El regreso de Salomé Esper, autora de «La segunda venida de Hilda Bustamante»: la escritora «inclasificable»

Tras el éxito de “La segunda venida de Hilda Bustamante” (Sigilo), la jujeña Salomé Esper irrumpió vuelve a las librerías con "Querer es perder", un libro que reúne siete cuentos que, aunque cuentas realidades muy diversas, respiran el mismo aire. El de Salomé.

En 2023, cuando salió publicada su primera novela, “La segunda venida de Hilda Bustamante” (Sigilo), la jujeña Salomé Esper irrumpió como una voz nueva, dueña de una prosa limpia y resplandeciente, tierna y humorística a la vez, para contarnos la historia de Hilda, la mujer que vuelve de la muerte para susto de todo un pueblo, pero también para abrir un abanico de preguntas que exploran las formas de la ausencia, y los hilos que tejen los afectos que se quedan en la tierra. No es realismo mágico, aunque un poco, no es literatura fantástica, aunque otro tanto. A ella, la autora, las clasificaciones la tienen sin cuidado.

Aquel libro se convirtió en un éxito. Y ahora, dos años después, vuelve a las librerías con “Querer es perder”, siete cuentos que navegan por aguas muy distintas, que van del costumbrismo a lo fantástico, y de allí a lo muy extraño. Pero todos, aún en esas diferencias, respiran un aire que podría ser el de Hilda, y que sin dudas es el aire de Salomé.

El nuevo libro de la escritora jujeña, editado por Sigilo.

“Me gusta cuando escucho a otros hablar de ciertas corrientes o caminos en común, de referencias o rasgos de familia entre lo que escribo y otros libros que ya están desde hace tiempo en el mundo. Y también me gusta, quizás más, cuando me dicen que no se puede encasillar el estilo. A mí realmente no me quita el sueño encontrar una clasificación precisa. No es una cuestión de rebeldía, sino que creo que al escribir sin tener como objetivo ese afán de pertenencia a algún género (ya sea para estar en alguna lista o como incentivo para la misma escritura) el resultado se despega un poco de esa discusión. En la presentación del libro de cuentos decía, un poco en broma y un poco no, que ese, el de clasificar, era un problema de los libreros. Claro que es un guiño porque los libreros suelen ser las personas más generosas y quienes más ponen en juego todo ese tipo de referencias y constelaciones con otros autores y tradiciones”, dice Esper.


-“Dale un pez a un hombre”, el primero del libro, es un cuento que se vuelve mágico después de un clásico programa de pesca, entre amigos, y que se vuelve gris después. ¿Cómo surgió?
-Cada cuento tiene un impulso propio, que no siempre es del mismo tipo. Y que no siempre se llega a desarrollar de manera lineal, son más bien excusas muy nítidas que sigo y que sirven para sentarme a escribir, pero que luego pueden derivar en cualquier otra cosa. En el caso de este cuento, había visto un dibujo de una señora cargando un pez gigante y me quedó esa imagen dando vueltas. Al pensar en el pez me imaginé cuál sería un universo posible y ahí vino este contexto más “cotidiano” de los amigos que se reúnen siempre a pescar, casi como un ritual. Y a partir de ese paisaje vino la incorporación del elemento fantástico, pero todo esto en la escritura misma, no suelo hacer muchos planes antes de escribir.


-En el segundo, “La Carla”, aparecen Maradona, La Claudia, y la transformación del personaje principal, que se imagina como novia de Diego, contado con humor pero sobre todo con ternura.
-Carla nació, palabras más, palabras menos, de un chiste. Mi pareja estaba leyendo Hilda y se equivocó de nombre, en lugar de decir “Gabriela” (el nombre de la vecina de Hilda), dijo “Claudia”. Yo me quedé asombrada porque en toda la novela no había nadie llamada Claudia, y no encontraba el más mínimo parecido entre un nombre y otro. Lo más extraño fue que luego mi editor tuvo el mismo equívoco con el mismo personaje y el mismo nombre, y eso me pareció demasiado raro. Le conté eso a un amigo y él me hizo el chiste de mandarme esa foto icónica de Claudia Villafañe con el tapado inmenso y Diego caminando atrás, con la foto me escribió: “Claudia llegando a lo de Hilda” y en ese momento supe que tenía que hacer algo con eso porque me daba mucha gracia imaginarme esa escena, la entrada de una persona con tanto glamour y casi haciendo un performance a una casa sencilla, esa cosa desmedida dentro de lo cotidiano.


-Primerizos es, en medio de una literatura que ha transitado hasta el cansancio el tema de la maternidad, un cuento impactante, en el que el amor aparece ligado a la forma, lo que de por si es una pregunta perturbadora…
-Ese cuento nació justo a partir de la reflexión sobre la forma, de ver a alguien jugando con un perro y preguntarme ¿qué tanto del amor se sostiene por la forma? ¿Qué tanto cambiaría el sentimiento si la forma cambiara repentinamente? Primero lo pensé respecto a mascotas, pero luego me pareció mucho más interesante subir la apuesta hacia los hijos, y no cambiar solo la forma, sino los hijos completamente. Es un cuento que me sorprendió también porque tenía en mente una escena en particular que nunca escribí porque llegó Emiliano y cambió el sentido, que era en principio un poco más jocoso que el resultado. La forma, para la abuela, por ejemplo, es una excusa para reclamar cierta “propiedad” de sus nietos, porque aunque los chicos cambian ella siempre encuentra algo que los haga más cercanos a su lado de la familia, y ahí hay un absurdo que se repite no solo en el cuento sino en casi todas la familias que conozco: pelearse por ver a quién es más parecida o parecido un chico. Y la forma para ellos, para la pareja, es esto que de alguna manera expone de una forma absurda y cruda lo variable que puede ser el deseo de ser padres/madres y también cómo varían esas emociones respecto a los propios hijos, todo lo que se pone en juego ahí, que es mucho y muy complejo. Pero esta reflexión tal cual la estoy diciendo ahora no es algo que piense antes de la historia, creo que la historia viene empujada por sus personajes antes y después me encuentro con estos giros.


