Dejame que te cuente: por qué leerle a los más chicos

Las vacaciones de invierno, haya viaje o no, pueden convertirse en un momento privilegiado para leerles a los más chicos. Pueden marcar el inicio de un hábito primordial.

Redacción

Por Redacción

En la imagen de un adulto leyéndole a un niño hay mucho más que un gesto de ternura. “Manipular, mirar, girar páginas, oler, tocar, tener el contacto directo con un libro despierta sensaciones, curiosidades que motivan a leer, a entrar en un mundo que abre otros mundos. Los libros, principalmente en formato papel, tienen ese no sé qué que atrapa, aunque sea por un ratito y, con el tiempo, ese ratito puede convertirse en un montón. La lectura enriquece el vocabulario, la manera de pensar, de ser críticos frente a situaciones de la vida cotidiana, de terminar con prejuicios. Leer es un acto revolucionario que empieza por simple curiosidad”.
Lo dice la docente Andrea Olmedo. Parece cierto, hay algo revolucionario en la propuesta: leer en casa, leer cuentos de noche a los pequeños, compartir libros, y sobre todo hacerse un tiempo sin pantallas ni apuro para leer. Son propuestas sencillas: pequeños pasos que prometen saltos enormes, a fuerza de curiosidad.


Ahora que las vacaciones de invierno quizás dejen un margen en las agendas cargadas de actividades, la lectura puede ganar lugar, empezar a volverse un hábito, ganar volumen.


Tiene sentido, y sobre todo, propósito. La prueba Aprender 2024, aplicada a más de 91.000 estudiantes de tercer grado de todo el país, reveló que solo el 45% de los chicos alcanza el nivel de lectura esperado. Que un 30,5% está muy por debajo. Que un 3,3% apenas puede leer palabras con apoyo de imágenes.
A favor de los libros, hay más datos. El mismo informe detalla que los niños con mayor exposición a prácticas de lectura en el hogar – que les lean cuentos o que vean a sus padres leer- tienden a obtener mejores resultados en comprensión lectora, independientemente del nivel socioeconómico.


Pero para que eso sea una realidad, hay mucho por hacer. El acceso a los libros sigue siendo profundamente desigual en el país. Según un informe reciente de la organización Argentinos por la Educación, el 59% de los chicos de sexto grado en el país tiene menos de 20 libros en su casa. Un 13% directamente no tiene ninguno. En Río Negro y Neuquén, ese porcentaje baja al 11 y 12%, respectivamente.
“Tener libros en casa es clave para formar el hábito lector”, afirma Federico del Carpio, coordinador de Políticas Educativas de la organización. “No alcanza con lo que hace el Estado, también las familias deben comprometerse”.


Frente a las desigualdades que plantea el informe, hay dos realidades distintas. Por un lado, de acuerdo al Informe de Producción Anual del Libro Argentino y la Encuesta del Sector del Libro , elaborados por la Cámara Argentina del Libro (CAL), la literatura infantil y juvenil sigue siendo uno de los pilares más dinámicos del mercado editorial argentino.


Por ejemplo, en la Feria Internacional del Libro 2025, que se realizó en mayo, en la Ciudad de Buenos Aires, el 47,1% de las editoriales ofreció títulos de literatura infantil, juvenil y educativa, superando a la ficción general (34,3%) y a las ciencias sociales. Y aún en medio de un panorama de crisis, más del 70% de las editoriales reportó un aumento en las ventas al público general, con un fuerte repunte en libros para chicos y jóvenes.


Es decir que a pesar de la caída general del 24% en la producción de ejemplares respecto a 2022, el segmento infantil y juvenil mostró una resiliencia notable, sostenido por la demanda escolar, familiar y bibliotecaria.


La otra cara del mismo tema son las bibliotecas, muchas veces el primer lugar de acceso a los libros, a las novedades, y a la variedad de títulos que la economía familiar muchas veces no puede afrontar.
“Leer no es solo enseñar a decodificar palabras”, dice la investigadora Lidia Blanco, con la certeza de quien ha dedicado su vida a estudiar la literatura infantil. “Es formar lectores capaces de imaginar, cuestionar y transformar”.


Palabra de especialistas



A la hora de hablar de libros, recomendaciones y lecturas, no hay nada como la palabra de quienes están detrás y delante de cada historia.

Isol Misenta, Premio Astrid Lindgren 2013, es una de las autoras argentinas más reconocidas, con títulos como “Tener un patito es útil” , “Imposible”, o “Secreto de familia”. Isol combina humor, extrañamiento y ternura. En su opinión, “el libro álbum no tiene que explicar el mundo, sino abrirlo. Me interesa que el lector -aunque sea muy pequeño- complete el sentido, que imagine, que dude, que se ría. No subestimo nunca a los chicos”.


Otro autor, ilustrador, y diseñador destacado es Istvansch, autor de “Obvio”, “Puatucha Rentes. La leyenda olvidada” y “Mira adentro”, entre muchos. Istvansch, está convencido de que “la ilustración no es decoración: es narración. En los libros para chicos, la imagen puede decir lo que el texto calla. Y eso es una forma de libertad”.


