Rectificación de motores

A punto de cumplir su primer año, la política económica del gobierno de Mauricio Macri se asemeja a un avión de cuatro turbinas que debieron ser reacondicionadas, pero todavía no funcionan de manera homogénea para el despegue. A esto se suma la ansiedad de la tripulación de que levante vuelo con suficiente anticipación a las elecciones del 2017, sin que la pista esté totalmente despejada de obstáculos.

Aunque Macri acaba de autocalificar su gestión con 8 puntos y afirmar que “se” crearon expectativas sobre una recuperación mágica de la economía, esta despersonalización no oculta que el propio gobierno se encargó de instalarlas. No sólo al demorar el sinceramiento de la herencia recibida, sino al pronosticar que el PBI crecería 1,5% este año, que luego buscó trasladar sin éxito al segundo semestre, y la inflación cerraría en 20/25%. La fijación simultánea de objetivos y plazos siempre entraña el riesgo de que se contrasten con los resultados. Ahora, hasta en la propia Casa Rosada admiten que el PBI concluirá el 2016 con un retroceso de 2,2%. Y si bien la inflación prevista para el último trimestre desciende a una tasa anualizada de 24%, no impide que haya acumulado en el año una suba de 40%.

Sin embargo, sería un reduccionismo comparar los indicadores económicos sin considerar los cambios producidos a lo largo de este 2016. Con minoría en las dos cámaras del Congreso, el gobierno de Cambiemos logró –no sin costos fiscales– la sanción de leyes clave para afianzar la gobernabilidad, a través de negociaciones caso por caso con los gobernadores y el peronismo no kirchnerista. Entre ellas, la rápida salida del default y el acceso a los mercados financieros externos, la integración de la Corte Suprema y el blanqueo para pagar deudas a jubilados y pensionados. Por su parte, puso fin al cepo cambiario, que había dejado al país sin reservas, y desmanteló el esquema de retenciones y el aparato intervencionista montado por Guillermo Moreno, que significaban un corsé para la actividad productiva. Sin estas condiciones, la economía hubiera tenido un rumbo de colisión.

Aun así, el gobierno de Macri sobreestimó las posibilidades de corregir rápidamente los principales desequilibrios y poner en marcha la economía. La unificación cambiaria y los aumentos de tarifas (que luego debió moderar) elevaron previsiblemente la inflación, deterioraron el salario real y redujeron el consumo, con lo cual se profundizó la recesión. Con este cuadro, la presión impositiva y las subas de costos se hicieron sentir en muchos sectores y redujeron las posibilidades del prometido boom de inversiones, locales y externas, para crear empleos.

Volviendo a la analogía del avión y las expectativas de un crecimiento de 3,5% para el 2017, el motor que funciona a pleno –aunque resulta menos evidente– es la producción agropecuaria de la región núcleo, impulsada simultáneamente por la devaluación y la quita de retenciones. La reactivación ya se verificó este año en las ventas de pick ups, maquinaria agrícola, fertilizantes y agroquímicos. Y las cosechas récord de trigo y maíz que se esperan para la próxima campaña movilizarán más fletes hacia los puertos. Las economías regionales, en cambio, no lograron salir a flote. En la minería se reanudaron varios proyectos, que ahora están amenazados por iniciativas de la oposición para reimplantar las retenciones, a menos de nueve meses de haber sido eliminadas.

La contracara está en el consumo interno, que representa alrededor del 70% del PBI y durante la era K fue el principal motor. La inflación y la recomposición de precios relativos (en especial de alimentos y energía) junto con el peso de los impuestos restaron gastos para otros consumos como ropa y electrodomésticos. Más afectada resultó la clase media baja con empleos informales (35% de los trabajadores), no incluidos en paritarias ni en la tarifa social. De ahí que el gobierno recurrió últimamente a varios aditivos para potenciar este motor. Entre ellos, los bonos de fin de año, la exención del medio aguinaldo de Ganancias, el pago de deudas a jubilados y pensionados, las canastas navideñas con precios fijos y el plan Ahora 18 para compras en cuotas, extendido a más rubros de consumo durable.

Con la industria manufacturera orientada mayormente al mercado interno, no debe extrañar que muestre caídas en casi todos los rubros con respecto al 2015 y, según el Indec, un promedio de 35% de capacidad instalada ociosa. Tampoco puede compensarlas con exportaciones, debido a la recesión brasileña. Un caso particular es el de la industria automotriz, donde las ventas internas vienen recuperándose pero la producción total cae, ya que el 50% se destina a ese mercado. El régimen para las pymes, con desgravaciones para inversiones, créditos para capital de trabajo y reducción de la carga fiscal, apunta a evitar un mayor deterioro.

La inversión privada, que equivale al 16% del PBI, tampoco se recuperó este año, salvo en sectores puntuales. Por eso el gobierno aceleró las licitaciones de obras públicas, con en una suerte de plan “asfalto y hormigón”, pero que todavía no es visible debido al tiempo que transcurre entre las adjudicaciones y la puesta en marcha de los proyectos. Una prueba son las energías renovables (eólica y solar), donde se firmarán en enero los contratos de los 59 proyectos en 17 provincias adjudicados meses atrás, con varios incentivos como contratos en dólares a 20 años de plazo y un interés de 1,17% anual, desgravaciones impositivas y garantías estatales. Por otro lado, en hidrocarburos aún resta definir el esquema de precios del gas natural no convencional para impulsar mayores inversiones y el futuro del barril criollo para la producción convencional de petróleo.

El blanqueo puede contribuir a dinamizar algunas actividades (como ya está ocurriendo con la inmobiliaria y la automotriz) y también a canalizar capitales hacia fondos comunes de inversión para financiar proyectos de infraestructura, desarrollos inmobiliarios, energías renovables, pymes, préstamos hipotecarios y economías regionales.

Sin embargo, para poner a punto los motores de la economía, el problema es que la inversión reacciona frente a recortes puntuales de presión tributaria y a subsidios de precios o costos. O sea, con déficit fiscal y endeudamiento externo para financiarlo. Con un año electoral por delante, nadie espera que antes del 2018 se produzca una reforma tributaria integral, o al menos selectiva, ya que los cambios introducidos hasta ahora afectaron la recaudación impositiva. Aún así, el gobierno cuenta una ventaja frente a la oposición, que viene proponiendo nuevos impuestos que, en lugar de una solución, agravan el problema de los costos y tornan menos competitiva a la economía.

Aunque Macri afirma que “se” crearon expectativas sobre una recuperación mágica, esta despersonalización no oculta que el propio gobierno se encargó de instalarlas.

La oposición viene proponiendo nuevos impuestos que, en lugar de una solución, agravan el problema de los costos y tornan menos competitiva a la economía.

Datos

Aunque Macri afirma que “se” crearon expectativas sobre una recuperación mágica, esta despersonalización no oculta que el propio gobierno se encargó de instalarlas.
La oposición viene proponiendo nuevos impuestos que, en lugar de una solución, agravan el problema de los costos y tornan menos competitiva a la economía.

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