El Berghof de Hitler

OPINIÓN

Una de las mejores biografías de Adolfo Hitler, escrita en dos gruesos volúmenes, es la del historiador irlandés Ian Kershaw. Cuando supe por este diario del incendio de la casa de Otto Meiling, conocida con el nombre de “Berghof”, en Bariloche, no pude menos que recordar que Kershaw menciona otra casa con ese nombre que, de hecho si no de derecho, fue la residencia de Adolfo Hitler desde 1924 hasta que, en abril de 1945, la demolió un bombardeo de la Royal Air Force, la RAF. Ese nombre, en castellano, significa algo así como “casa de montaña”. Según el relato de Kershaw, después de cumplir una corta condena por el fallido golpe de estado que encabezó en 1923, Adolfo Hitler alquiló una casa en el Obersalzberg, una montaña de los Alpes bávaros. Fue llamada, o se llamaba ya, Berghof. Dos años después de ser designado Canciller del Reich, en 1935, la compró, presumiblemente con dinero aportado por el Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP), más conocido como partido nazi. En algunos filmes documentales se puede ver al dictador, con invitados, en la amplia terraza de la residencia. Como lo muestran esos filmes, el desdichado habitante de Viena que no encontraba su lugar en el mundo fue feliz en esa casa. Era el dueño de Europa. En Berlín, en Nuremberg, en Munich (donde inició su prédica nacionalracista), disfrutaba de la adoración de las masas. Pero atendía importantes asuntos de Estado en el Berghof. Tuvo allí importantes visitas, como la del primer ministro inglés, Neville Chamberlain, en setiembre de 1938. Dejó la casa cuando advirtió que la invasión a Rusia no sería –como lo esperaba- un paseo. Para dirigir la guerra en ese frente se hizo construir un búnker cerca de Rastenburg, en la Prusia Oriental. Allí se lo puede ver en por lo menos dos filmes dedicados al frustrado intento de matarlo en 1944. Huyó a Berlín cuando el avance del Ejército Rojo se tornaba peligroso. En la capital del Reich, asolada por los bombardeos, se instaló en otro búnker, este subterráneo, construido junto a la cancillería. Allí, para no caer en manos de los rusos, le pegó un tiro en la cabeza a su mujer, Eva Braun, y se suicidó.

JORGE GADANO jagadano@yahoo.com.ar


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