Un inglés en Buenos Aires

Un inglés de origen incierto escribió un libro sobre Buenos Aires, entre 1820 y 1825, develando ritos y costumbres de la sociedad de aquel entonces: desde la magnificencia de las Fiestas Mayas, la actividad teatral y los escándalos de los artistas, hasta el espíritu volteriano de las nuevas generaciones y la cocina criolla, entre otros temas.

El texto pertenece al género denominado de «viajeros ingleses», con identidad propia, en el marco de la historiografía argentina del siglo XlX. Fue publicado en Londres en 1825 y traducido y editado en Buenos Aires en 1942. El libro fue reeditado ahora por Taurus bajo el título «Cinco años en Buenos Aires (1820-1825)» y figura como autor «Un inglés», en la colección Nueva Dimensión Argentina.

Aunque perdura la creencia de que el autor fue Thomas George Love, fundador del diario «The British Packet and Argentine News», que circulaba en Buenos Aires entre 1826 y 1858, esta hipótesis ha sido descartada ya que las descripciones físicas del misterioso inglés no coinciden en absoluto con las de Love.

Este inglés desconocido, a diferencia de muchos de sus compatriotas que llegaron a estas tierras, no recorrió el territorio y centró su mirada exclusivamente en Buenos Aires, en un período efímero llamado «La feliz experiencia», cargado de expectativas para los porteños y vinculado con la gestión de Rivadavia.

Un momento, en que Gran Bretaña contemplaba la posibilidad de reconocer formalmente la independencia de las Provincias Unidas del Río de La Plata, como ocurrió a fines de 1824, cuando había en la ciudad alrededor de tres mil quinientos ingleses.

«La mayor parte de las casas de Buenos Aires están edificadas con ladrillos y banqueadas a la cal. Casi todas ellas son casas bajas, de techo plano, que circunda un elevado parapeto y tienen patios. Las ventanas están protegidas por barrotes de hierro verticales (…). Constituyen verdaderos atrincheramientos, lo cual explica el fracaso de los intentos de Whitelocke al atacar enemigos que sus tropas no podían ver», describe el autor.

Y prosigue: «Entre las iglesias, San Francisco es la más profusamente adornada. Ocupan la nave central y los altares, vírgenes y santos de varias suertes, trajeados con los ricos atavíos que la devoción de los feligreses ha costeado. El altar mayor es esplendoroso, iluminado semeja una lámina de oro».

Refiriéndose a las noches de teatro, el inglés menciona que «las damas van bellamente ataviadas a los palcos, combinando la pulcritud con la elegancia. Por lo general, visten de blanco. El cuello y el seno están bastante descubiertos para despertar admiración sin escandalizar a los mojigatos». (…) «El vestido lleva mangas cortas y el cabello es arreglado con mucho gusto: una peineta y algunas flores, naturales o artificiales, por todo adorno», comenta.

Nadie que haya visitado Buenos Aires «habrá dejado de oír el nombre del bullicioso bebedor Jack Hall, el enterrador de la ciudad quien por su apariencia y manera de vestir parecía un elegante de Newgate. El pobre Jack murió en 1824 y fue llevado hasta su última morada en uno de los coches de su propiedad; debido a su oficio se le había bautizado con el apodo de «inglés ataúd»», cuenta el autor, entre otras anécdotas.

Tampoco faltan los pincelazos sobre José de San Martín, Manuel Belgrano, Carlos de Alvear, Valentín Gómez, Manuel Dorrego, Martín Rodríguez y Rivadavia, a quien describe en pocas líneas su aspecto físico y su gran capacidad de estadista.

Las referencias sobre «la vida social bonaerense tan ajustadas y naturales, nos convence de que el englishman vivió intensamente a su vera, frecuentando con asiduidad los tradicionales hogares», subraya Alejo González Garaño en el prólogo del libro, en la edición de 1942.(Télam).