“San Antonio Oeste 1914: ‘Esquirlas’ de la gran guerra alcanzan a la región”

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En el cementerio principal de Punta Arenas –Chile– llama la atención una recordación a marineros muertos en la batalla Malvinas. En realidad se trata de un cenotafio que recuerda a los marinos alemanes caídos en los primeros encuentros de envergadura entre las flotas alemana e inglesa durante la Primera Guerra Mundial, hace de aquello y por estos días un siglo exacto. Buscando evitar su captura, la escuadra alemana del Lejano Oriente abandonó su base en Tsingtao –China– a poco de iniciado el conflicto y, frente a escasas alternativas, su comandante el almirante Maximilian Graf von Spee eligió la mítica ruta del Cabo de Hornos para intentar llegar a su país, hecho que irremediablemente los llevaría a chocar con la vigilancia naval inglesa dispuesta en Malvinas. En una primera instancia de este inevitable choque, en aguas del Pacífico, las acciones resultaron favorables a los alemanes quienes, frente a la ciudad chilena de Coronel, destruyeron una escuadra inglesa que intentó interceptarlos. Ya en el Atlántico y creyendo indefensa a Malvinas, el almirante alemán decidió atacar Puerto Stanley, pero el tiempo que demoró su acción y hasta alguna confusión generada por mensajes telegráficos falsos permitieron a los ingleses –heridos en su orgullo– preparar convenientemente la defensa. Los detalles de la trágica batalla que se sucedió al sur de Malvinas, esta vez contraria a los alemanes, son bastante conocidos; frescos aún, impresionaron a Liborio Justo –Lobodón Garra– quien los incluyó en un conmovedor relato en su libro “La Tierra Maldita”. Aquella tragedia que costó la vida de más de 2.000 marinos alemanes –entre ellos el almirante Spee y sus dos hijos– pudo ser evitada sólo por algunos buques, entre ellos el crucero “Dresden” que, auxiliado por el práctico de Punta Arenas Albert Pagels, logró evadir por algún tiempo el acoso de la Royal Navy escabulléndose en el laberinto insular del sur chileno, hasta que fue finalmente hundido en el archipiélago Juan Fernández. Junto al “Dresden” sobrevivió a la batalla el “Seydlitz”, el cual no debe ser confundido con su contemporáneo y homónimo, el gran crucero de batalla de la marina imperial alemana, por cuanto se trataba del trasatlántico de la Norddeutscher Lloyd que circunstancialmente actuaba como buque auxiliar de la flota. Al igual que el “Dresden”, el “Seydlitz” tuvo también su leyenda y como aquél dejó tras su estela, que aún sobrevive, cierta quimera de un perdido tesoro. De todos modos, lo cierto es que en aquellos momentos angustiantes mientras que el primero buscó refugio en aguas chilenas, este otro intentó hacerlo en nuestro extenso y solitario litoral marítimo. Así, poco después y al otro extremo patagónico, nuestra región inmediata también fue rozada por las circunstancias bélicas del momento, “esquirlas” de aquella batalla. Por un lado, porque meses después constituyó la ruta de escape de Wilhelm Canaris, por entonces joven oficial del “Dresden” y más tarde destacado almirante del Tercer Reich. Por otro, porque un día, rompiendo la monotonía, el viejo puerto de San Antonio fue sorprendido por la presencia inusual de un buque de pasajeros de gran porte: precisamente el acosado “Seydlitz”. El historiador Andrés René Rousseaux en referencia histórica a la Prefectura Naval Argentina –institución que integró– recuperó hechos de aquellos momentos; detalles y el desconcierto que representó la sorpresa, para la entonces pequeña población rionegrina, al verse involucrada en una realidad, como la de la Gran Guerra, que percibía lejana y ajena. Botado en 1903, el “Seydlitz” ya había realizado numerosos viajes oceánicos para cuando el inicio de la Gran Guerra lo encontró en el puerto australiano de Sidney. Habiendo logrado abandonar el puerto a tiempo, pudo, en el Pacífico sur, incorporarse como auxiliar a la escuadra del almirante Spee. Tras la batalla de Malvinas y ya sin combustible, el “Seydlitz” debió entregarse en San Antonio el 18 de diciembre de 1914, siendo, posteriormente, trasladado a Puerto Belgrano, sitio donde fue confinado por casi toda la contienda; tras la guerra reanudó sus viajes oceánicos hasta su desguace en 1933. Su paso por el puerto rionegrino constituyó una anécdota más en su larga vida operativa, en la cual el oportuno auxilio en el siniestro del vapor inglés “Volturno” en 1913 y el apoyo a la flota de Spee al año siguiente fueron los hechos más destacados de sus días de mar. Años más tarde y casi en el mismo escenario –un cuarto de siglo exacto y en el Atlántico Sur– la flotilla inglesa destacada en Malvinas choca nuevamente con los alemanes; ironía, coincidencia de la historia, a su frente está uno de los nuevos “acorazados de bolsillo” germanos: el “Admiral Graf Spee”, nombre con que los alemanes buscaron honrar la memoria de su héroe. Otra guerra y nuevas “esquirlas” alcanzarían a la región… otras historias. Omar N. Cricco, DNI 16.563.286 omarncricco@hotmail.com Choele Choel Fotografía: Recordación a los marinos alemanes caídos en la batalla naval de Malvinas, 1914 (Omar N. Cricco, 2013)

Omar N. Cricco, DNI 16.563.286 omarncricco@hotmail.com Choele Choel


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