Calor ruso para el invierno neuquino

SE construirán 40 estufas de alto rendimiento en un asentamiento de la ciudad.

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Es casi imposible leer algún relato del realismo ruso sin que se mencione al menos una vez la estufa. Se trata de un objeto arraigado a a la fuerza en la cultura de esos pueblos: los intensos inviernos los llevaron a perfeccionar los métodos para darse calor. Lo hicieron de tal forma que crearon prototipos mucho más eficientes que las estufas a hierro, más comunes en la cultura europea. En el siglo XXI, a miles de kilómetros del frío siberiano, los neuquinos apelan a la tradicional tecnología para hacer frente al invierno. Con asesoramiento y financiamiento del gobierno provincial, los vecinos de la toma Siete de Mayo aspiran a construir unas 40 estufas rusas antes de que lleguen las bajas temperaturas. Un relevamiento por el asentamiento demostró las enormes falencias en materia de seguridad que tienen los métodos de calefacción y cocinas usados actualmente. Sin conexión de gas y ante la imposibilidad económica de acceder a una garrafa de GLP, las familias utilizan viejas salamandras o braseros tradicionales que, además del riesgo de incendio o inhalación de gases de mala combustión, gastan una enorme cantidad de leña. ¿Qué ventaja aportan las estufas de alto rendimiento o estufas rusas? En principio, están construidas con ladrillos refractarios, que absorben y acumulan el calor para luego “soltarlo” lentamente. Pero la clave está en la chimenea. El tiraje posee un sistema serpenteante que ralentiza la salida de gases, provocando una combustión más completa. De esta forma, se logra aprovechar casi todo el poder calórico de la leña, a tal punto que consume un cuarto de combustible vegetal que, por ejemplo, una salamandra común. Además, ese lento tránsito de los productos de la combustión facilitan a que la mayor parte del calor quede dentro del hogar, a tal punto que la estufa apagada puede seguir templando el ambiente por muchas horas. No sólo la climatización es ventajosa. A través de una suerte de módulo anexo, la estufa puede fácilmente convertirse en un horno, con lo cual también se aprovecha la temperatura para cocinar. “El precio de la estufa con ladrillos refractarios ronda los 2.500 ó 3.000 pesos”, contó Patricia Vera, directora provincial de Promoción y Asistencia. Contó que el dinero y la capacitación los brinda la Provincia, pero la idea es que sean los propios vecinos los que las construyan.

La estufa rusa gasta un cuarto de la leña que unA SALAMANDRA COMÚN. Además, mantiene el calor por mucho más tiempo.


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