El celibato sacerdotal
Humberto Guglielmin, DNI 10.401.180
BAHÍA BLANCA
Siempre existieron entre los laicos el celibato y la virginidad voluntarios; no así el celibato obligatorio para quienes pretendían ser sacerdotes. El celibato religioso es aquella opción de vida que obliga a los aspirantes al sacerdocio a renunciar para siempre a toda actividad sexual y al matrimonio, para dedicarse a una tarea que hace muy conveniente estar libre de ataduras familiares y así poder dedicarse de lleno a una tarea juzgada superior, como es la de predicar el Evangelio y atender a las necesidades espirituales del pueblo cristiano. Puede decirse que durante los cuatro primeros siglos de la historia de la iglesia el celibato no era obligatorio, el sacerdote y su familia vivían en el mismo entorno y compartían la forma de vida del resto de la población; la respetabilidad se la daba su forma ejemplar de vida. La transición hacia el celibato obligatorio fue muy traumática.
Según el reconocido historiador austríaco Cardenal Alfons Stickler, (1910/2007), la continencia sacerdotal masculina, además de la razón antedicha – dedicarse con libertad a la tarea evangelizadora- también tiene que ver con la herencia de culturas anteriores al cristianismo pero que ejercieron su peso en él; por ejemplo, en la cultura judía de entonces la mujer era tenida como un ser inferior y sucio, y el encuentro sexual entre hombre y mujer era tenido como un acto animal, que quitaba dignidad al hombre. Aristóteles afirmaba que la mujer era un hombre venido a menos, y la creencia en su inferioridad campea en las culturas Persa (actual Irán), Hebrea, Griega, Romana y otras. En Apocalipsis 14-4, San Juan escribió “Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes…” En nuestros tiempos, por supuesto que no en público, ¿la opinión del varón sobre las mujeres es absolutamente distinta?
A pesar de lo que digan muchos hombres, estúpidos o no, Dios eligió a una mujer, la Virgen María para que fuera la madre de Jesús, el Salvador de la humanidad. Es la mayor de las reivindicaciones posibles del género femenino y motivo de gran orgullo para ellas.
La continencia masculina y la virginidad femenina, fueron conductas muy admiradas ya desde la antigüedad, porque suponían una autodisciplina poco común; constituían una victoria sobre las pulsiones de nuestra animalidad, que añadía respetabilidad a los filósofos, a los sacerdotes y a las sacerdotisas de entonces.
Obviamente, el celibato supone no solo no contraer matrimonio, sino también el completo control de todo lo que se relaciona con el apetito sexual, y por esta razón el sacerdote hace voto de castidad perpetua.
EL CELIBATO Y LA ACTUALIDAD
Desde hace algunos años salen a la luz graves escándalos cometidos en el pasado y también en el presente por integrantes del clero de todas las jerarquías. Seguramente en el pasado también se dieron estos hechos, pero no trascendían. Hoy el encubrimiento que se venía practicando para evitar el escándalo entre los fieles católicos no se tolera, ni por la sociedad ni por la misma iglesia. Las máximas instancia de la iglesia, comenzando por el Papa y por las Conferencia Episcopales de los diversos países, han reconocido los hechos y han puesto a disposición de la justicia a los acusados para que sean juzgados por sus hechos.
Muchos de estos despreciables delitos no son exclusivos de la iglesia católica; se han multiplicado en todas las instituciones en forma escandalosa, pero, en el caso de la iglesia, adquieren particular resonancia por tratarse de una institución cuya doctrina, basada en “los Diez Mandamientos”, predica lo contrario. Estas personas han dañado severamente la imagen de la Iglesia y provocado el escándalo entre los fieles. Son personas que violaron el juramento de castidad perpetua y se mantuvieron sin escrúpulos ejerciendo el sacerdocio. Muchos de ellos incurrieron en un delito común particularmente despreciable, como es el abuso de menores.
Es una realidad grave, gravísima, que invita a una reflexión seria y responsable sobre la forma de evitar que estas conductas se repitan dentro del clero. Muchos católicos se muestran fuertemente decepcionados de su clero, y el daño hecho a la Iglesia es inconmensurable. Para muchas personas el sacerdote es un referente y apoyo imprescindible de su fe y, enterarse de estas conductas, les produce un cataclismo en su religiosidad.
Sin embargo, ninguno de los acusados ingresó al clero abierto a la posibilidad de delinquir y burlarse de la Iglesia y de los Diez Mandamientos; todo lo contrario, ingresaron llenos de idealismo y ánimo para trabajar al servicio de Dios y de los hombres. Pero, ¿qué les sucedió? ¿Qué explicación seria puede haber para semejante cambio? ¿Qué medidas habría que tomar?
Son muchos los que creen tener una explicación que consideran “obvia”, y están dispuestos a revelarla incluso gratuitamente: “¡la solución está en la eliminación de la obligatoriedad del celibato! ¡Que los curas se casen, como sucede con los curas católicos del Este de Europa!”. Pero, ¿tan sencilla es la solución?