-No quiero spoilear todos los cuentos, pero sí me gustaría que me contaras sobre esa convivencia entre lo fantástico, lo esotérico, el más puro realismo…
-No sé si tengo algo específico que decir sobre esto. Me interesa escribir desde distintos aires, esa puede ser una respuesta. Me convoca siempre la novedad, eso es un hecho, pero no creo haber tenido ni el ejercicio sostenido en el tiempo ni justamente el tiempo de experimentar tanto.

La segunda venida de Hilda Bustamante” fue un boom. ¿Cómo viviste ese momento de la publicación y de las repercusiones?
-La gente que me rodea me suele decir que no tomo dimensión de eso todavía, y puede que no, pero me parece bien. Creo que hay una distancia inevitable entre lo que pasa cuando el libro circula y una como autora porque el momento de escribir ya pasó, y es ese momento en el que una estuvo totalmente presente, ansiosa, alegre, enojada, todo junto. Y es un proceso en el que generalmente se está sola, yo por lo menos no suelo compartir lo que escribo hasta que termino. Entonces es como si ya hubiera pasado el momento de la novela. Claro que conecto con lo lindo de las reacciones, me da mucha risa cuando me llegan reclamos de gente que se larga a llorar en espacios públicos y me emocionan ciertos mensajes o interacciones que tuve con algunos lectores. Pero creo que también lo veo como algo que no es del todo mío, como si yo no estuviera ya ahí.


-Algo más sobre Hilda, ¿cuál es tu relación con ese personaje?, ¿lo seguís teniendo presente?
-Sí, claro. Con Hilda y con Álvaro. A veces pienso que me los voy a cruzar por ahí, caminando del brazo.


-Sé que trabajás para una editorial académica mexicana, y que ese es un trabajo demandante. ¿Cómo es tu vida como escritora, y cómo es tu vida en una ciudad del interior, eso deja huella?
-Mi vida como escritora es casi que una ficción en sí misma (en el sentido de que la tengo que inventar). Escribo cuando puedo y tengo tiempo porque tengo un trabajo de ocho horas de lunes a viernes que me demanda mucha atención al detalle, donde también leo y corrijo y edito y hago todo tipo de seguimiento de proyectos editoriales, que son distintos entre sí. Entonces cuando termino suelo estar agotada, para escribir y para leer. A la vez, mi entorno no tiene que ver con la escritura ni la literatura, entonces es más difícil conectar con ese mundo en lo cotidiano. No me quejo, pero me parece necesario reconocerlo. Sobre la vida en el interior, yo soy de Jujuy, viví hasta los 17 años en Palpalá (una ciudad pegada a San Salvador), después viví y estudié en Córdoba capital y viví varios años en México. Trato de despegarme un poco del afán que noto en ciertas personas de automáticamente pasar mis textos por el filtro de lo geográfico, no por renegar de algo que es parte constitutiva de mi identidad (mas no necesariamente de mi escritura) sino porque veo en ello una intención exotizante o folklorizante que no me gusta. Viviendo en los lugares en que viví aprendí a reconocerlo desde hace tiempo y es algo con lo que no me siento cómoda. Me parece que hay una diferencia entre lo que deja marcas en una como persona y lo que deja marcas en la escritura. Creo que mi escritura no es tan permeable, para bien y para mal, a veces estoy en situaciones delirantes o hermosas y pienso “ojalá que esto se cuele de alguna manera” y no pasa nada, y a veces puedo escribir algo delirante desde mi rutina y lugar en el mundo.


De la novela al cuento: Salomé por dos

Algo fantástico puede ocurrir en cualquier momento. Una mañana de pesca, con los amigos de siempre, puede derivar en una transformación mágica. Un deseo puede convertirse en realidad, con una mezcla rara de ternura y obstinación. Un encuentro familiar, en una casona deshabitada, puede invocar viejos secretos y reflexiones sobre lo que significa “ser hermanos”. “Querer es perder” (editados por Sigilo), el nuevo libro de Salomé Esper reúne siete cuentos que aunque abran un abanico de historias que no parecen tener ninguna relación entre ellas, respiran un mismo aire. Sus personajes, contradictorios y adorables, a veces grises, esconden su sensibilidad extraordinaria en vidas atrapadas en una trama de vínculos y entornos convencionales: la familia, los amigos, la pareja, el barrio o el club. Hasta que algo inaudito ocurre que los hace brillar o revelar su hilarante oscuridad.


Ya con “La segunda venida de Hilda Bustamante”, su debut como novelista, Salomé Esper había demostrado que había una gran narradora en la poeta que ya era.

El libro (también de Sigilo) cuenta el regreso a la vida de Hilda, una ex costurera, de un pueblito. Esper logra hacernos pasar de la carcajada a la ternura, de la emoción a cierto estado de suspensión de la realidad, mientras acompañamos a Hilda en ese “tiempo extra” de vida que le permite reparar algunas cuestiones o para abrazar a los que quiere.


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