Las imágenes, está claro, forman parte de esos primeros relatos de la infancia. María Wernicke ilustradora del libro de Liliana Bodoc, “Los mocos de la furia”, entre muchos otros, dice : “Me interesa lo que no se dice. Lo que queda en el espacio entre palabra e imagen. Ahí es donde el lector -el niño- se vuelve creador”.


El libro que firma junto a Bodoc, por ejemplo, dice sobre la furia, pero también sobre otras cosas porque pone de relieve que la infancia no es el paraíso edulcorado que muchos adultos creen. Las ofensas recibidas en la niñez, desatan “los mocos de la furia” y son marcas indelebles que forman parte de nuestra identidad de adultos.


Una puerta de entrada



El mexicano Daniel Goldin es uno de los editores de literatura infantil más importantes de América latina. Además de ensayista, fue director de la Biblioteca Vasconcelos, uno de los recintos culturales más importantes de México, y creador de colecciones emblemáticas como “A la orilla del viento” (Fondo de Cultura Económica), que revolucionaron la literatura infantil en América Latina.
Él, que conoce la importancia de despertar la curiosidad lectora, dice que leer “es ofrecer hospitalidad. Es abrir una puerta, no imponer un camino. Un buen libro no adoctrina: invita, sugiere, deja espacio para que el lector se vuelva autor de sentido.”


Goldin propone pensar la lectura no como una herramienta para enseñar valores o habilidades, sino como un acto de “encuentro y libertad”.
Para él, los libros deben ofrecer “ambigüedad, belleza y complejidad”, incluso a los más chicos. “La urgencia por enseñar a leer ha convertido la lectura en una técnica. Pero leer no es solo decodificar: es imaginar, dudar, recordar, asociar. Es una forma de estar en el mundo.”


En ese mundo, o más bien, en esa puerta de ingreso, hay cientos de autores. De María Elena Walsh, y sus clásicos “Dailan Kifki” y “Cuentopos de Gulubú” a los también clásicos y también inolvidables de Elsa Borneman, de “¡Ñam!”, de Canizales (Pequeño Editor) a ; de “La mosca”, de Gusti (Calibroscopio) a “El monstruo de colores” de Anna Llenas; de “Nadar perrito”, de Florencia Gattari (Ralenti editora) a los libros de tela para los bebés; de “Historia de un amor exagerado” de Graciela Montes, una joya nacional, a “Percy Jackson” de Rick Riordan.


El nacimiento de un lector, y todo lo que llevará con él gracias a eso, se incuba ahí, en los primeros cuentos, con las primeras historias, con la imaginación, las dudas, la diversión y todo el mundo, uno mucho más ancho y nada ajeno, que se abre con un libro.


Río Negro y Neuquén escriben y leen


En Río Negro y Neuquén, la literatura infantil no solo se lee: también se escribe, se edita y se distribuye con identidad propia.
El gobierno de Río Negro abrió nuevamente y hasta el 4 de agosto, la convocatoria para presentar textos en género narrativa (cuento corto o relato) destinados a adolescentes, jóvenes y personas adultas.
Los textos seleccionados iniciarán una nueva serie dentro de la Colección “¡A leer, Río Negro!”, que empezó 2021 y que ofrece 42 obras de autores de Río Negro.
Todos esos títulos no sólo están al alcance de docentes, sino también de todo el que quiera leerlos. Están disponibles en formato digital en la página web bajo el título Colecciones. Allí se pueden descargar en forma libre y gratuita “Arrorró del viento”, de Mariana Rizzuto, “Bajo la boina”, de Ariel Navalesi; “Canción del gusano”, de Claudio García, “De cómo tres bichos se hicieron amigos”, de Melissa Bendersky, entre muchos otros.


En Neuquén, la colección “Patagonia Lee*, impulsada por el Plan Regional de Lecturas, reúne cuentos y poemas de autores del sur como Sandra Gómez y Graciela Rendón, con fuerte presencia de paisajes, lenguas y culturas patagónicas.


De Neuquén, además, es la incansable María Cristina Ramos, reconocida no sólo en la Argentina, sino en el mundo. Fue finalista del Premio Hans Christian Andersen, algo así como el Nobel de la literatura infantil.
Ramos lleva escritos más de 60 libros de poesía y narrativa para niños y jóvenes, que cruzaron fronteras y fueron publicados también en México, Colombia, Perú, Chile, Brasil, España y China.


Su vocación no es sólo la escritura sino también la multiplicación de lectores. Con ese objetivo, es coordinadora de talleres de escritura para niños y promotora de lectura en escuelas y bibliotecas. Entre sus libros se destacan “Un sol para tu sombrero”, “Maíces del silencio”, “El árbol de la lluvia”, “Azul, la cordillera”, Del amor nacen los ríos”, “Belisario y los espejos de agua”, “Una gota de azul”, “Un sol para tu sombrero”, “Las lagartijas no vuelan”, “De barrio somos”.
Además, fue fundadora de el sello editorial Ruedamares, un espacio donde los autores locales pueden publicar y difundir su arte. Y publicó “La casa del aire. Literatura en la escuela”, un libro destinado a docentes y bibliotecarios que incluye pautas y propuestas para la formación de lectores”.