De profesión, navegante

<b>Juan Payo Carbonari se ganó un lugar en la historia del rally argentino leyendo la hoja de ruta</b>

Cuando empezó en 1972, como acompañante en las pruebas de regularidad ni se imaginaba lo que vendría después. Tampoco que de una invitación que le hizo el que era su preferido como piloto terminaría convirtiéndose en un excelente navegante. Juan Payo Carbonari perduró en el tiempo, que no puede apartarse de su pasión, más cuando se trata de enseñar a alguno con ganas de acelerar los pasos y aprender rápido.

Si bien en los últimos tiempos tuvo algunas apariciones, fueron aisladas, como cuando navegó a su amigo Alejandro Cancio en una prueba del Rally Regional.

La mayor parte de su tiempo la pasa en el campo y cazando, otra de sus pasiones, lo mismo que la pesca en el mar.

Se convirtió en una marca registrada. La sola mención de Payo Carbonari es sinónimo de rally, de recuerdos inolvidables, de cientos de anécdotas.

–¿Cómo se te ocurrió ser navegante?

–Recuerdo que Horacio vivía a la vuelta de mi casa. Me preguntó su podíamos ir a cazar. Nos fuimos a Chimpay. Ese día ni bien llegamos maté dos jabalíes. Fue a cuchillo, me miraba y me gritaba “estás loco”. Pasó un rato y me preguntó “¿no querés correr en auto, de navegante?”. Sos un loco bárbaro. Como le comenté que no sabía nada del tema, nos volvimos en un Peugeot 504. El Gringo a fondo, no me asusté para nada, si venía con Santángelo. En ese momento empezó mi campaña.

–¿Cuándo debutaste como navegante?

–Los autos me gustaron de toda la vida, pero empecé en 1972 con las pruebas de regularidad. En el 79 fue por primera vez navegante, acompañando a Horacio Santángelo. Después lo hice en forma profesional, a vivir de eso.

–¿Ni imaginabas lo que vendría después?

–No, para nada, ni soñando. Me llaman de todos lados, navegué a más de 40 pilotos. Surgió esta invitación de Juan, el hijo de Gabriel Martín. Es más, voy a seguir, porque en la próxima del Argentino, en El Calafate, a Nicolás Angeloni, así que esta confirmado que por ahora no me retiro.

–¿Cómo es tu forma de hacer u una hoja de ruta?

–Es diferente y tiene que ver con los pilotos. Me acuerdo que cuando empezó Gabriel (por Martín) la escribía yo. Cuando tuvo experiencia fue compartida. Hay cosas que son claras. El valor de la curva no cambia. La de 90 grados es de 90. De acuerdo al auto, puede ser de segunda o de tercera velocidad. Tengo tantas pasadas en los tramos de Roca o Cervantes, navegando a Santángelo, Martín o el Chirola (por Wálter Suriani), que agarrábamos una hoja vieja y la íbamos corrigiendo, puliendo. Lo mismo con Alejandro Cancio.

–¿Hasta cuándo vas a seguir con los fierros?

–Pensé que estaba retirado. Pero, esto es algo muy fuerte. Cuando Gabriel (Martín) me vino a pedir que acompañe a su hijo me emocioné. Cómo iba a rechazar la invitación con lo que vivimos juntos. Me volvió a enganchar otra vez.


Cuando empezó en 1972, como acompañante en las pruebas de regularidad ni se imaginaba lo que vendría después. Tampoco que de una invitación que le hizo el que era su preferido como piloto terminaría convirtiéndose en un excelente navegante. Juan Payo Carbonari perduró en el tiempo, que no puede apartarse de su pasión, más cuando se trata de enseñar a alguno con ganas de acelerar los pasos y aprender rápido.

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