Cuarenta años sin Janis Joplin
Fue al lobby del hotel en Hollywood en el que vivía desde hacía algunas semanas y buscó cambio para comprar cigarrillos. Habló con el portero que cubría el turno noche. Él mismo lo recordó luego. Aún tenía el dinero en la mano cuando fue encontrada muerta 12 horas después, encajada entre la mesa de luz y la cama. Hace 40 años, un 4 de octubre, Janis Joplin moría por sobredosis de heroína. El forense del condado de Los Ángeles calificó la muerte del ícono del flower-power, a los 27 años, como accidente: la heroína que le había vendido el dealer era inusualmente pura. Combinada con la bebida favorita de Joplin, Southern Comfort, fue una mezcla letal para su corazón. Sus amigos lo vieron distinto: “Janis murió de una sobredosis de Janis”, dijo el roquero Eric Burdon, de The Animals. Probablemente Joplin no hubiera tenido paciencia para llegar a la edad de la jubilación. “Prefiero diez años de ‘superhypermost’ que tener 70 años y estar sentada todo el día delante del televisor. Uno vive ahora, ¿cómo esperar?”, era su credo. Atravesó la década según el lema de los 60: “Vive intensamente, muere rápido”. En la ciudad de Port Arthur en Texas, donde creció, Janis Joplin ya era considerada beatnik cuando nadie sabía muy bien qué era eso en realidad. A los 17 años se escapó y viajó por todo el país. Hizo furor con una de las voces más singulares de su generación. Sus burlas sobre el establishment y su vulnerabilidad ante el amor no correspondido (“Piece of My Heart”) no las cantaba, sino que las gritaba al micrófono. Bramaba, resollaba, suspiraba y susurraba sus textos. Muchas veces se la veía con el micrófono en una mano y la botella de whisky en la otra sobre los escenarios. Su vida terminó en 1970 en el cuarto de hotel. En pocos meses murieron otras dos leyendas del movimiento juvenil, Hendrix y Jim Morrison. Fue el fin de una era. Joplin organizó bien su testamento: según su voluntad, fue cremada y sus cenizas arrojadas al Pacífico, cerca de San Francisco. A sus amigos les dejó 2.500 dólares, para que celebraran una gran fiesta.
Fue al lobby del hotel en Hollywood en el que vivía desde hacía algunas semanas y buscó cambio para comprar cigarrillos. Habló con el portero que cubría el turno noche. Él mismo lo recordó luego. Aún tenía el dinero en la mano cuando fue encontrada muerta 12 horas después, encajada entre la mesa de luz y la cama. Hace 40 años, un 4 de octubre, Janis Joplin moría por sobredosis de heroína. El forense del condado de Los Ángeles calificó la muerte del ícono del flower-power, a los 27 años, como accidente: la heroína que le había vendido el dealer era inusualmente pura. Combinada con la bebida favorita de Joplin, Southern Comfort, fue una mezcla letal para su corazón. Sus amigos lo vieron distinto: “Janis murió de una sobredosis de Janis”, dijo el roquero Eric Burdon, de The Animals. Probablemente Joplin no hubiera tenido paciencia para llegar a la edad de la jubilación. “Prefiero diez años de ‘superhypermost’ que tener 70 años y estar sentada todo el día delante del televisor. Uno vive ahora, ¿cómo esperar?”, era su credo. Atravesó la década según el lema de los 60: “Vive intensamente, muere rápido”. En la ciudad de Port Arthur en Texas, donde creció, Janis Joplin ya era considerada beatnik cuando nadie sabía muy bien qué era eso en realidad. A los 17 años se escapó y viajó por todo el país. Hizo furor con una de las voces más singulares de su generación. Sus burlas sobre el establishment y su vulnerabilidad ante el amor no correspondido (“Piece of My Heart”) no las cantaba, sino que las gritaba al micrófono. Bramaba, resollaba, suspiraba y susurraba sus textos. Muchas veces se la veía con el micrófono en una mano y la botella de whisky en la otra sobre los escenarios. Su vida terminó en 1970 en el cuarto de hotel. En pocos meses murieron otras dos leyendas del movimiento juvenil, Hendrix y Jim Morrison. Fue el fin de una era. Joplin organizó bien su testamento: según su voluntad, fue cremada y sus cenizas arrojadas al Pacífico, cerca de San Francisco. A sus amigos les dejó 2.500 dólares, para que celebraran una gran fiesta.
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