que el ser humano mantiene y repite.

–¿Y trabajar sobre las emociones?

–Claro. Sería operar entonces con las emociones. Abrirse camino entre ellas y el cuerpo. Desde ellas hasta el órgano. El origen fue la emoción, la fuente y el ingreso de todo conocer. El asombro de los griegos dio luz a una filosofía que ha trascendido todos los tiempos. Para restaurar la salud, paradójicamente cada órgano habla por el dolor. En el origen de todo está la emoción. Ella es como un sismógrafo que, por su frecuencia, nos advierte qué parte es la que es necesario atender, reconocer y curar.

–¿Cómo se puede tratar una emoción en el marco de una enfermedad?

–Una vez que se instala la enfermedad, uno debe andar con mucha cautela como profesional para evitar cualquier avance o complicación. Por ejemplo, puedo contar el caso de Carolina, que comienza con un nódulo mamario maligno y una relación con su madre que es muy mala, algo que es bastante frecuente en esta enfermedad.

–¿Cómo fue el caso?

–Con mucha violencia y agresividad hacia su madre, Carolina me cuenta: “Viví siempre peleando con mi madre porque no me cuidó ni me atendió como cualquier madre debe hacer con una hija. Y ahora, ¿por qué no me dice qué hago con este nódulo que tengo? ¿Me lo opero o se lo tiro en la cara? No, no… perdóname… igual te quise y si no me escuchás allá donde estés, quiero decirte que…”. Y se larga a llorar.

–¿Y entonces?

–Bueno, en este panorama, lo que había que hacer y con mucho cuidado era tratar de disminuir esa agresión y esa violencia que, dirigida hacia su madre, había causado con bastante probabilidad una lesión en su mama.

–¿Y luego?

–Después había que continuar el tratamiento con la tarea de ahondar más en esto, para ver si era sólo una agresión vuelta hacia su propia persona o un deseo que Carolina no podía explicar o alguna otra cosa. En cierta forma, este vínculo hostil hija-madre y la enfermedad como tal no era tan fácil de resolver y desatar, porque Carolina mantenía esa relación y ese conflicto hostil sin querer desprenderse de él totalmente.

–¿Por qué?

–Porque era una forma de sentirse también “ella” y verse “ella” también como persona. Su madre era su enemiga, pero ese vínculo así hecho era, paradójicamente, su identidad, su forma de andar en el mundo. El nódulo, en el plano interior, emotivo, tenía tres elementos: dolor, reproches y venganza y necesidad de llamados a su madre. Así, su “voz” sale de ese cuerpo y de ese órgano: la mama. De allí nos habla, diciéndonos lo que escuchamos sobre su dolor, sobre su ira, etcétera.

–¿Y qué sucedió?

–El nódulo fue al fin operado, con limpieza de algunos ganglios. Nada se encontró en ellos. Carolina lentamente comenzó a dejar atrás esa relación hostil con su madre, para rescatar de otra manera a su madre, en su interior. Al dejar el conflicto, deja también la enfermedad. Carolina se ha curado y hace unos cuantos años vive sin la sombra de padecer alguna enfermedad. No más nódulos. No más cáncer. Se ha librado de una enfermedad que le impedía además la salud y la felicidad. Ahora Carolina cambió su relato.

–¿Qué dice ella ahora?

–De manera espontánea, dice: “Me llamo Carolina, viví siempre peleando con mi madre porque no me cuidaba ni me atendía como yo pensaba que cualquier madre debe hacer con una hija. Tantas veces la llamé… ¡Tantas! Tantas veces en mi interior solía decir: ‘¡Ma! ¡Ma!, ¿dónde estás?’. Y así tantas veces la aborrecí y pensé para qué me tuvo. Desde hace un tiempo comienzo a ver otra cosa de ella y también de mí. Comienzo a entender que yo le exigía… (llora). Y ahora empiezo a verla y a verme y vivir un camino por el que no había andado”.

–¿Podría mencionar cuáles son las emociones que enferman?

–No es fácil determinar cuál es la emoción que enferma más. A veces se asocian dos o tres para producir una enfermedad. Otras unas sola, pero siempre será posible contarlas con los dedos de una mano. Puedo afirmar que el odio, la ira, la indignación, el remordimiento, la desesperanza y el dolor psíquico o anímico son aquellas que con mayor frecuencia provocan enfermedades psicosomáticas. Si está dentro de nuestras posibilidades, debemos librarnos de estas emociones para que no nos perjudiquen.

Martín Heer


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