Un clima de luto se vive en torno de Terri Schiavo

La familia dice que está muy débil y demacrada.

PINELLAS PARK, EEUU, (AFP).- Un clima de luto comenzó ayer a instalarse enfrente al centro de cuidados de Pinellas Park (oeste de Florida) en donde Terri Schiavo aguarda su muerte, y tanto los opositores al hecho como quienes quieren dejarla ir en paz se han volcado a los rezos por su alma. Temprano, como todos los días, el padre de Terri, Bob Schindler, fue a visitar a su hija y minutos después salió del centro caminando lentamente, a diferencia de su habitual paso rápido, como si ya no le importara el acoso de las cámaras.

«Terri se está debilitando, está en sus últimas horas» tras ocho días sin nutrición, dijo. Su madre, Mary, fue a verla el jueves y tuvo que abandonar la habitación porque se sintió enferma viendo a su hija desvanecerse, y su hermana, Suzanne, dijo que parecía una prisionera de Auschwitz.

Sin embargo, la familia no se dio por vencida en los tribunales, pidiendo la reconexión del catéter alimentario que la ha mantenido viva, a pesar de dos reveses en el tribunal federal de Tampa, otros dos en el de Apelaciones de Atlanta y cinco en la Corte Suprema estadounidense. El jueves el tribunal del condado de Pinellas y la Corte Suprema de Florida negaron también sendos recursos que hubiesen tenido el efecto de conectarla.

Ayer aparecieron las primeras camisas negras en señal de luto, vestidas por algunos del centenar de manifestantes que se oponen a su muerte, que pertenecen a grupos conservadores y antiaborto, la mayoría de ellos religiosos.

Estos insisten en que el gobernador del estado, Jeb Bush, interceda y por decreto ordene la conexión de Terri. «Si quisieran podrían salvarla», dijo Bill Hewitt, un cristiano de Tennessee, de 67 años, pidiendo la intervención de la Guardia Nacional y de agentes federales para que saquen a Terri del centro. «Jeb, por favor alimenta a Terri», reza un cartel portado por los manifestantes; «Presidente Bush, gobernador Bush, teman a Dios más que a los hombres», se lee en otro. Pero Bush ya ha dicho que no puede hacer más pese a su sentimiento.

La oración parece ser el único consuelo que les queda a éstos, quienes permanecen hasta horas arrodillados rezando de cara al centro de cuidado, con megáfonos pronunciando mensajes bíblicos o dando testimonio de experiencias similares a las de Terri.

Guardan vigilia bajo el inclemente calor húmedo que azota a Pinellas Park y la lluvia ocasional de estos días, sin que nada los mueva de lugar. Como parte de una protesta planificada, un niño, dos ado

lescentes y otros seis adultos fueron detenidos y esposados ayer por intentar llevarle agua a la paciente en el centro.

Varias personas en sillas de ruedas, paraplégicos o con deficiencias mentales, también se pasean o son paseados entre los manifestantes con carteles que dan fe sobre su recuperación luego de serios traumas. «Soy parapléjico ¿Quién me alimentará?», se lee en uno de los carteles.

Un par de manifestantes que apoyan a Michael Schiavo, el esposo que quiere dejar morir a Terri, y que como mucho han llegado a una docena, se enzarzan de vez en cuando en discusiones con la otra parte, a gritos pero nunca vuela un golpe. «Estoy rezando porque descanse en paz», dice uno de ellos, Raymond Simmons, un militar de Tampa de 35 años de edad. «Esto debió haber acabado hace 15 años». «Quiero que vaya adonde Dios y si Dios quiere que viva, hará un milagro», agrega Pam Shaw, de 29 años. Luego de pensarlo un poco, Marge Weithman, una anciana «pro vida» de 80 años de edad, parece haber aceptado el destino de Terri: «¡Ey! Ese es un buen sitio adonde ir si conoces al Señor».

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