Cayó «El Tapir»

Redacción

Por Redacción

Pasión.

Esa es la palabra que lo define más acabadamente. Pasión por la Argentina. Por la política. Por el debate amplio y generoso de las ideas. Por el tango, sobre el cual escribió libros. Pasión por la noche larga de larga conversación. Ahí, en un restaurante de Uruguay ¿Monterrey?, entre Lavalle y Tucumán.

Pasión a pleno aquella tarde de finales de los '40 cuando lo tomó del hombro a su amigo Ernesto Sábato y le dijo: «Yo me encargo». Y salió otra edición de «El Túnel».

Así fue Rogelio Frigerio, «El Tapir».

Autodidacta de exquisita textura intelectual. Capaz de hablar horas sobre Goya y Los Desastres de la Guerra. O de encontrárselo en «El Ateneo» hurgando en procura de «esa edición de 'Germinal' que una vez…».

«El Tapir» dividió aguas en la política argentina. Aceptado o despreciado.

Comenzó abrevando en el marxismo. En los viejos y amarillos manuales del PC.

Pero a la hora de la militancia adulta, recaló en el desarrollismo. Vio en esa línea del pensamiento socio-económico un andamiaje adecuado para situar a la Argentina en un capitalismo seductor para el conjunto.

Ahí, fue carne y uña con ese estadista que se llamó Arturo Frondizi.

Se conocieron cuando agonizaba el régimen peronista. Pero en el marco de la Libertadora los dos tejieron un convencimiento que en aquel tiempo pareció insólito: no habría sistema político sin el peronismo. Realismo crudo.

La historia les dio la razón.

«El Tapir» operó en decisiones trascendentes que, como tales, partieron al país en dos. Timoneó el Pacto Perón-Frondizi. Y cuando con los años se le preguntaba cuánto había costado, ponía cara de poker y un gesto cardinalicio hacía el resto.

Y fue pieza decisiva junto a otro Sábato, Arturo, en la política petrolera más coherente que ha tenido Argentina.

Asumió la política sin generarse tensiones éticas muy exigentes. Como ese talento que tanto admiró, Carlos Pellegrini, sabía que la política también es barro.

Buscó y buscó siempre, frentes con el peronismo. Ponerle «cerebro al mastodonte», decían sus colaboradores. El peronismo lo sumó. También lo maltrató.

No fue hombre de rencores. Pero su mirada se tornaba ausente por largo rato cuando recordaba la anulación de los contratos petroleros por parte de Arturo Illia.

Un equívoco que aún se arrastra.

Y «El Tapir», a igual que Frondizi, también con equívocos: terminaron sus días de política activa dándoles palenques a los «carapintadas». Qué lástima.

Cayó «El Tapir». No pasó en punta de pies por la historia.

CARLOS TORRENGO


Pasión.

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