Alcohol de quemar y brasero bajo la mesa
Bueno sería saber cómo se puede compatibilizar costumbres con progreso y carencias con peligros.
La mezcla de nostalgia con carencias tiene un resultado muchas veces previsible: algunas de las cosas que se hacen en este marco tienen que ver con una salida del paso, con superar instancias con los recursos a mano y con la creatividad que no siempre está despegada del peligro.
Y todo este marco no está tampoco ajeno a lo costumbrista, al escenario de carencias, pero también de valentía para resolver cada instancia.
Y el frío, que no es patrimonio de nadie, pero que algunos sienten bastante más, genera todo un escenario que en el fondo termina por estar a la par de las costumbres.
Digo por ejemplo que el clásico olor a humo que muchos sienten cuando alguien se acerca, no necesariamente es sinónimo de pobreza ni de falta de higiene. Calefaccionarse con leña es, en muchos casos, la ausencia de semejante confort como el gas de red o garrafas. Sin ir más lejos, en muchísimos hogares las estufas a leña son el único método de calefacción, más allá del poder económico de la familia.
Sin embargo, hay dos métodos que están de la mano de las costumbres y que cuando el frío comienza a apretar, saltan al primer plano en infinidad de hogares que no tienen más alternativa para subir un poco la temperatura.
Aclaro que no por ser parte de las costumbres están exentos de peligros. Es más, el brasero, el clásico brasero que en tantas casas se pone debajo de la mesa para calentarse los pies, es altamente peligroso. De todos modos, cualquier escenario costumbrista en casas de campo o de pocos recursos, tiene al brasero como parte fundamental cuando el invierno marca su presencia.
La otra, que se da sobre todo donde el gas es muy caro o donde no existe el de red, es la del plato enlozado y lleno de alcohol de quemar. Las calorías que puede generar son pocas, pero sirve para dar algo de calor a bajo costo cuando no hay muchas alternativas, o si se quiere, para presumir que se tiene un calefactor. Claro, lejos estamos de recomendar estos métodos para su uso cotidiano, simplemente que ambas cosas forman parte del escenario de hogares con las mismas necesidades pero con pocas alternativas.
Los dos elementos, a los que se les podría agregar una petaca de cognac o una botella de caña quemada, conjugan costumbres con carencias y con falta de alternativas.
El brasero es el elemento infaltable en muchas casas en cada invierno, donde también hace las veces de hornalla para calentar el agua, y donde además cumple su rol para la cocción de las comidas.
Por eso, costumbres mediantes, cuesta compatibilizar esa realidad con la que marca los cuidados y la prudencia. El brasero, sobre todo el brasero, está integrado al hogar casi tanto como la cocina a leña o el calefón a leña. Y seguro que habrá otros métodos que no ofrecen todas las garantías a la gente, pero que están integrados al hogar, donde más allá del peligro nunca dejarán de estar allí.
De hecho, hay comercios que los venden y hay industrias que los fabrican porque a pesar del progreso y las modernas calefacciones, hay una Argentina que todavía no puede poner en el mismo plano las costumbres con el progreso.
Jorge Vergara
jvergara@rionegro.com.ar
Bueno sería saber cómo se puede compatibilizar costumbres con progreso y carencias con peligros.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios