De lavacoches a cooperativista
Empezó hace años con el balde. Se reconvirtió y ahora ordena y cuida autos en el estacionamiento.
“Me acuerdo de cuando corría el pata de fierro”, dice Rafael Eduardo Laurín y resume los años que lleva trabajando en la playa de estacionamiento del Parque Central. El pata de fierro era el tren de pasajeros, que salió por última vez de la estación el 10 de marzo de 1993. “Desde ahí que estamos, eh”, aclara. “Todo esto era playa hasta el fondo, no había parque, no estaba la pileta. Era todo estacionamiento. Después empezaron a cortar”. Rafael trabaja en la cooperativa Brisas del Sur, que administra la playa de estacionamiento de Santa Fe e Independencia. Eso es lo nuevo, porque antes era lavar, en “negro”, a la intemperie y por 5 pesos el coche. Desde que la actual gestión del intendente Horacio Quiroga se puso como objetivo sacar a los lavacoches de la calle, Rafael dejó el balde y armó la cooperativa junto a otras nueve personas. Uno de sus hermanos hoy la preside. Rafael no recuerda exactamente el año, pero calcula que fue 1996 o 1997 cuando llegó por primera vez al estacionamiento. “Antes no había problema, no se había ido el dólar arriba. Venías, te lavabas siete autos a 5 pesos y te alcanzaba. 100 pesos antes era plata”, aclara. De los 20 años que pasaron desde que empezó en la playa de estacionamiento hubo siete que los trabajó para la constructora Luciano SA, en el mantenimiento de las máquinas viales que forjaron la Ruta 7, en el acceso norte de la ciudad. “Después ya me quedé acá”, dice. “Acá vos vas, estacionás un coche, dejás la llave y nada más. Antes te levantabas a las 6 de la mañana y llegabas a las 7 de la tarde a tu casa, estabas todo el día”, rememora. Antes de las cooperativas y de Sein estaban los lavacoches y estaba Altec, que administraba el estacionamiento. “Se trabajaba para ellos pero nosotros seguíamos con el lavado. La gente de acá nos conoce hace años; viene, deja la llave y le estacionamos el auto porque saben que cuando vuelven tienen las cosas en orden”, dice, pero aclara: “Nos ha costado mucho ganar esa confianza, los lavacoches estamos mal vistos en todos lados”. El “todos lados” incluye a los gobiernos y también incluye a vecinos, pero Rafael pertenece a un grupo de pocos que logró el respeto de muchos. “Acá tenés abogados, jueces, gente que trabaja en AFIP, en la escribanía, gente importante de la administración y algún que otro político”. De hecho si algo recuerdan Rafael y sus compañeros son “los asados” que comían con “gente que hoy ocupa cargos importantes” y la leña que muchos clientes con chacra les acercaban cuando la garita no estaba y los inviernos se pasaban a fuerza de fogatas improvisadas. “Nos colgábamos de los árboles y sacábamos las ramas secas para hacer un fueguito al costado”, cuenta. La garita nueva es pequeña y no alcanza para contener a todos, pero sí para hacer de oficina y abrigar a algunos, mientras otros caminan alrededor de los autos “controlando que esté todo bien”. Y eso alcanza y así lo dice: “Yo les debo todo a Neuquén y a esta playa de estacionamiento”.
Rafael Eduardo Laurín, 33 años. Tiene dos hijos, “un nene y una nena”. Nació en Villa Regina, Río Negro, y vino a Neuquén a los tres años.
Luis García
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios