“Casi una vida leyendo “Río Negro”

Redacción

Por Redacción

Mi niñez transcurrió en las chacras linderas con el curso inferior del río Limay, en Neuquén. Eran tiempos apacibles, de pobreza digna, de sueños posibles, de padres que se esforzaban para que sus hijos estudiaran y se prepararan mejor que ellos para enfrentar el futuro. El contacto con el mundo era escaso; apenas algunas conexiones con el pueblo cercano, para hacer compras, ir al peluquero, al médico por alguna situación que superara a la medicina casera o a la sabiduría de algún mayor. Los mayores recibían con entusiasmo alguna publicación que llegaba a sus manos, la que leían y comentaban para romper la rutina de las conversaciones cotidianas que giraban sobre la familia, los animales, el tiempo, las plantas, etc. Recuerdo que una de esas publicaciones que llegaban a las chacras, era el periódico (no diario) “Río Negro”. En sus páginas aprendí a leer, y creo que mi hermana Olga también. Con indicaciones de mi madre Magdalena y mi padre Ricardo, supimos de vocales, de consonantes, de sílabas y de armar palabras. De mayúsculas y minúsculas, de puntos y comas. Tanta fue la enseñanza, que cuando fuimos a la escuela, no necesitábamos “estudiar lectura”. Abríamos los libros y leíamos. Fíjense que importante fue este diario, hoy centenario, en mi vida. Muchos años más tarde, ese pibe transformado en periodista, tuvo la enorme oportunidad de escribir en las páginas del diario en el cual aprendió a leer. Todo era diferente. El pibe, había quedado muy atrás, pero también el formato, la periodicidad, la calidad de impresión y diagramación. También era diferente el mundo, el país, el pago chico. Trabajé desde l979 a 1984: desde la época más dura de la dictadura, hasta la diáfana, fresca, esperanzadora y reparadora llegada de la democracia. Experiencias extraordinarias las vividas, algunas de las cuales quiero sintetizar, aunque mucho habría que escribir para hacer justicia. Hoy, cuando la cuestión de los DD. HH está en la agenda política y aparecen autotitulados paladines en la materia, quiero destacar que por aquellos tiempos, las corresponsalías del Río Negro, su redacción central, eran los ámbitos de confianza para los perseguidos, para los familiares de ausentes forzosos, para los que buscaban que alguien escuchara sus dramas. Y las páginas, eran los escasos espacios periodísticos que en el país, se ocupaban de estos temas, a través de la reproducción de notas de otros medios, incluso extranjeros, hasta la publicación de informaciones propias, con lenguaje cuidado, con mucha metáfora y elipsis. El objetivo era difundir hechos, no provocar al monstruo. Por algo el Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, visitó el diario y una foto suya con el director Julio Rajneri, en un claro desafío a la censura y a la autocensura vigentes. Después vinieron otros dramas, como Malvinas y otras esperanzas, como el retiro de los dictadores, la reorganización de los partidos políticos, las elecciones, los nuevos gobernantes, los juicios a las Juntas, y la historia más cercana. Todo fue publicado y analizado por este diario y su gente, con opiniones que pudieron ser compartidas o no. Pero con posturas claras y oportunas. Hoy, en el Centenario de la publicación, quiero adherir con estas evocaciones que tiene mucho de personal pero que pueden simbolizar la relación de las vidas de miles de hombres y mujeres de la Norpatagonia, con este diario, para quienes los hechos sólo existen cuando están en sus páginas. Por eso no dudo que la presencia y lectura del Río Negro, forma parte del bagaje cultural de rionegrinos y neuquinos. Espero que pueda mantener su línea de hacer periodismo, es decir informar, analizar, opinar y dudar siempre de la versión de oficial de los hechos. Ricardo Villar Ex diputado y presidente Junta pcial. CC. Ari Neuquén

Ricardo Villar ex diputado y Presidente Junta Pcial. CC. Ari Neuquén


Mi niñez transcurrió en las chacras linderas con el curso inferior del río Limay, en Neuquén. Eran tiempos apacibles, de pobreza digna, de sueños posibles, de padres que se esforzaban para que sus hijos estudiaran y se prepararan mejor que ellos para enfrentar el futuro. El contacto con el mundo era escaso; apenas algunas conexiones con el pueblo cercano, para hacer compras, ir al peluquero, al médico por alguna situación que superara a la medicina casera o a la sabiduría de algún mayor. Los mayores recibían con entusiasmo alguna publicación que llegaba a sus manos, la que leían y comentaban para romper la rutina de las conversaciones cotidianas que giraban sobre la familia, los animales, el tiempo, las plantas, etc. Recuerdo que una de esas publicaciones que llegaban a las chacras, era el periódico (no diario) “Río Negro”. En sus páginas aprendí a leer, y creo que mi hermana Olga también. Con indicaciones de mi madre Magdalena y mi padre Ricardo, supimos de vocales, de consonantes, de sílabas y de armar palabras. De mayúsculas y minúsculas, de puntos y comas. Tanta fue la enseñanza, que cuando fuimos a la escuela, no necesitábamos “estudiar lectura”. Abríamos los libros y leíamos. Fíjense que importante fue este diario, hoy centenario, en mi vida. Muchos años más tarde, ese pibe transformado en periodista, tuvo la enorme oportunidad de escribir en las páginas del diario en el cual aprendió a leer. Todo era diferente. El pibe, había quedado muy atrás, pero también el formato, la periodicidad, la calidad de impresión y diagramación. También era diferente el mundo, el país, el pago chico. Trabajé desde l979 a 1984: desde la época más dura de la dictadura, hasta la diáfana, fresca, esperanzadora y reparadora llegada de la democracia. Experiencias extraordinarias las vividas, algunas de las cuales quiero sintetizar, aunque mucho habría que escribir para hacer justicia. Hoy, cuando la cuestión de los DD. HH está en la agenda política y aparecen autotitulados paladines en la materia, quiero destacar que por aquellos tiempos, las corresponsalías del Río Negro, su redacción central, eran los ámbitos de confianza para los perseguidos, para los familiares de ausentes forzosos, para los que buscaban que alguien escuchara sus dramas. Y las páginas, eran los escasos espacios periodísticos que en el país, se ocupaban de estos temas, a través de la reproducción de notas de otros medios, incluso extranjeros, hasta la publicación de informaciones propias, con lenguaje cuidado, con mucha metáfora y elipsis. El objetivo era difundir hechos, no provocar al monstruo. Por algo el Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, visitó el diario y una foto suya con el director Julio Rajneri, en un claro desafío a la censura y a la autocensura vigentes. Después vinieron otros dramas, como Malvinas y otras esperanzas, como el retiro de los dictadores, la reorganización de los partidos políticos, las elecciones, los nuevos gobernantes, los juicios a las Juntas, y la historia más cercana. Todo fue publicado y analizado por este diario y su gente, con opiniones que pudieron ser compartidas o no. Pero con posturas claras y oportunas. Hoy, en el Centenario de la publicación, quiero adherir con estas evocaciones que tiene mucho de personal pero que pueden simbolizar la relación de las vidas de miles de hombres y mujeres de la Norpatagonia, con este diario, para quienes los hechos sólo existen cuando están en sus páginas. Por eso no dudo que la presencia y lectura del Río Negro, forma parte del bagaje cultural de rionegrinos y neuquinos. Espero que pueda mantener su línea de hacer periodismo, es decir informar, analizar, opinar y dudar siempre de la versión de oficial de los hechos. Ricardo Villar Ex diputado y presidente Junta pcial. CC. Ari Neuquén

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