“El vivero es paz”

A Silvia Moreno el fatídico incendio del Tribunal de Faltas de Neuquén le abrió las puertas de este vivero. Era el 2003 y, hasta entonces, para ella era un lugar desconocido. El siniestro de ese 1 de octubre, hace casi diez años, consumió unos 200.000 expedientes de la oficina del Juzgado 2, ubicado en el edificio de Mitre 461, en el bajo neuquino. Pero no sólo eso. Ese fuego también llegó a las plantas, que se arruinaron. Silvia trabajaba allí desde hacía varios años. Su trayectoria parte como empleada municipal que se inició en la guardería del barrio Bouquet Roldán hace ya 30 años y que terminará en 2013, cuando se jubile, en el vivero de San Martín al 7300. “Yo en el Tribunal arreglaba las plantas que teníamos y tal es así que conocí el vivero. Hay mucho personal municipal que no sabe que existe. Cuando se incendió el Tribunal yo traje las macetas para que me pusieran plantas nuevas (porque las que estaban se estropearon con el calor o se quemaron) entonces traje las macetas y me encantó”. Silvia cumple ya nueve años trabajando en el lugar. “Llevé plantas nuevas y trabajé un tiempo más allá. Después me enfermé y me hicieron el pase para acá. De ahí no me fui más”, sintetiza. Si algo tiene para decir Silvia y el resto de los trabajadores que a diario realizan tareas en el vivero municipal es que es un lugar tranquilo para estar. “Es paz”, dice ella y cualquiera que se dé una vuelta por ahí puede confirmarlo. De hecho su traslado fue un poco por elección y otro poco por “un problema de estrés” que la llevó a necesitar un lugar con esa calma. Es que en ese espacio que, en total, ocupa unas cinco hectáreas en el barrio Valentina Norte Urbana, ya no se oye la ciudad. Los invernaderos abrigan el verde de esas plantas que no hablan, pero acompañan, y que están al cuidado de ella y seis compañeros más. “Los chicos zarandean tierra de afuera, me la traen acá, yo la vuelvo a zarandear para que quede más fina y le ponemos insumos, lombricompuesto, perlita, turba y se prepara la tierra y se trasplanta. O se saca del mesón y de ahí va a envases, a esas macetitas de plástico negro”, dice Silvia sobre su trabajo, en el invernadero de plantas de interior. “Es tranquilo y lo rescato por el compañerismo y el respeto que hay”, resumió.


A Silvia Moreno el fatídico incendio del Tribunal de Faltas de Neuquén le abrió las puertas de este vivero. Era el 2003 y, hasta entonces, para ella era un lugar desconocido. El siniestro de ese 1 de octubre, hace casi diez años, consumió unos 200.000 expedientes de la oficina del Juzgado 2, ubicado en el edificio de Mitre 461, en el bajo neuquino. Pero no sólo eso. Ese fuego también llegó a las plantas, que se arruinaron. Silvia trabajaba allí desde hacía varios años. Su trayectoria parte como empleada municipal que se inició en la guardería del barrio Bouquet Roldán hace ya 30 años y que terminará en 2013, cuando se jubile, en el vivero de San Martín al 7300. “Yo en el Tribunal arreglaba las plantas que teníamos y tal es así que conocí el vivero. Hay mucho personal municipal que no sabe que existe. Cuando se incendió el Tribunal yo traje las macetas para que me pusieran plantas nuevas (porque las que estaban se estropearon con el calor o se quemaron) entonces traje las macetas y me encantó”. Silvia cumple ya nueve años trabajando en el lugar. “Llevé plantas nuevas y trabajé un tiempo más allá. Después me enfermé y me hicieron el pase para acá. De ahí no me fui más”, sintetiza. Si algo tiene para decir Silvia y el resto de los trabajadores que a diario realizan tareas en el vivero municipal es que es un lugar tranquilo para estar. “Es paz”, dice ella y cualquiera que se dé una vuelta por ahí puede confirmarlo. De hecho su traslado fue un poco por elección y otro poco por “un problema de estrés” que la llevó a necesitar un lugar con esa calma. Es que en ese espacio que, en total, ocupa unas cinco hectáreas en el barrio Valentina Norte Urbana, ya no se oye la ciudad. Los invernaderos abrigan el verde de esas plantas que no hablan, pero acompañan, y que están al cuidado de ella y seis compañeros más. “Los chicos zarandean tierra de afuera, me la traen acá, yo la vuelvo a zarandear para que quede más fina y le ponemos insumos, lombricompuesto, perlita, turba y se prepara la tierra y se trasplanta. O se saca del mesón y de ahí va a envases, a esas macetitas de plástico negro”, dice Silvia sobre su trabajo, en el invernadero de plantas de interior. “Es tranquilo y lo rescato por el compañerismo y el respeto que hay”, resumió.

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