EL CELIBATO OBLIGATORIO A LO LARGO DE LA HISTORIA
El celibato obligatorio tuvo muy variadas alternativas a lo largo de la historia de la Iglesia Católica, no existió siempre. San Pedro, el primer Papa, estaba casado, tanto que Jesús curó a su suegra (Mateo 8: 14-17); no se conocen otros detalles de su familia.
Los primeros cuatro siglos fueron para la iglesia un terrible período de persecuciones en el que muchos millares de cristianos fueron martirizados por negarse a adorar a los dioses de Imperio Romano y al propio Emperador. Durante ese largo período estaban obligados a llevar una vida sin exposiciones y a ocultarse para practicar el culto y enterrar sus muertos en las catacumbas. Los Papas sucesores de San Pedro: Lino, Cleto, Clemente, Evaristo, etc., etc. también llevaron una vida muy discreta y poco visible y por eso su autoridad no era todavía reconocida universalmente. Se supone, a falta de documentos, que por lo menos algunos de ellos eran personas mayores y casadas. (Normalmente, para ser Papa había que ser presbítero y presbítero significa “el más anciano” de los cristianos del lugar, a quien se le confería el orden sacerdotal, y no importaba si se había casado o no)
En el año 149 a.C. la Republica Romana sancionó la “Lex continentiae” que tenía como objetivo regular duramente la conducta sexual de sus funcionarios para así mantener el prestigio de la República. En el s.VI, probablemente inspirándose en esta ley, hubo documentos que pedían a la jerarquía eclesiástica católica la abstención de relaciones conyugales el día previo a la celebración eucarística. Esta disposición estaba dirigida a clérigos, obispos y Papas. Se los suponía casados.
El Papa Hormisdas (514) fue designado para ese cargo siendo solo un diácono, viudo y con un hijo, Silverio, que lo sucedería en el cargo. (a lo largo del siglo VI, al menos cuatro Papas estuvieron casados y tuvieron hijos; y lo mismo pasaría tiempo después con algún que otro Papa). Si esto sucedía en la más alta jerarquía, es obvio que era común en el clero llano.
Hacia el año 300 se había realizado en Elvira, Sur de España, un Concilio, o mejor un Sínodo, al que asistieron 19 obispos y 26 presbíteros, algunos de la península y otros del Norte de África. Su canon 33 obligaba a los ordenados “in sacris” de toda la Hispania a ser célibes. Fue un Concilio local y por eso sus disposiciones no tenían carácter universal, y considerando los tiempos de persecución de los cristianos y los medios de comunicación de entonces, su alcance resultó muy limitado. Su importancia le viene solo del hecho de ser el primer intento serio y documentado de regular la sexualidad de los clérigos, pero quedó solo en eso, las cosas siguieron como estaban; algunos optaban por el celibato voluntario y otros preferían el matrimonio.
En el año 386, el Papa Siricio en un Concilio en Roma promulgaba normas análogas a las del concilio de Elvira con la intención de extenderlas a toda la iglesia latina; los católicos del oriente siguieron, admitiendo al sacerdocio a personas casadas. Las disposiciones de ese Concilio tuvieron escaso acatamiento.
El Concilio de Cartago del año 390 confirmó por unanimidad la obligación del celibato para “mantener aquello que han enseñado los apóstoles y que se conserva desde el pasado”.
En el año 1.139 tuvo lugar el segundo Concilio Lateranense y determinó que el matrimonio contraído por sacerdotes y laicos consagrados, no era solamente ilícito, eran también inválido. El historiador y bibliotecario de los archivos vaticanos, el cardenal austríaco Alfons Stickler (1910/2007) en su obra “El celibato eclesiástico, historia y fundamentos” afirma, con toda autoridad, que “el celibato recién se impuso, con algo de éxito, en este concilio, pero no en todas partes. Confirma también que, en la iglesia antigua, la mayor parte del clero estaba compuesta por hombres maduros, “viri probati”, que con el consentimiento de su mujer accedían a las órdenes sagradas dejando a la familia, cuyas necesidades eran cubiertas por la comunidad o por el obispo.
LAS IGLESIAS ORIENTALES
Respecto a las iglesias orientales, especialmente las greco-eslavas, el Card. Stickler afirma: “Frente a la actitud juzgada como más liberal de las iglesias orientales, está la acusación a la iglesia católica de haber sido muy severa en el tema del celibato”. Los obispos en las iglesias ortodoxas deben ser célibes; los simples sacerdotes pueden contraer un solo matrimonio, antes de recibir las órdenes sacerdotales. Si un hombre común, decidiera ingresar como monje a los monasterios (algo bastante habitual en Oriente) y está casado, deberá en adelante observar continencia absoluta y abandonar, con consentimiento, la familia.
Las diferencias de la iglesia entre la parte Oriental y Occidental de Europa se harían muy claras luego del Cisma de Oriente entre Roma y Constantinopla en el año 1.053, pero ya venían sumándose. Las normas relativamente compartidas hasta el siglo VII sobre el celibato, comenzaron a caer en desuso en ambas partes y mientras la iglesia Latina de Roma algo hacía para restablecer la disciplina, las orientales, que tenían como autoridad máxima, aún en temas religiosos al Basileus (gobernante), antes y después del Cisma no tomaron medidas contra estos abusos y el emperador de Bizancio, para evitar conflictos, terminaría autorizándolos.
