Teniente Francisco G. Ibáñez
“Ibáñez era un montañés y un oficial de carrera. Él subió varias veces al Aconcagua y a varias otras cumbres de Mendoza. Estuvo también en el año 1951 en la Expedición Francesa al Fitz Roy y por ello fue luego invitado junto a otros a Francia para hacer un curso de alpinismo que era buenísimo. Volvieron con mucha experiencia. Arriba del Dhaulagiri, cuando yo decidí bajar por mis piernas heladas, él decidió quedarse. Yo traté de convencerle porque suponía que tenía algo. Él me dijo que tenía que quedarse como apoyo a la cordada que seguía que eran Watzl y Magnani y los Sherpas. Cuando éstos se decidieron a bajar, unos pocos metros antes de la cumbre, llegaron hasta Ibáñez que ya no estaba muy bien. Desde esa base, el campamento VII, hasta el campamento VI todavía caminó. Allí no pudo más y los otros dos siguieron hasta abajo donde estaban los demás. Allí estaba el andinista chileno Busquet, Fernando Grajales de Mendoza y otros. Lo fueron a buscar y como tenían que bajar por una pared, lo pusieron en una bolsa de dormir para poder bajarlo al campamento en donde estaba el médico. Allí quedó dos días. Las inyecciones no tuvieron efecto en Ibáñez. En una especie de canasta comenzaron a bajarlo hasta el campamento Base. Lo siguieron bajando hasta Beni, una misión inglesa en la que había una médica, y en que cada tanto venía un avión. Continuamos viaje y finalmente pudimos sacarlo en avión hasta Katmandú donde falleció. Antes de que lo embarcáramos llegó el telegrama de Argentina que le informaba del nacimiento de su hijo dos meses antes.”
Expedición solitaria
“El Himalaya tiene las cumbres más deseadas por todos los escaladores mundiales. La cumbre más alta es el monte Everest del lado este y la segunda más alta el K2 en la parte oeste, algo que es muy curioso. El año en que nosotros subimos al Dhaulagiri éramos los únicos en esa montaña. Ahora esto es imposible por la cantidad de escaladores y expediciones que se amontonan frente a las cumbres más famosas. En aquella época la expedición más famosa había sido la de Edmund Hillary y Tenzing Norgay al Mount Everest un año antes. Nosotros lo encontramos a Hillary a la vuelta en Katmandú en la embajada Nepalesa junto a George Lowe. Era un tipo muy tranquilo, normal, humilde. George Lowe hizo todos los escalones de la pared del lado norte del Lhotse que Hillary luego aprovechó para subir al Everest. Lo más curioso es que a George Lowe, que era un maestro de Nueva Zelanda, lo volví a encontrar luego en la Antártica en una base que los ingleses habían instalado y que se llamaba “Shackleton”. De allí partió luego la primera expedición al polo sur que cruzó toda la Antártica y en la que George Lowe participó como documentalista.
Volviendo al Himalaya, los franceses habían estado en el Dhaulagiri unos años antes que nosotros, pero del lado sur. Por eso nosotros tuvimos que hacer caminos, sendas y puentes por el valle del Mayangdi Kola. Ellos, liderados por Maurice Herzog, vinieron del otro lado y llegaron a un paso que todavía hoy se llama “El Paso de los Franceses”. Nuestro campamento base, debajo de la Pared Norte, estaba a sólo cuatro kilómetros de ese lugar. Cuando ellos vieron la Pared dijeron esto no lo hacemos y pegaron la vuelta y subieron al Annapurna, el primero de los “ochomiles” del mundo en ser conquistado. Herzog, el jefe, perdió en la expedición todos los dedos de sus manos y sus pies.(1)”
(1) Para entender la hazaña de la expedición argentina podemos mencionar que una de las razones por las cuales la expedición francesa decidió cambiar el objetivo fue la poca confiabilidad de los mapas de la india con que contaban sobre la región. Ni los glaciares ni las laderas estaban en el lugar correcto. Hoy esto ya no es un problema. (N.d.A)
En los suburbios de Calcuta
Yo tenía 25 años cuando fui al Dhaulagiri. Cuando terminó la expedición todos volvimos a casa por distintos caminos. Yo aproveché estando allá porque tenía un conocido que era misionero en Bengala, cerca de Calcuta. Por el camino fuimos por Benares, la ciudad sagrada de la India y vimos como se bañaban en el río y quemaban sus muertos. Fuimos al Taj Mahal, algo fantástico. Antes de irnos, mi amigo nos mostró un poco y dice tienes que conocer a la Madre Teresa porque le va a encantar escuchar a alguien hablar en nuestro idioma. Porque la Madre Teresa era de Albania y hablaba serbo-croata. Yo soy esloveno que es otro idioma pero en el colegio teníamos que aprender algo de croata. Ella estuvo feliz de hablar con nosotros. No era famosa en aquel entonces. Nos impresionó tanto que hasta tuve un momento de pensar que pasa si me quedo un año para ayudar. Ella levantaba moribundos de la calles, los mantenía hasta que se recuperaban o se morían. Con una cucharadita les daba sopa a los que estaban tirados en la calle. Les ayudaba a morir dignamente a esa gente. En los suburbios de Calcuta, ¡lo que hemos visto ahí! Es impresionante, leprosos, ver morir y nacer gente, todo lo que es la vida se veía en los zanjones a lo largo de esas calles. Por eso quería ayudar pero por cobarde no lo hice y me quedé. Para meterse en algo así hay que tener mucho valor. Yo me siento afortunado de haber conocido una santa en mi vida, eso no le pasa a cualquiera. A mi me tocó.
“Ibáñez era un montañés y un oficial de carrera. Él subió varias veces al Aconcagua y a varias otras cumbres de Mendoza. Estuvo también en el año 1951 en la Expedición Francesa al Fitz Roy y por ello fue luego invitado junto a otros a Francia para hacer un curso de alpinismo que era buenísimo. Volvieron con mucha experiencia. Arriba del Dhaulagiri, cuando yo decidí bajar por mis piernas heladas, él decidió quedarse. Yo traté de convencerle porque suponía que tenía algo. Él me dijo que tenía que quedarse como apoyo a la cordada que seguía que eran Watzl y Magnani y los Sherpas. Cuando éstos se decidieron a bajar, unos pocos metros antes de la cumbre, llegaron hasta Ibáñez que ya no estaba muy bien. Desde esa base, el campamento VII, hasta el campamento VI todavía caminó. Allí no pudo más y los otros dos siguieron hasta abajo donde estaban los demás. Allí estaba el andinista chileno Busquet, Fernando Grajales de Mendoza y otros. Lo fueron a buscar y como tenían que bajar por una pared, lo pusieron en una bolsa de dormir para poder bajarlo al campamento en donde estaba el médico. Allí quedó dos días. Las inyecciones no tuvieron efecto en Ibáñez. En una especie de canasta comenzaron a bajarlo hasta el campamento Base. Lo siguieron bajando hasta Beni, una misión inglesa en la que había una médica, y en que cada tanto venía un avión. Continuamos viaje y finalmente pudimos sacarlo en avión hasta Katmandú donde falleció. Antes de que lo embarcáramos llegó el telegrama de Argentina que le informaba del nacimiento de su hijo dos meses antes.”
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