El dilema

<span style="text-transform:uppercase">El incipiente fenómeno de la explotación en arenas compactas debajo de los frutales, en el corazón productivo de Allen: ¿convivencia posible?</span>

Redacción

Por Redacción

¿fruticultura o petróleo?

DIEGO VON SPRECHER

Y SILVANA SALINAS

La fruticultura y la actividad hidrocarburífera comparten hoy un bien escaso: la tierra. Desde hace pocos años, y cada vez con más intensidad, locaciones de gas y petróleo conviven con plantaciones de peras y manzanas en el Alto Valle del Río Negro.

Las empresas petroleras ampliaron sus horizontes productivos y –de la mano de los programas que implementó el gobierno nacional– incrementaron las reservas energéticas.

Por ejemplo el programa Gas Plus, promovido en el 2008 por la Secretaría de Energía de la Nación, generó para las operadoras un esquema de incentivos orientados a la incorporación de nueva producción de gas natural. En ese escenario se encuentra inserta la empresa Apache Energía Argentina, concesionaria del área rionegrina Estación Fernández Oro (EFO), que abarca un amplio sector del ejido productivo de Allen.

La EFO tiene una superficie total de 192,93 kilómetros y precisamente en esta área Apache realiza desde el 2006 perforaciones en medio de las chacras valletanas con el fin de obtener gas de tight sands. Estos reservorios se caracterizan por la presencia de areniscas o arcillas muy compactadas de baja permeabilidad y porosidad, que impiden que el fluido migre naturalmente y por lo cual la producción comercial resulta posible únicamente mediante utilización de tecnologías de avanzada. Las perforaciones llegan a alcanzar los 3.800 metros de profundidad y se efectúan a través del método de fracturación hidráulica.

Ambas actividades contrastan de manera notable. Una hectárea en la que durante más de cien años el hombre preparó el suelo para producir frutas, puede transformase en pocos días en una pequeña “ciudad” repleta de trailers, camiones, generadores de energía, equipos para realizar las perforaciones y poblada por decenas de operarios que, con la misma rapidez, montan y desmontan las torres petroleras y toda la pesada estructura que requiere una locación.

De chacarero a superficiario

A nadie escapa que la fruticultura regional atraviesa desde hace años un complejo problema de rentabilidad que ha dejado, principalmente, a los pequeños productores fuera de competencia.

En este contexto, obtener una renta proveniente de la industria petrolera por los derechos de servidumbre aparece en el sector como una posibilidad de obtener recursos económicos de manera rápida y segura.

La “conversión” de chacarero a superficiario es un proceso que marca en forma clara las diferencias que existen entre las dos actividades en cuestión: la frutícola y la hidrocarburífera. La primera obtiene resultados a mediano y largo plazos y enfrenta una serie de riesgos que están condicionados al mercado, al tipo de cambio y a factores climáticos. Una explotación frutícola –ya sea de pomáceas o carozos– necesita desde el momento en que es plantada al menos cuatro años y para comenzar a producir y alcanzar su máximo rendimiento después de los diez años. El costo que debe afrontar un chacarero para producir un kilo de fruta se estima entre 1,50 pesos y 2 pesos y se discrimina de la siguiente forma: 90 centavos para las tareas culturales e insumos, 50 centavos para levantar la cosecha y 20 centavos más que se calculan para la amortización de maquinarias y herramientas.

Un productor que posee una chacra pequeña o mediana, de monte tradicional, produce actualmente un promedio de entre 25.000 y 30.000 kilos de fruta por hectárea, por año. En la última temporada, productores de este tipo pudieron vender el kilo de fruta a 1,20 pesos (teniendo en cuenta la fruta de industria, la destinada al mercado interno, a exportación y las clasificaciones que hacen las empresas empacadoras). Si un productor de la zona de la EFO decidiera alquilar su chacra de monte tradicional para que un tercero continúe desarrollando la producción frutícola, podría llegar obtener un alquiler mensual de entre 450 y 500 pesos por hectárea.

Según pudo averiguar “Río Negro”, en la EFO se han firmado hasta el momento 35 convenios entre la concesionaria Apache, 34 productores y una institución, el Aeroclub Allen, que en su propiedad de la barda norte alberga los piletones para el tratamiento del cutting o recorte de perforación. Los 35 superficiarios de la EFO han hecho acuerdos con la petrolera Apache por la utilización de 34,5 hectáreas. El 70% de esa superficie tiene o tenía producción frutihortícola. Cabe destacar que la superficie total en la EFO concesionada a la petrolera alcanza las 2.797 hectáreas.

El monto que desembolsa anualmente la operadora para abonarles a los chacareros-superficiarios los derechos de servidumbre de paso supera los 2.050.000 pesos (por las 34,5 ha). Si bien los valores varían en los diferentes acuerdos, se puede estimar que un productor que cierra un trato con la petrolera recibe sumas por la utilización de una hectárea que van de los 60.000 a 65.000 pesos por año: diez veces más en cantidad de dinero de lo que percibiría si éste decidiera alquilar la misma hectárea para producir frutas.

Pero, además, en la mayoría de los casos se establece el pago de una suma por única vez (es lo que abona la petrolera para entrar a la chacra –por ejemplo– en caso de que deba desmontar). Ese monto único puede ir de 70.000 a 120.000 por el total del terreno (de una y media a dos hectáreas, según el estado). A ese valor se añade el pago anual que se actualiza según los índices inflacionarios del Indec y el incremento del costo de vida. Los montos pautados dependen de la actividad productiva desarrollada en la tierra donde se harán las perforaciones. En general se aplican los valores determinados en forma conjunta por la Secretaría de Energía de la Nación (SEN) y el Ministerio de Agricultura de la Nación (Minagri) y establecidos en la normativa legal, para ser utilizados de común acuerdo entre el productor superficiario y la compañía y, en algunos casos particulares, valores diferentes por acuerdo de ambas partes (ver normas del derecho del superficiario).

En definitiva, es natural que un productor frutícola advierta un interés económico notablemente superior al que obtendría con su actividad originaria, en las actuales condiciones de mercado. Amén de obtener por única vez un pago equivalente a una compra barata del inmueble, el chacarero que decide alquilarle a una petrolera recibirá una renta anual hasta diez veces mayor de lo que recibiría por un alquiler para producción. Al cabo del contrato, se le devolverá la propiedad. Aun admitiendo las peores condiciones de restitución en cuanto a fertilidad de la tierra, el costo de recuperarla –si se pudiera– posiblemente sea menor a la adquisición de una nueva parcela.


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