Traficar migrantes: el negocio ilegal de u$s 10.000 millones

El negocio del tráfico de migrantes está viviendo un auténtico “boom”. Aunque el riesgo para quienes buscan una vida mejor es alto, la demanda sigue siendo enorme: según los cálculos de la Organización Integral para las Migraciones (OIM), los traficantes facturan unos 10.000 millones de dólares (8,9 millones de euros) al año en todo el mundo.

Anualmente, decenas de miles de personas indocumentadas escapan de la guerra y la pobreza, en su mayoría con la ayuda de estas bandas. Se sabe muy poco de este negocio: ¿cuántos traficantes hay? ¿A cuántos migrantes mueven? ¿Cuántos mueren en el intento? La OIM registra cada año varios miles de fallecimientos, pero éstos son apenas la punta del iceberg.

Los clientes de los traficantes huyen sobre todo de la guerra en Siria, de la represión política y las detenciones arbitrarias en Irán, de la persecución religiosa en Myanmar, de los talibanes en Afganistán y, en la mayoría de los casos, de la pobreza y la falta de perspectivas de futuro.

Con ayuda de los criminales, se embarcan en viajes que pueden prolongarse por meses, incluso años. Para ello, pagan desde unos pocos cientos hasta miles de dólares.

El negocio florece en muy diversas rutas: los migrantes africanos cruzan a pie peligrosos desiertos hasta llegar a Libia. Una vez allí, esperan en las costas sumidos en el caos para surcar el Mediterráneo a bordo de precarias embarcaciones.

Quienes en cambio huyen de la guerra en Siria dan sus últimas pertenencias a los traficantes para cruzar la frontera con Turquía. Y eso pese a que el peligro de que los detengan o incluso les disparen en los controles fronterizos aumenta. Mientras, centenares de miles de musulmanes rohinyá que intentan escapar de la persecución en Myanmar esperan en destartalados campamentos en Bangladesh la oportunidad de viajar a India, Nepal o Pakistán con ayuda de mafias.

En Centroamérica, quienes buscan dar la espalda a la violencia y la pobreza pagan a bandas de traficantes para llegar a Estados Unidos cruzando México.

Los traficantes trabajan en su mayoría organizados en redes con amplio alcance geográfico. Y se especializan: hay quienes van a la caza de clientes mientras otros falsifican los pasaportes y los certificados de nacimiento. También están los dueños de las casas que albergan a los migrantes durante sus viajes clandestinos, los conductores y guías que les ayudan a cruzar la frontera y los funcionarios corruptos que permiten su paso.

Ante las lucrativas perspectivas, hay grupos transnacionales y bandas criminales que se abren paso cada vez más en algunas regiones como México y EE. UU.

Además, los expertos están observando una creciente brutalidad en los traficantes. Según Unicef, las mujeres y niños que huyen de los distintos conflictos en África son golpeados o violados en campamentos de detención informales. La cifra de niños y jóvenes que huyen solos se ha quintuplicado desde el 2010.

Los países de destino

Muchos países están reaccionando a la oleada de inmigrantes imponiendo drásticos controles fronterizos, en Europa, Estados Unidos o Australia. Sin embargo, los expertos sostienen que éstos dan alas a los traficantes en lugar de combatirlos: cuanto más difícil sea para quienes huyen, más probabilidades habrá de que busquen ayuda. Salil Shetty, secretario general de Amnistía Internacional, es uno de los que más ha criticado este tipo de medidas, que no sólo violan los derechos humanos y la convención internacional sobre el estatuto de los refugiados, sino que afectan el negocio de los traficantes.

“No importa lo altos que sean los muros y lo armados que estén los guardias costeros, la gente que no tiene nada que perder encontrará la manera de abrirse camino ante situaciones insostenibles. Aunque eso signifique arriesgar la vida en peligrosos viajes”, afirma.

En el 2016, más de 7.870 migrantes murieron en su intento de encontrar una vida mejor, 5.100 de ellos en el Mediterráneo. En el 2015 fallecieron unas 3.800 personas siguiendo esta ruta, la más peligrosa del mundo.

El tráfico de personas es un crimen que proporciona jugosos ingresos a bajo riesgo. En las principales bandas, el pago se lleva a cabo siguiendo el hawala, el tradicional sistema de transferencias del mundo musulmán basado en la palabra, por lo que no deja huella. Hay toda una red de mediadores que se extiende por Cercano Oriente, el norte de África y el Cuerno de África. Por otro lado, se usa mucho efectivo. Grandes cantidades de dinero en metálico que cruza las fronteras y se blanquea, por ejemplo, a través de la compra de inmuebles.

Además, los investigadores se topan con el problema de que muchos migrantes no quieren contar cuánto han pagado, porque tienen miedo o porque necesitan a esos traficantes para que ayuden a huir a sus familiares. No son los grandes capos quienes acaban ante los tribunales, sino los “jefecillos”, como los líderes de las embarcaciones o los conductores de camiones.

Buscando soluciones

En un mundo en el que las brechas entre países y regiones se profundizan, los expertos en migración coinciden en que la comunidad internacional ha fracasado a la hora de lidiar con estos flujos migratorios. Por mucho que hablen jefes de Estado y Gobierno, no sucede nada. Ante esta situación, Naciones Unidas aspira a firmar nuevos acuerdos para proteger los derechos de los refugiados, salvar vidas y repartir la responsabilidad. El alto comisionado Grandi aprovechó una votación en la Asamblea General de la ONU para recordarlo: “Ningún gobierno puede hacer frente solo a la oleada migratoria. El único camino es la cooperación internacional”.

(DPA)

Los mafiosos trabajan en redes con amplio alcance geográfico y se especializan. Los duros controles que los países ricos imponen en sus fronteras sólo suben sus ganancias.

Expertos observan una creciente brutalidad en los tratantes. Según Unicef, mujeres y niños que huyen de conflictos en África son golpeados o violados en los precarios campamentos

Datos

Los mafiosos trabajan en redes con amplio alcance geográfico y se especializan. Los duros controles que los países ricos imponen en sus fronteras sólo suben sus ganancias.
Expertos observan una creciente brutalidad en los tratantes. Según Unicef, mujeres y niños que huyen de conflictos en África son golpeados o violados en los precarios campamentos

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