Estamos para nosotras

El 8 de marzo de 2017 será un gran día para el movimiento feminista, el fenómeno político de mayor potencia hoy en Argentina. Para esa fecha fue convocado un paro internacional de mujeres “contra la crueldad y a favor de las vidas libres”. Ni flores ni bombones: en las calles. ¿Cómo se llega a gestar esta medida que pretende superar incluso los límites de Latinoamérica?

La primera marcha bajo la consigna “Ni Una Menos” se desarrolló el 3 de junio de 2015. El reclamo urgente, y que sigue siéndolo, está vinculado con el cese de toda forma de violencia machista y su manifestación feroz y disciplinadora: el femicidio. Durante ese año, según el registro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, 235 mujeres fueron asesinadas en todo el país. En el 70% de los casos el atacante era conocido de la víctima y en el 20% las situaciones habían sido denunciadas previamente.

“Ni Una Menos” no parió al feminismo, pero lo colocó irreversiblemente en la agenda pública. Se imbricó en un camino que ya había sido trazado por los Encuentros Nacionales de Mujeres que se realizan hace treinta y un años de modo autogestivo.

La movilización se volvió a repetir el 3 de junio de 2016, pero comenzaron a plantearse otros lemas como, por ejemplo, “Sin aborto legal, no hay ni una menos” o “Basta de travesticidios.” Ahí se reveló la tensión que describe la activista Marta Dillon entre victimización y rebeldía, que se resume en discursos como “no nos peguen, podemos ser tu madre, tu tía, tu hermana” contra el que dice “acá están la puta que te parió y la concha de tu hermana pidiendo respeto.”

El pedido de despenalización del aborto cobró protagonismo en el 2016 a partir del caso de Belén, una joven que fue condenada a ocho años de prisión en Tucumán por un aborto espontáneo y recuperó su libertad por una decisión de la Corte provincial, y en el contexto de una fuerte campaña que incluyó a organismos de derechos humanos. Su sentencia hasta el momento no fue anulada.

La ley de Educación Sexual Integral, vigente desde el 2006, todavía no es de pleno cumplimiento. Las feministas no sólo han promovido, junto a partidos políticos y organizaciones sociales, la Campaña por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito, cuyo proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo fue presentado este año por sexta vez en el Congreso, sino que muchas de ellas son parte de las “socorristas en red”, que generan espacios de consejería y acompañamiento a mujeres que deciden abortar con misoprostol.

Las discusiones se amplificaron con el primer paro de mujeres del país el 19 de octubre pasado. El detonante fue un femicidio, el de Lucía Pérez en Mar del Plata, que incluyó la tortura más rancia: el empalamiento. Fue el primero, no el último. Se perfeccionó la pedagogía de la crueldad: quemadas, arrojadas en bolsas de basuras y ahora empaladas.

Los medios de comunicación abundaron en detalles morbosos del crimen, ubicaron a los agresores como bestias despiadadas y hurgaron en la vida íntima de la joven para juzgar su comportamiento. Montaron un espectáculo del horror o lo asociaron a la llamada “inseguridad” urbana.

El grito mutó: “Estamos hartas”. Esta vez hubo, además de marcha, una huelga de una hora cargada de leyendas que excedían el “Vivas nos queremos” y que apuntaban al corazón de la precarización.

 

La tasa de desempleo es mayor en mujeres –9,2%– que en varones –8%–, según datos del tercer trimestre del 2016 del Indec. A esto se le suma que cargan sobre sus hombros con el trabajo no remunerado, históricamente invisibilizado. Nueve de cada diez mujeres realizan tareas de cuidado, trabajen o no fuera de su hogar, mientras que cuatro de cada diez varones no hacen absolutamente nada en la casa, explica Mercedes D’Alessandro en su libro “Economía feminista”. Si muchas logran ocupar menos horas en esas labores es porque las delegan en otras, las trabajadoras domésticas. Esta inequitativa distribución se agrava con la maternidad. Elegir tener hijos o hijas puede significar para las mujeres afectar ascensos laborales, relegar la formación académica o actividades recreativas, tomar trabajos de medio tiempo, con el impacto salarial que eso conlleva.

En “¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?”, Katrine Marcal señala: “Parir niños, criarlos, cultivar el huerto, hacerles la comida a los hermanos, ordeñar la vaca de la familia, coserles la ropa o cuidar de Adam Smith para que él pueda escribir ‘La riqueza de las naciones’; nada de esto se considera ‘trabajo productivo’ en los modelos económicos estándar.”

Pero este no fue el único debate que se abrió. Los temas se multiplicaron: desde el acoso callejero, pasando por la ausencia de mujeres en espacios de decisión política, los cuestionamientos a los estereotipos de amor romántico y de cuerpos deseables, la irrupción del sindicato de trabajadoras sexuales que puso en jaque al abolicionismo, las articulaciones con el colectivo LGBTI.

En muchos casos las soluciones que ha arriesgado el Estado a ciertas demandas han sido de neto corte punitivista (castigo penal, dispositivos de control), que distan mucho del cambio cultural augurado. En otros, como el de la paridad de las listas, su votación en el Congreso y en las Legislaturas, como la de Neuquén donde se aprobó, estuvo sujeta a la incorporación del voto electrónico, ampliamente criticado.

El movimiento es heterogéneo: hay feministas que se han pronunciado contra la detención de Milagros Sala y consideran que es una decisión no sólo racista sino sexista, hay quienes no interpelan directamente al Estado porque no esperan que las transformaciones surjan desde allí.

El Plan Nacional de Acción contra la Violencia anunciado por el macrismo se pondrá en marcha a partir del 2017. En Neuquén actualmente hay un promedio de 16 denuncias diarias, de acuerdo al primer informe del Observatorio de Violencia contra las mujeres que tomó como fuente de información para armar su estadística las recibidas en comisarías y en el Centro de Atención a la Víctima. Si a este número se le agregan las que se hacen en el Poder Judicial o en ámbitos de salud, crecería exponencialmente.

El feminismo avanza en construir lazos de sororidad, de reconocimiento y de autodefensa subjetiva. No todas pueden llegar a denunciar, no es tan fácil derribar los mecanismos del patriarcado. Hay que romper la rueda.

“Nosotras nos tenemos y vamos juntas a un paro internacional de mujeres este 8 de marzo”, asegura el Colectivo Ni Una Menos en su última publicación. Sostiene: “Una comunidad feminista, trasversal, diversa que hoy dice: ‘Estamos para nosotras’”.

Datos

El 8 de marzo de 2017 será un gran día para el movimiento feminista: para esa fecha fue convocado un paro internacional de mujeres
El Plan Nacional de Acción contra la Violencia se pondrá en marcha en el 2017. En Neuquén hay 16 denuncias de mujeres por día.

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios