Fuguet retrata generaciones perdidas en «Cortos»

Personajes desenfocados pueblan su último libro.

 

BUENOS AIRES.- El escritor y cineasta chileno Alberto Fuguet llegó a la Argentina para presentar su último libro «Cortos», en el que desarrolla con una escritura muy cinematográfica ocho relatos interconectados por el azar, a través de personajes «perdidos» y «desenfocados».

«Me parece que los personajes reflejan a buena parte de la gente que anda circulando por la calle que está un poquito perdida, que es mi nueva palabra fetiche porque es muy moderna y tiene que ver con estar fuera de foco interna y externamente. Creo que los desencajados y desenfocados somos más de lo que la gente cree; al menos, yo no veo un ejército de personas yendo sin ninguna duda y con todo claro», soltó Fuguet en una entrevista con Télam.

Con una película ya filmada («Se arrienda») y otra en camino (está por empezar el rodaje de «Perdido») Fuguet se volcó en esta última obra a dejar en evidencia su faceta cinéfila, a través de elementos típicos de los guiones cinematográficos, como indicaciones del lugar y de los planos, letras subrayadas en negritas, diversas tipografías, fotos y separadores: una estética que se aleja por completo de las clásicas ediciones de novelas.

«El año sobre el cual les quiero contar lo llené asistiendo a un preuniversitario para niños ricos a la deriva. Yo no era rico pero intuía que estaba a la deriva», lanza el narrador en «Prueba de aptitud», el primero de los cortos, en el que la suerte de tres estudiantes se cruza trágicamente.

En «Santiago» un joven regresa a su Chile natal, luego de muchos años de ausencia, mientras que en «Hijos» se cuenta la historia de una pareja que no quiere tenerlos y que conoce a dos ancianos, mientras que en «Más estrellas que en el cielo» dos nóveles cineastas son confundidos, en California, por choferes de «estrellas de cine».

«Se trata de fracturas personales. No es la historia de una caída de una nación o de alguien que sufre un accidente y queda paralítico: son los tropiezos del día a día. Yo la veo como una novela fragmentada, sobre un grupo de amigos que no lograron ser lo que querían ser, y eso es un fracaso colectivo personal, no tan tremendo, pero tampoco es menor», sostuvo.

Los personajes de los cortos de Fuguet ponen sobre la mesa diálogos plagados de dilemas muy actuales y generacionales, como que «la felicidad sólo puede ser perse

guida por aquellos que son solteros o no tienen descendencia», que «los recuerdos están sobrevalorados», o que «lo perfecto ya pasó, ahora viene la era de lo feo pero con onda».

Según Fuguet, «Cortos» es «lado b» de su último libro, «Las películas de mi vida», dos obras que fueron concebidas juntas. «Para mí, es una especie de combo literario cinematográfico y tienen que ver con mi estado de ánimo cuando los escribí y con el hecho de que estoy cada vez más cerca del cine. 'Las películas de mi vida' fue como un Donald, muy pop, con mucho color y de larga duración, mientras que «Cortos» era mucho más breve, simple y en blanco y negro».

Editado por Alfaguara, la portada del libro es totalmente despojada de imágenes y de un nítido blanco, y fue diseñada por el propio Fuguet, al igual que la anterior. «Me gusta estar cada vez más involucrado en todo lo que hace al libro, no sólo los textos sino también el diseño y hasta la biografía del escritor».

El autor de «Mala Onda» y «Por favor, rebobinar» dijo que se ha sentido muy dañado por algunos biografías que se escribieron sobre él, acerca de que se crió en los Estados Unidos y que su idioma natal es el inglés. «Eso es así, pero creo que es un dato menor, porque se utilizó de tal manera que tiñó toda mi carrera y mucha gente terminó diciendo que yo no soy chileno».

«Y eso que mis biografías han sido bastante normales, en comparación con algunos que cuentan: 'me gusta fumar desnudo escuchando jazz' o 'tengo un gato que se llama Pipín' y cuando leo eso lo único que puedo pensar es que no voy a leer a ese boludo», ironizó Fuguet. Sus inicios en la escritura se relacionan con su llegada de California a Chile, entre otras cosas, porque escribir no tiene acento. «Incluso, mis primeros libros tienden a pecar de ser más chilenos de lo necesario, porque yo quería demostrarle al mundo que era parte de ellos», se justificó el escritor. «Si siguiera viviendo en los Estados Unidos, es difícil que me hubiera transformado en escritor: es probable que fuera un típico 'californian boy', no sé si un surfista, pero a lo mejor trabajaría en un mall, administrando una tienda de zapatillas», bromeó.

MERCEDES EZQUIAGA

Télam


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