Una víctima relató cómo fue llevada al centro clandestino

Alicia Figueira de Murphy era actriz y directora de teatro en Neuquén. La secuestraron junto a Alicia Pifarré, que aún sigue desaparecida, y fueron llevadas a “La Escuelita”.

juicio “la escuelita” IV

NEUQUÉN (ACE).- “No me voy a olvidar jamás de los gritos de Alicia”, dijo ayer Alicia Figueira de Murphy al testimoniar en el cuarto juicio por delitos de lesa humanidad que se lleva a cabo en esta ciudad.

Figueira llevaba en su auto a Alicia Pifarré a su casa paterna el 9 de junio de 1976 cuando unos “encapuchados” que salieron de la casa de los Pifarré, en calle Talero, la bajaron en medio de la calle y se las llevaron a las dos, secuestradas, a “La Escuelita” en el predio del batallón militar.

Relató que tiempo después Alicia Villaverde –también del ambiente artístico neuquino– le dijo que había visto a Pifarré en “La Escuelita” de Bahía, con su abrigo. Pifarré permanece desaparecida y su causa aún no llega a juicio.

“Yo le di mi abrigo esa noche porque hacía mucho frío y ella tenía puesto un saquito fino y en la mano el guardapolvo”, explicó Figueira.

Dijo que horas después del secuestro, cuando el padre de Alicia Pifarré vino a preguntar por ese auto que había quedado abandonado en la calle frente a su casa, “nos abrazamos y lloramos; yo le di el guardapolvos y el saquito de Alicia; él pensaba que ese auto podía ser de los secuestradores, pero era el mío”, explicó.

La actriz y exdirectora de la Escuela de Títeres de Neuquén aseguró que quien la arrancó del auto esa noche fue Raúl Guglielminetti. “Me hubiera gustado verlo hoy en el juicio. No me puede negar que a él le di mis llaves», insistió.

A pesar de que los detalles de Figueira sobre su propio secuestro, la tortura y cautiverio de Pifarré fueron detalladas y concisas, la defensa fue persistente en reclamar el claro reconocimiento de Guglielminetti en el secuestro de ambas actrices esa noche, por lo que respondió: “Era él quien me puso la pistola en la cabeza, le vi la mitad del rostro tras la capucha y lo conocí por el porte. Le di las llaves de mi auto, pregúntele, él las tiene”.

Dijo que al ingresar a un recinto, vendada y encapuchada, bajo la venda vio borceguíes. “Reconocí dos voces: las de Darío Altomaro y la de Lucio Espíndola, porque habíamos trabajado en teatro”, dijo.

Indicó que luego de un interrogatorio la obligaron a subir a un camión en el que le pareció que había otras dos mujeres; cuando comenzó a escuchar los alaridos de dolor de Alicia Pifarré.

“Yo dije: ay ¡Dios mío! Entonces ordenaron que saliéramos a dar vueltas con el camión. Le estaban pegando: eran gritos de dolor”, sostuvo.


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