Aguas enfermas

Editorial

Una temporada estival especialmente calurosa, la protesta de los bañistas por la clausura o inhabilitación de balnearios y cinco recursos de amparo ante la Justicia volvieron a poner en el tapete el tema de la contaminación de los principales ríos y espejos de agua de nuestra región, debido principalmente a la desidia y falta de coordinación de las autoridades a todo nivel.

La polémica entre políticos de distinto rango de Río Negro y Neuquén y el pase de facturas entre diversos organismos encargados de velar por la salud de los ríos tuvo en estos días aspecto de deja vu: similares argumentos y promesas se realizan cada verano, cuando el uso intensivo del recursos hace más evidentes los problemas, para diluirse meses después, sin cambios de fondo.

Ya en el 2011 y el 2013 este diario había realizado informes sobre el estado de los ríos y lagos de nuestra región, alertando sobre el escaso procesamiento de los efluentes cloacales en varias de las ciudades más importantes de la zona, como Plottier, Centenario, San Martín de los Andes, Neuquén, Cipolletti, Roca y Bariloche, entre otras. Desde entonces se agregaron diversas denuncias por la eutrofización y contaminación con agroquímicos, hidrocarburos y desechos industriales en las cuencas del Alto Valle, Valle Medio y también en la zona andina.

Varios años después, Neuquén sigue debatiendo responsabilidades entre jurisdicciones y planificando cómo hacer para adaptar el procesamiento de efluentes al explosivo crecimiento demográfico que ha experimentado la capital y zonas aledañas; mientras que en Río Negro el propio gobernador y exintendente de Cipolletti admitió que la ciudad “tira prácticamente la mitad” de los líquidos cloacales sin tratar. Bariloche debió suspender actividades de una colonia de vacaciones en la zona este del Nahuel Huapi debido a que el agua no es apta para estas actividades. Dos juzgados otorgaron recursos de amparo ante denuncias de contaminación de los ríos Neuquén, Limay y Negro.

Aunque el gobernador neuquino haya señalado que “el primer paso para encontrar una solución es reconocer el problema” y se realizó un encuentro de autoridades provinciales y empresas de Río Negro y Neuquén para comenzar a diagramar un plan de saneamiento, la experiencia de la última década no invita al optimismo.

En primer lugar, porque la multiplicidad de jurisdicciones que intervienen en el cuidado de nuestros ríos ha hecho muy difícil realizar diagnósticos certeros y articular políticas coherentes. Un ejemplo es la posible presencia de hidrocarburos en las aguas de los ríos Neuquén y Negro. Mientras un estudio reciente del laboratorio Ciati AC y la Universidad del Comahue no detectó presencia significativa de naftalenos u otros hidrocarburos, otro anterior del Cuerpo Forense de la Corte Suprema halló restos de metales, nitritos, sulfitos y fenoles. En la elaboración de estudios y propuestas intervienen la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas (AIC), el DPA y ARSA rionegrinos, la Dirección Hidráulica y el EPAS neuquinos, la Autoridad del Agua y ABSA de Buenos Aires, además de los distintos municipios ribereños y lacustres. No siempre está claro el nivel de responsabilidad e injerencia de cada instancia en el cuidado ambiental del recurso acuífero.

En segundo lugar, porque las obras de infraestructura en saneamiento siempre han sido la “Cenicienta” de los presupuestos, dado el escaso rédito electoral que otorgan, y son de los primeros en sufrir recortes en tiempos de austeridad. “Pagan más” en términos publicitarios los paseos iluminados, el asfalto, imponentes edificios legislativos o monumentos que el tratamiento de efluentes. La confianza ciega de las autoridades en que los generosos caudales y niveles de nuestros ríos y lagos diluya el impacto de la actividad humana ha hecho el resto.

Es de esperar que la presión social y las decisiones de la Justicia deriven en planes concretos, con montos asignados, plazos y autoridades claras de aplicación para que nuestros ríos y lagos vuelvan a ser el recurso clave para el desarrollo regional y no una fuente de enfermedad y preocupación para las poblaciones.


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