Sobre ese tema, Stickler afirma que en Oriente: “Mientras se mantenía la antigua tradición restrictiva para los obispos, el matrimonio entre el clero inferior era cada vez más difundido y se decidió que dejaba de ser una infracción grave”. Y así, en el segundo Concilio Trullano del año 691, convocado por el emperador Justiniano II de Constantinopla, se terminaría aceptando esta situación y no intentaron modificación alguna. Fue la aceptación del mal menor. Hoy, autorizados jerarcas de las iglesias ortodoxas expresan que desearían volver atrás, e imitar a la iglesia católica en temas como el celibato.
Siguiendo con las iglesias orientales, el drama de la separación respecto a Roma no fue total; en el oriente europeo quedaron núcleos cristianos fieles a Roma pero que conservan las formas tradicionales de expresión de su religiosidad. Mientras el rito latino es particularmente sobrio y breve, los ritos orientales tienen ceremonias magníficas y muy largas, con mucho incienso y gran participación del pueblo en especial a través del canto (en Ucrania el pueblo puede responder a las súplicas del sacerdote ¡a cuatro magníficas voces!). Pareciera que todos tienen buena voz, y la usan con el más noble de los fines posibles.
Las Iglesias de ritos eslavos son mucho más vistosas que las de Rito Latino. Cada cristiano de esas partes, puso lo que pudo para que sus iglesias fueran un homenaje y una súplica personal de cada uno de ellos a Dios; por eso sorprende el enorme esfuerzo económico y artístico que hicieron para construir esas múltiples y coloridas cúpulas, los dorados cuadros del interior (prefieren los cuadros a las imágenes) y sus invalorables Íconos etc. Un modelo aproximado de sus estructuras lo podemos tener, salvando las diferencias, viendo la muy increíble Basílica de San Basilio en la Plaza Roja, vecina al Kremlin, Moscú, que es ortodoxa.
Las diferencias entre los ritos católicos del oriente pueden ser grandes y sorprendentes. En nada se parecen una misa en rito Etíope, Asirio-Caldeo, Maronita, Armenio o Copto, sin embargo son partes de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Reconocen al Papa como autoridad máxima en temas doctrinarios.
Las más importantes iglesias católicas de ritos orientales son la: Iglesia Greco-ucraniana (sede en Kiev), Iglesia Católica Bielorrusa, Iglesia Católica Rusa
(sede en Novosibirks), Iglesia Católica Copta (sede en El Cairo, Egipto), Iglesia Católica Etíope (sede en Addis Abeba), Iglesia Maronita (sede en Beirut), Iglesia católica Armenia etc. etc. La iglesia Católica Apostólica Romana está compuesta por 24 Iglesias de ritos distintos, que comparten con Roma los mismos dogmas pero que en lo disciplinario son completamente independientes, cosa que a los que no están informados sobre estos temas, puede resultarle sorprendente.
En estas iglesias católicas de ritos orientales los sacerdotes pueden estar casados, pero su matrimonio debe ser anterior a las órdenes sagradas. Debe ingresar al sacerdocio ya casado. Los obispos, en todos los casos deben ser célibes.
VOLVIENDO A OCCIDENTE
El II Concilio de Letrán (Roma) del año 1139 declaró que los matrimonios contraídos por clérigos con órdenes sagradas, no solo eran ilícitos sino también inválidos, pero dejó abierta la puerta para que hombres casados fueran ordenados sacerdotes. En el año 1322 el Papa Juan XXII decidió que el hombre casado que fuera ordenado sacerdote debía contar con la aprobación de su esposa, con la que ya no podría en absoluto tener relaciones sexuales y si esta se negaba, debería volver al matrimonio renunciando al sacerdocio. En estos siglos hubo intentos serios en varios países europeos de imponer el celibato obligatorio, pero no lograron un acatamiento generalizado.
El Concilio de Trento, el 23 de noviembre de 1563 tomando como referencia la epístola de San Pablo I Cor. 10-13, determinó que el celibato era obligatorio para todos los sacerdotes pues, según San Pablo, Dios no niega el don de la castidad a quien se lo pide con rectitud y no permitirá que sea tentado por encima de sus fuerzas. Prohibió terminantemente el sacerdocio a los hombres casados y para difundir el celibato recomendó la creación de seminarios en todos los países para que, en ellos, guardando celibato, los aspirantes al sacerdocio se fueran formando en filosofía y teología.
La repercusión de las medidas ordenadas por el Concilio de Trento fue fortísima pues se reunió como consecuencia del mayor drama de la iglesia católica, el cisma de Lutero y sus cuestionamientos a muchos reclamos tanto doctrinarios como de disciplina internos. La iglesia debería aclarar esos temas doctrinarios y terminar con los abusos de sus integrantes, comenzando desde sus más encumbrados jerarcas. Los signos de esos tiempos exigían urgentes aclaraciones doctrinarias y el restablecimiento de una disciplina muy rigurosa en todo el clero. No se debería andar con medias tintas.
Comentarios