El día que De Nevares besó a Neuquén y otros recuerdos a 30 años de su muerte

El libro “Del Barrio Norte a la Patagonia”, preservado en una Biblioteca digital regional, guarda anécdotas y detalles para conocer el caminar del recordado obispo, desde la intimidad de su entorno. Aquí, un repaso de cómo vivió su llegada a la Patagonia.

Sorprendido y anonadado, vengo a postrarme en espíritu a los pies del Vicario de Cristo para expresarle los sentimientos de confusión que embargan mi alma, al ser elevado tan inesperadamente a la alta dignidad episcopal y recibir sobre mis hombros la enorme responsabilidad de las almas de la nueva Diócesis de Neuquén”, le manifestó Jaime De Nevares a quien fuera, nada menos, que el Papa Juan XXIII. Con esa mezcla de sensaciones, llegó al sur argentino, para abrir un capítulo nuevo en la historia social de la región.

La misiva quedó guardada en el valioso libro de recuerdos escrito por el sacerdote Juan San Sebastián, “Del Barrio Norte a la Patagonia”, preservado y al alcance de cualquiera, en formato PDF, por la Biblioteca digital “Neuteca”, del excura e investigador radicado en Huinganco, Isidro Belver.

Angelo Roncalli, el nombre real del pontífice de aquellos años ´60, recibía así la sinceridad del abogado con vocación sacerdotal de apellido De Nevares, que había empezado sus primeras experiencias en Fortín Mercedes (Buenos Aires), pero que a su entender, adolecía de una “absoluta incapacidad para cargos de gobierno, para no hacer alusión a otras causales de inidoneidad, que Dios bien conoce”. Aún así, obediente, Jaime se puso a disposición, confiando en que sus propias “deficiencias” permitirían que el Espíritu de Dios aplicara “una acción más directa”, “que procuraré no interferir”.

El día que De Nevares besó a Neuquén | En coche abierto


Con estas sensaciones “a corazón abierto”, llegó en tren hasta Roca, en septiembre de 1961, el designado obispo de la nueva Diócesis, para cruzar hasta Neuquén, donde una provincia que llevaba apenas cuatro años en esa categoría. Y lo que comenzó del lado rionegrino, fue la caravana de vehículos que lo llevó, de pie, en un coche abierto, propiedad de Juan Pablo Morales de Allen, según cita el libro en cuestión, hasta que el histórico puente carretero de la Confluencia del Limay con el Neuquén le dio entrada a tierra capitalina, la misma que cobijaba apenas, a unos 12 mil habitantes.

Allí, cuenta esa reliquia de San Sebastián, el propio De Nevares “se bajó del auto y besó la tierra”. “Fue muy generosa esta tierra con este porteño de barrio Norte y mucho haría por sus habitantes el Obispo que llegaría a neuquinizarse. Fue una buena dupla: Obispo y tierra; tierra y Obispo. Que es decir: gente y Obispo”, diría con los años el autor de esta recopilación, a modo de balance.

“Una vez que retomaron camino en el coche abierto, Don Jaime hizo detener el vehículo para saludar a un lustrabotas, a quien le dijo: ‘de este saludo no me voy a olvidar’. Saludos de autoridades y pueblo mediante, como se estilaba, la caravana siguió hacia la ciudad, que estaba a varios kilómetros del puente. Hoy comienza en él”, reconoció el padre Juan.

Conflictuado por tener que separarse de su familia de origen, la “de sangre”, y la que pertenecía a la congregación de salesianos de San Juan Bosco, cuenta el repaso que De Nevares inició así un proceso que lo puso en un rol de importancia para creyentes y no tanto. A falta de redes sociales o transmisiones en vivo como se pudo usar ahora, con la asunción del papa León XIV por ejemplo, la foto oficial del prelado era la forma de que su imagen se hiciera conocida en el interior de la provincia. Por eso “a su llegada a la ciudad de Zapala, y a todas las localidades y parajes, se repartieron a la gente estas fotos del nuevo obispo en tecnicolor”, narró este valioso archivo.

El día que De Nevares besó a Neuquén | Todo esto me queda grande”


Cuenta la anécdota que al momento de captar esa toma, aún no estaba listo el atuendo de Don Jaime, por lo que se animó a usar ropa ajena. “Todavía no tenía la sotana de color, por lo que le pidió a monseñor Raspanti que le prestara una para la foto. Se puso la sotana morada en su casa de Buenos Aires y fue a pocas cuadras de allí enfundado en el sobretodo negro para disimular«.

«Cuando llegó a la casa de fotografías del barrio Norte», siguió, «el fotógrafo le dijo que la sotana le quedaba grande y él le respondió: ‘Sí, todo esto me queda grande”, en alusión al proceso de designación que estaba protagonizando. Compartiría este recuerdo años después, en el festival que se le hizo por el 30° aniversario de su labor.

El día que De Nevares besó a Neuquén | Manos suizas


Las vestiduras para iniciar su pastoral las encargó a las monjas Benedictinas, “donde estaba su hermana María Rosa, incluidos los zapatos obligados que eran de raso y con piedritas de adorno, impensados en esta época”. “El báculo, que es el bastón o cayado del pastor”, agregó San Sebastián, “lo mandó a hacer de madera, a unos suizos escultores, los Malknecht, que también hicieron el hermoso Cristo que está en la Catedral de Neuquén”, agregó.

“Y en el palco levantado frente al antiguo hotel Confluencia, (hoy Banco de la Provincia) se realizó el acto de recepción. En ausencia del intendente de Neuquén, Víctor Aníbal García, le dio la bienvenida el presidente del Honorable Concejo Deliberante Alberto Domínguez. El padre Oscar Barreto fue quien desde los micrófonos guiaba el acto. De allí se trasladó a la Catedral, bajo palio, donde el gobernador Asmar pronunció su discurso de bienvenida. Ingresaron todos a la Catedral sin techo y se leyeron los Documentos Pontificios de creación de la Diócesis de Neuquén y designación de su primer Obispo. En ese momento, tomó posesión oficial con un mensaje leído e impartió la primera bendición en tierras neuquinas. Sus manos de Pastor estarían treinta y cuatro años bendiciendo a sus ovejas neuquinas y a muchas otras ovejas que no eran de este corral”, concluyó su discípulo, que aún lo sigue honrando con su homenaje impreso.


Sorprendido y anonadado, vengo a postrarme en espíritu a los pies del Vicario de Cristo para expresarle los sentimientos de confusión que embargan mi alma, al ser elevado tan inesperadamente a la alta dignidad episcopal y recibir sobre mis hombros la enorme responsabilidad de las almas de la nueva Diócesis de Neuquén”, le manifestó Jaime De Nevares a quien fuera, nada menos, que el Papa Juan XXIII. Con esa mezcla de sensaciones, llegó al sur argentino, para abrir un capítulo nuevo en la historia social de la región.

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