Guzmán, gerente financiero de un escenario incierto

Contra todos los pronósticos, el conductor de la política económica anunció una prórroga con el Club de París, sin haber cerrado aun el acuerdo con el Fondo. La gestión de la deuda ha sido su principal vocación desde que llegó a la función pública.

Poner orden a las finanzas públicas. El rol principal asignado por el Presidente Alberto Fernández al Ministro Martín Guzmán.

“No hay que esperar de Martín Guzmán el perfil del típico Ministro de Economía que se sienta en conferencia de prensa y presenta un plan integral. Guzmán fue designado como el gerente financiero del país”. Las palabras que hace un par de meses ofreciera a este medio el reconocido economista, doctor en ciencias políticas y consultor financiero en el ámbito privado Pablo Tigani, describen a la perfección el rol que juega el hombre que el Presidente Alberto Fernández puso al frente de la cartera económica.
Un gerente financiero debe velar en primer lugar por el desarrollo y crecimiento de las inversiones y las fuentes de recursos, y segundo por la gestión de la cartera de acreedores.
En cuanto a las fuentes de financiamiento, al arribar a la gestión, el Ministro se encontró con los mercados internacionales vedados para la Argentina, una presión impositiva alta, y la emisión monetaria como única herramienta, lo cual se agravó con la llegada del Covid.
Respecto a la gestión de la deuda, el desafío era desentrañar el enorme desbarajuste que dejara como legado la gestión Macri, que llevó la deuda externa del 45% del PBI al 90% en solo tres años, y dilapidó en apenas uno, un exhorbitante crédito por u$s 44.000 millones otorgado por el FMI. Para comprender el despropósito, vale mencionar que una suma similar a la que el Fondo prestó solo a la Argentina, es la que el propio organismo propone implementar como programa de asistencia para todo el mundo a raíz de la pandemia.

“Resolver la cuestión de las deudas insostenibles es un pilar fundamental en el proceso de tranquilizar la economía”.

Ministro Martín Guzmán
al anunciar el acuerdo con el Club de París


En el camino de normalizar la cartera de acreedores del país, Guzmán fue cuestionado una y otra vez. Formado al amparo del premio nobel Joseph Stiglitz, quien en repetidas oportunidades ha señalado las irregularidades del sistema financiero internacional, sus formas suelen no gustar, y mucho menos sus definiciones de política económica. Su tono cancino y pausado, enardece a sus contrincantes políticos (tanto fuera como dentro del gobierno), y aún mas a los analistas económicos. Muchos de ellos son representantes tácitos de los intereses financieros con los cuales Guzmán debe negociar. Los rumores acerca de la salida del Ministro, se alzaron con fuerza al menos en tres oportunidades en el año y medio que lleva en el puesto.
Con todo, el joven funcionario platense ha sorteado una y otra vez no solo los intentos por socavarlo, sino los desafíos en relación a la gestión de la deuda.
Así fue el año pasado, cuando la city porteña descreía de un acuerdo con los bonistas privados, el cuál finalmente se cerró con una aceptación del 99%. La tradición indicaba que el camino lógico era acordar previamente con el Fondo y luego buscar el aval de los bonistas. Guzmán eligió el camino inverso, y a contramano de los pronósticos, tuvo éxito.
Así vuelve a suceder este año con el Club de París. Nunca antes un país había alcanzado un acuerdo con el grupo de acreedores europeo sin antes haber acordado con el FMI. Guzmán volvió a romper el molde.
El Ministro anunció esta semana que se alcanzó una prórroga para la cancelación de los u$s 2.400 millones que Argentina debía cancelar en julio. El nuevo plazo es el 31 de marzo de 2022.
El monto luce pequeño en relación al total de la deuda argentina, pero el pago de una sola vez hubiese ahogado las cuentas fiscales en un escenario complejo. El alivio financiero es sensible, también el político. Caer en default hubiese significado un incremento inmediato del riesgo país, un deterioro de las expectativas, y probablemente mayor presión sobre el dólar en la previa de las elecciones legislativas.
En los próximos ocho meses, Argentina solo deberá pagar al Club de París u$s 430 millones.
Naturalmente el telón de fondo del acuerdo, es un aval no explícito pero concreto del FMI. En este sentido, la gira europea del Presidente en el mes de mayo fue una llave que terminó destrabando el entendimiento con el Club de París. En la fugaz visita al viejo continente, el mandatario cosechó el apoyo de sus pares en Francia, Italia y Alemania, recibió el respaldo del Papa Francisco, y culminó el viaje en una cumbre con la Directora Ejecutiva del FMI, Kristalina Georgieva.

Gira europea. La llave para destrabar el acuerdo con el grupo de acreedores europeos.


¿Puede el capítulo “Club de París” ser señal de un inminente acuerdo con el Fondo? El propio Guzmán puso paños fríos y aclaró que el límite del 31 de marzo no aplica a la negociación con el FMI. “Nuestro objetivo es tener un buen acuerdo, cuanto antes mejor, pero la prioridad es que sea bueno”, aclaró durante la conferencia de prensa en que se anunció el acuerdo con el Club de París.
Lo cierto es que tanto el gobierno argentino como el organismo multilateral comprenden la responsabilidad que le cabe a cada una de las partes en el entuerto que sendas administraciones anteriores les legaron, y que el acuerdo que buscan y ambas partes necesitan, será una vez más inédito y extraordinario.
Argentina deberá honrar la deuda soberana asumida por el país, más allá del gobierno de turno. El Fondo deberá de alguna forma reparar el error de haber violado su propio estatuto, habilitando un crédito que se usó para financiar la salida de capitales de un un país con crisis de balanza de pagos, y el haber permitido que ese mismo crédito sea el más grande otorgado jamás a un solo país desde la creación del organismo en 1947.
Aún si el gobierno argentino solo logra imponer su intención de que el FMI reduzca la tasa de intereses punitorios, podrá contarse como un nuevo éxito del gerente financiero de la administración pública. Si además se pauta un plazo mayor a los 10 años que siempre han caracterizado los “acuerdos de facilidades extendidas” firmados con el Fondo, habrá todavía más motivos para considerar extraordinario el entendimiento.
Paradojas del destino (o no), el éxito en la negociación con el Club de París, quedó opacado al día siguiente cuando Morgan Stanley Capital International (MSCI) bajó de categoría a la Argentina. Desde el año 2018, para una de las principales calificadoras de riesgo del mundo, el país ostentaba la categoría de «País Emergente». Hasta ese momento Argentina ocupaba la categoría de «Mercado de Frontera». Los operadores y analistas financieros especulaban con que MSCI volvería a colocar al país en dicha categoría, pero en cambio lo redujo a una todavía peor, la de «Standalone». Una etiqueta guardada para mercados «independientes», o mas bien «aislados» del resto del mundo financiero.
El castigo de MSCI a la Argentina, no será inocuo en materia financiera, precisamente la que Guzmán vino a gestionar. Los activos argentinos valdrán menos, aumentará el riesgo país, y probablemente se incremente la presión cambiaria.

El castigo de MSCI a la Argentina, no será inocuo en materia financiera, precisamente la que Guzmán vino a gestionar.

No obstante, es insoslayable tener en cuenta el rol disciplinador que tiene la calificación financiera a nivel global. Las calificadoras pretenden una liberación total de la cuenta capital y «recomiendan» a los países evitar todo tipo de controles sobre el flujo, entrada y salida de capitales, y ven con buenos ojos a la hora de establecer las etiquetas, a aquellos países en los que el estado interviene menos, y el mercado decide más. Con el cambio de gobierno, MSCI había «advertido» a la gestión Fernandez sobre las «consecuencias» que tendrían los controles que el actual gobierno repuso al inicio de 2020.
La paradoja es evidente: MSCI le subió la nota a la Argentina mientras el gobierno de Mauricio Macri hiper endeudaba el país, dilapidaba un crédito exorbitante del FMI y generaba el desbarajuste financiero más importante del que se tenga memoria al menos desde 2001. Por el contrario, le baja la nota al país tras una reestructuración de deuda que tuvo una aceptación del 99%, cuando se acaba de anunciar un acuerdo con el Club de París, y existe consenso político internacional para alcanzar un entendimiento extraordinario con el FMI.
Es difícil no creer que el de MSCI, se trata de un castigo más ideológico que económico.

Es insoslayable tener en cuenta el rol disciplinador que tiene la calificación financiera a nivel global.


Las noticias para el Ministro no obstante, no se reducen únicamente a la gestión de la deuda.
En relación a las fuentes de financiamiento, el dato de esta semana es que el comercio exterior sigue mostrando un crecimiento de las exportaciones y un saldo positivo que promediando el año, puede proyectarse por encima de los u$s 10.000 millones para todo el 2021.
Al respecto, los términos del intercambio favorables que surgen de una cotización extraordinariamente alta de la soja, son sin duda un elemento exógeno que juega a favor.


El informe sobre “Intercabio Comercial Argentino” publicado esta semana por el Indec, muestra que en el acumulado entre enero y mayo de este año, las exportaciones crecen al 24,4%, mientras que las importaciones lo hacen al 42,3%. Sin embargo, hay que considerar que 2020 fue un año en que las importaciones fueron especialmente bajas debido a las dificultades y restricciones que la pandemia impuso al comercio global.
Si se observa el gráfico adjunto, se advierte que el nivel de exportaciones de los primeros cinco meses de 2021, es el más alto de los últimos siete años, y que el saldo comercial de este año, es el segundo más alto desde 2014.
Los datos respaldan la estrategia una y otra vez declamada por el Ministro en cuanto a la necesidad de fortalecer el comercio como llave financiera para el crecimiento sostenido.


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