“La cinta blanca”, de Alemania

“Das weisse band” (“La cinta blanca”), del cineasta austríaco Michael Haneke, es una escalofriante pintura de la sociedad de un pueblo de Alemania a principios del siglo XX, que fue ya coronada con la Palma de Oro del Festival de Cannes. Filmada en blanco y negro, con un ascetismo narrativo y un rigor fotográfico que corresponde perfectamente a la aspereza de la historia contada, “La cinta blanca” nos transporta a un pueblo del norte de Alemania en el año que precede al estallido de la Primera Guerra Mundial. El enorme Michael Haneke hace con “La cinta blanca” un ensayo de su inconfundible irreverencia. El director realiza una análisis –devenido en crítica– perfecto de las sociedades alemanas de la preguerra, sin olvidarse de hacer cine en un nivel sobresaliente. Una fotografía exquisita, un guión de pulso constante, soberbias interpretaciones y un argumento que destila contenido, hacen de “La Cinta Blanca” una película de aroma clásico, que invita al espectador a la más fina lectura, ofreciéndole un guión inteligente, sin lugares comunes, que obliga a ejercicio de interpretación más intenso y que hacen del trabajo final una finísima pieza audiovisual. El enigma es una constante a lo largo de toda la película. La reconstrucción del rancio estilo de vida en los pueblos alemanes de principios del siglo pasado y la exposición de las miserias más recalcitrantes ocultas detrás de normas educativas y costumbres regidas por el castigo, la represión y el odio, son el recurso con el que el director austriaco muestra las entrañas del pueblo donde transcurre la historia, mostrándonos el preludio del caos fascista que viviría Alemania años más adelante, el génesis del horror creado desde las instituciones y sostenido en el núcleo de familias adoctrinadas, permeables, sin capacidad de decisión propia.


“Das weisse band” (“La cinta blanca”), del cineasta austríaco Michael Haneke, es una escalofriante pintura de la sociedad de un pueblo de Alemania a principios del siglo XX, que fue ya coronada con la Palma de Oro del Festival de Cannes. Filmada en blanco y negro, con un ascetismo narrativo y un rigor fotográfico que corresponde perfectamente a la aspereza de la historia contada, “La cinta blanca” nos transporta a un pueblo del norte de Alemania en el año que precede al estallido de la Primera Guerra Mundial. El enorme Michael Haneke hace con “La cinta blanca” un ensayo de su inconfundible irreverencia. El director realiza una análisis –devenido en crítica– perfecto de las sociedades alemanas de la preguerra, sin olvidarse de hacer cine en un nivel sobresaliente. Una fotografía exquisita, un guión de pulso constante, soberbias interpretaciones y un argumento que destila contenido, hacen de “La Cinta Blanca” una película de aroma clásico, que invita al espectador a la más fina lectura, ofreciéndole un guión inteligente, sin lugares comunes, que obliga a ejercicio de interpretación más intenso y que hacen del trabajo final una finísima pieza audiovisual. El enigma es una constante a lo largo de toda la película. La reconstrucción del rancio estilo de vida en los pueblos alemanes de principios del siglo pasado y la exposición de las miserias más recalcitrantes ocultas detrás de normas educativas y costumbres regidas por el castigo, la represión y el odio, son el recurso con el que el director austriaco muestra las entrañas del pueblo donde transcurre la historia, mostrándonos el preludio del caos fascista que viviría Alemania años más adelante, el génesis del horror creado desde las instituciones y sostenido en el núcleo de familias adoctrinadas, permeables, sin capacidad de decisión propia.

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