El rompecabezas político
Parecería que la clase política nacional es congénitamente incapaz de agruparse en partidos relativamente coherentes como los de otras partes del mundo democrático, pero aunque los cismas ya son rutinarios, pocos han motivado tanta especulación como el provocado hace poco por Elisa Carrió. Mientras que algunos opinan que el gran beneficiado de la decisión de la diputada de romper con el Frente Amplio-Unen es el líder porteño Mauricio Macri, otros aseguran, acaso con el propósito de mortificarla, que quien tiene más motivos para festejar es la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. La respuesta a la pregunta que están planteando los preocupados por la evolución del drama político nacional dependerá del electorado. Luego de convencerse de que ningún precandidato presidencial del bloque progresista dominado por la UCR tenía posibilidades reales de triunfar en el 2015, Carrió entendió que sería mejor que se abstuvieran para que quedara despejado el camino hacia la Casa Rosada del único opositor que a su juicio está en condiciones de derrotar al ganador del duelo entre los peronistas Daniel Scioli y Sergio Massa. Como no pudo ser de otra manera, su actitud, además de la manera sumamente despectiva que eligió para expresarla, ofendió sobremanera a sus ya exsocios. Aunque ninguno parece capaz de conseguir los votos suficientes como para desempeñar un papel que no fuera meramente testimonial, todos son reacios a abandonar la esperanza de que la mayoría llegue a la conclusión de que lo que el país más necesita es un gobierno de la centroizquierda solidaria, algo que, para su indignación, tanto Scioli como Massa insinúan que se encargarían de formar. La hostilidad hacia Macri de muchos progresistas se debe en buena medida a los sentimientos “neoliberales” que le atribuyen. Según las encuestas de opinión, el grueso de la ciudadanía quiere más intervención estatal en el manejo de la economía por desconfiar del sector privado, pero puede que lo que hasta ahora ha contribuido a impedir que Macri logre consolidarse fuera de la Capital Federal comience a obrar en su favor. A su modo, los radicales y los kirchneristas se las han arreglado para desprestigiar el progresismo a ojos de una proporción nada desdeñable del electorado, y parece más que probable que, al profundizarse la crisis económica que el país está sufriendo, muchos más reclamen un cambio mayor que el propuesto por los partidos tradicionales o, cuando menos, un gobierno de ideas supuestamente muy distintas de las que desde hace décadas reivindican los populistas. Aunque los macristas se sienten alentados por el acercamiento de Carrió –Macri mismo elogió su “coraje” y afirmó que “dice muchas verdades”–, sabrán que permitirle incorporarse a sus filas podría ocasionarles una multitud de problemas tanto por su temperamento explosivo como por su costumbre irremediable de considerarse la jefa espiritual de las agrupaciones en que milita. Es por lo tanto de suponer que el Pro intentará mantener cierta distancia de Carrió, conformándose con una alianza táctica coyuntural, puesto que ya le ha dado bastante tratándolo como un partido de gobierno en potencia. Si bien en las elecciones presidenciales más recientes la chaqueña no cosechó muchos votos, sigue siendo una figura influyente, razón por la que su voluntad evidente de pactar con los macristas los ayudará a vincularse con agrupaciones del interior del país, de tal modo superando los problemas causados por lo difícil que les ha sido proyectarse más allá de la ciudad de Buenos Aires. En el resto del mundo occidental, las diferencias entre conservadores y progresistas se han reducido mucho a partir de la implosión del comunismo. Aunque sigue siendo habitual hablar de “derecha” e “izquierda”, virtualmente todos los partidos importantes son híbridos en que conviven dirigentes procedentes de las dos franjas históricas. En la Argentina, el mapa político se ha hecho más complicado que en otras latitudes a causa de la prolongada hegemonía de movimientos populistas, ya que andando el tiempo el radicalismo y las fracciones nominalmente izquierdistas procuraron asemejarse más al peronismo. Si bien el Pro no ha sido inmune a dicha tendencia, de todas las agrupaciones significantes parece ser la menos populista, lo que debería serle ventajoso al encontrarse el país en una etapa en que precisa contar con alternativas genuinas.
Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 5.196.592 Director: Julio Rajneri Codirectora: Nélida Rajneri de Gamba Vicedirector: Aleardo F. Laría Rajneri Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA – Miércoles 1 de octubre de 2014
Parecería que la clase política nacional es congénitamente incapaz de agruparse en partidos relativamente coherentes como los de otras partes del mundo democrático, pero aunque los cismas ya son rutinarios, pocos han motivado tanta especulación como el provocado hace poco por Elisa Carrió. Mientras que algunos opinan que el gran beneficiado de la decisión de la diputada de romper con el Frente Amplio-Unen es el líder porteño Mauricio Macri, otros aseguran, acaso con el propósito de mortificarla, que quien tiene más motivos para festejar es la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. La respuesta a la pregunta que están planteando los preocupados por la evolución del drama político nacional dependerá del electorado. Luego de convencerse de que ningún precandidato presidencial del bloque progresista dominado por la UCR tenía posibilidades reales de triunfar en el 2015, Carrió entendió que sería mejor que se abstuvieran para que quedara despejado el camino hacia la Casa Rosada del único opositor que a su juicio está en condiciones de derrotar al ganador del duelo entre los peronistas Daniel Scioli y Sergio Massa. Como no pudo ser de otra manera, su actitud, además de la manera sumamente despectiva que eligió para expresarla, ofendió sobremanera a sus ya exsocios. Aunque ninguno parece capaz de conseguir los votos suficientes como para desempeñar un papel que no fuera meramente testimonial, todos son reacios a abandonar la esperanza de que la mayoría llegue a la conclusión de que lo que el país más necesita es un gobierno de la centroizquierda solidaria, algo que, para su indignación, tanto Scioli como Massa insinúan que se encargarían de formar. La hostilidad hacia Macri de muchos progresistas se debe en buena medida a los sentimientos “neoliberales” que le atribuyen. Según las encuestas de opinión, el grueso de la ciudadanía quiere más intervención estatal en el manejo de la economía por desconfiar del sector privado, pero puede que lo que hasta ahora ha contribuido a impedir que Macri logre consolidarse fuera de la Capital Federal comience a obrar en su favor. A su modo, los radicales y los kirchneristas se las han arreglado para desprestigiar el progresismo a ojos de una proporción nada desdeñable del electorado, y parece más que probable que, al profundizarse la crisis económica que el país está sufriendo, muchos más reclamen un cambio mayor que el propuesto por los partidos tradicionales o, cuando menos, un gobierno de ideas supuestamente muy distintas de las que desde hace décadas reivindican los populistas. Aunque los macristas se sienten alentados por el acercamiento de Carrió –Macri mismo elogió su “coraje” y afirmó que “dice muchas verdades”–, sabrán que permitirle incorporarse a sus filas podría ocasionarles una multitud de problemas tanto por su temperamento explosivo como por su costumbre irremediable de considerarse la jefa espiritual de las agrupaciones en que milita. Es por lo tanto de suponer que el Pro intentará mantener cierta distancia de Carrió, conformándose con una alianza táctica coyuntural, puesto que ya le ha dado bastante tratándolo como un partido de gobierno en potencia. Si bien en las elecciones presidenciales más recientes la chaqueña no cosechó muchos votos, sigue siendo una figura influyente, razón por la que su voluntad evidente de pactar con los macristas los ayudará a vincularse con agrupaciones del interior del país, de tal modo superando los problemas causados por lo difícil que les ha sido proyectarse más allá de la ciudad de Buenos Aires. En el resto del mundo occidental, las diferencias entre conservadores y progresistas se han reducido mucho a partir de la implosión del comunismo. Aunque sigue siendo habitual hablar de “derecha” e “izquierda”, virtualmente todos los partidos importantes son híbridos en que conviven dirigentes procedentes de las dos franjas históricas. En la Argentina, el mapa político se ha hecho más complicado que en otras latitudes a causa de la prolongada hegemonía de movimientos populistas, ya que andando el tiempo el radicalismo y las fracciones nominalmente izquierdistas procuraron asemejarse más al peronismo. Si bien el Pro no ha sido inmune a dicha tendencia, de todas las agrupaciones significantes parece ser la menos populista, lo que debería serle ventajoso al encontrarse el país en una etapa en que precisa contar con alternativas genuinas.
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