Jonathan Ceballes: del barrio a la academia, de El Caín a Cosquín

De bajo perfil, humilde y con un original desarrollo musical, el joven roquense sigue su propia estrella en la senda del folclore.

Jonathan Ceballes: la nueva voz del folclore patagónico

Ojos negros chispeantes, tez morena, sonrisa fresca, tres mechones largos que caen hacia un costado de la frente y un cuerpo finito que le da aspecto frágil y vital a la vez. Pero lo importante aquí no es lo que se ve, sino lo que se siente y oye.

Jonathan Ceballes tiene 27 años y es un músico roquense que va por el camino del nuevo folclore, dueño una voz privilegiada, limpia y vigorosa, que se eleva sin esfuerzo hacia las notas más difíciles, ésas a las que muchos ni en sueños pueden llegar.

Con sus dones naturales y un trabajo metódico, Jonathan se ganó el privilegio de representar a Río Negro en Cosquín en tres oportunidades. Y en la última edición fue elegido como el mejor solista vocal masculino de folclore, tras competir con representantes de todas las regiones. El premio fue subir a cantar en el escenario mayor del festival y ser transmitido en vivo y en directo a todo el país por la TV pública.

Cosquín. Ceballes ganó la última edición del tradicional festival.

Su versión de “Cuando llegue el alba”, tema que popularizó Jorge Cafrune, tiene un delicado arreglo e interpretación que le hace guiños a los roqueros Luis Spinetta y Pedro Aznar. Lo mismo sucede con su cancionero con autores patagónicos: sensibiliza a quienes lo escuchan y brinda otra mirada musical.

Jonathan es un constante agradecido con quienes lo apoyaron para crecer con su propuesta musical. Y ubica en ese lugar a Choele Choel, con su Fiesta Provincial del Folclore, y a la gente de cultura de la ciudad del Valle Medio. Allí siempre obtuvo un espaldarazo para sus saltos grandes hacia Cosquín.

La historia de cómo se formó éste joven guitarrero, que circula por las peñas desde los 13 años y hoy da clases en las escuelas, no es muy distinta a la de la mayoría de los músicos de la región. Los primeros 3 o 4 tonos se los pasó su papá, que llegó a Roca desde El Caín, un pequeño poblado de 200 habitantes, clavado en el corazón de la meseta de Somuncura.

En la calle los Cardenales, que antes marcaba el límite norte de General Roca, levantaron su casa Miguel y Luz a fines de los ‘80. Allí criaron a Jonathan y sus cinco hermanos, en condiciones bien humildes.

La música que aprendió en la infancia “nunca dejó de ser un juego”, explica el músico, y hoy la siente del mismo modo, aunque aclara que canta con los ojos cerrados por timidez.

“Mi viejo trabajaba en las chacras y tenía varios amigos golondrinas que llegaban del norte durante las cosechas. Se juntaban en casa a guitarrear, y traían sus cancioneros. Esto es un Do, esto es un Sol, un Sí, decían. Me pasaban los acordes cuando era chiquito. Y así fui aprendiendo”, explicó el músico.

La primera canción que le enseño Miguel fue “Luna cautiva”. Y contó que quedó muy sorprendido cuando años más tarde escuchó la original. “Yo sólo la tocaba al estilo de papá. No me cabía que pudiera ser de otro modo”.

Sus orígenes en barrio Nuevo y las visitas a su abuela Antonina de 85 años en El Caín marcaron la personalidad de Jonathan, a medida que maduraba musicalmente. En ese entorno aprendió el valor de la vida simple y a ser agradecido con los que dan una mano, la importancia del silencio, las tareas sacrificadas y sin quejas en el campo, con carencias, frío y viento. Y sobre todo aprendió a observar la fuerza de los paisajes patagónicos, algo que lo cautiva y refleja en las letras de las canciones que compuso para su CD debut, pronto a salir.

Recuerda que de niño, en las vacaciones de verano que pasaba en el campo, se juntaban con su abuela a escuchar por radio las transmisiones del festival que conducía en aquel entonces Julio Márbiz. “Era nuestro momento mágico, sentir la música bajo el cielo estrellado y después de un día de trabajo”, explicó Ceballes.

Antonina no lo acompañó a su última y “consagratoria” presentación en Cosquín, pese a que Cultura de Río Negro fletó una trafic para llevar a toda la familia. Es que a ella “nadie la saca del campo”, explica el nieto. Prefirió hacerlo desde El Caín, aunque esta vez no fue por la radio, sino en pantalla grande y cómodamente instalada en casa de una vecina.

Aquella noche del 16 de enero del verano que pasó, Jonathan se paró firme frente los reflectores del escenario mayor de la Próspero Molina, chequeó el micrófono, cerró los ojos en su clásico ritual y eludió como pudo el nudo de la emoción. Volvió al canto, mientras su mirada imaginaria se perdía entre mesetas, aguadas y valles.

José De Nino / Néstor Pérez

jldenino@rionegro.com.ar

nperez@rionegro.com.ar

Punteos veloces y falsetes en una etapa “heavy”

Datos

Jonathan Ceballes, como muchos músicos, tuvo también su etapa “heavy” y cantó en la adolescencia temas de “Rata Blanca”. Hoy suele jugar en sus ensayos con punteos ultraveloces en su guitarra “a lo Walter Giardino” y lanzar falsetes vocales agudos y endemoniados. Dice que desde ese estilo musical llegó luego con mayor facilidad a la música clásica.
Además de ser docente en las escuelas primarias, Ceballes estudia el profesorado de música en el IUPA de General Roca e integra como cantante y guitarrista el Ensamble Popular de Fundación Cultural Patagonia junto a reconocidos músicos de la región.

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