Pucciomanía: fascinación por lo siniestro

Una película, un libro y una serie retratan al oscuro clan familiar. Pablo Trapero y Rodolfo Palacios analizan el renovado interés

CLAN PUCCIO

Un hombre de unos cuarenta años pasa por la Catedral de San Isidro con su perro. Hace dos cuadras, gira en una esquina y se detiene en un portón gris. Chequea que está en el lugar preciso y espera hasta que su perro defeca en la vereda de la calle Martín y Omar 544. Toma una foto y la sube a las redes sociales.

Se trata de una de las tantas personas que por estos días se acercan hasta el lugar como parte de la “pucciomanía”, esa suerte de fenómeno del que forman parte un libro y una serie, pero que sobre todo fue impulsado por “El clan”, la película dirigida por Pablo Trapero que ya es la más vista del año: un millón y medio de espectadores en las primeras dos semanas de exhibición, un récord absoluto.

Entre 1982 y 1985, el clan Puccio secuestró y mató a los jóvenes empresarios Ricardo Manoukian, Eduardo Aulet y Emilio Naum y mantuvo cautiva un mes a la empresaria Nélida Bollini de Prado. Por estos cuatro casos fue condenada la banda que lideraba Arquímedes Puccio y que integraban dos de sus hijos, Alejandro -ex wing del Club Atlético San Isidro (CASI) y de Los Pumas- y Daniel, alias “Maguila”; el militar retirado Rodolfo Franco y sus amigos Guillermo Fernández Laborde y Roberto Oscar Díaz.

“Es una historia fascinante. Me da mucha satisfacción que pase esto en los cines porque hace muchos años cuando estaba investigando no había información, más allá de las noticias de la época”, dice Trapero.

Juan Ignacio Pereyra – pereyrajuanignacio@gmail.com

Para reconstruir la historia, el director cuenta que fueron al barrio a tocar timbre y hablar con la gente. “Llevó mucho tiempo conseguir hacer la película, que hoy es un gran éxito y provocó la ‘pucciomanía’, pero a priori, cuando le decís a un productor de la naturaleza de la historia, te miran diciendo ‘bueno, bueno, pero es una historia difícil, el público no quiere ver este tipo de cine, es un caso real’”, señala el director de “Leonera”, “El Bonaerense” y “Carancho”, entre otras.

Treinta años después, el caso que conmovió al país vuelve a los primeros planos y no solo por la película de Trapero, que competirá en el festival de Venecia que comienza esta semana. Al filme se suman el libro del periodista especialista en policiales Rodolfo Palacios y, también, la serie producida por Sebastián Ortega que se emitirá por Telefé desde el mes próximo, con las actuaciones de Alejandro Awada, Cecilia Roth y “el Chino” Darín.

“La ‘pucciomanía’ es un fenómeno difícil de explicar. Influye que se cumplen tres décadas de los arrestos, pero también por la época a la que pertenece la historia: la Argentina es muy nostálgica de los años 80, en lo musical, lo artístico y lo político por el regreso de la democracia”, dice Palacios, que también participó de la investigación para la serie de Ortega.

“Es un caso bastante único, en un barrio como San Isidro y no en un lugar alejado. A su vez está el misterio y la identificación de lo que parecía una familia perfecta”, añade el periodista.

La “pucciomanía”, cuenta Palacios, lleva a que un hermano de Arquímedes quiera vender por internet un cuadro que perteneció a la familia en tres millones de dólares. “Una locura. También está el tour criminal, de la gente que se acerca hasta la casa en San Isidro y se saca fotos. Creo que el mayor dolor de Arquímides sería no vivir esto, la ‘pucciomanía’”.

Entrevista a Pablo Trapero, director de “El clan”

La historia macabra de una aparente familia normal

Pablo Trapero tenía trece años cuando estalló el caso Puccio. Desde entonces, la historia le quedó dando vueltas en la cabeza. “Lo que más me sorprendía era cómo la familia entera estaba sospechada. Era como cualquier otra, pero secuestraba gente del barrio -incluso amigos- y la tenía cautiva en su casa”, cuenta el director de “El clan”, la película que ya fue vista por más de un millón y medio de espectadores en Argentina y que la próxima semana tendrá su presentación internacional en el festival de Venecia. “La expectativa es muy grande porque la película es una de las más importantes de la programación. Para mí tiene la doble satisfacción de ser mía y que es un honor porque hace décadas que el cine argentino no compite por el León de Oro”.

Trapero reuerda el caso Puccio como una noticia que se desarrolló como en una novela antigua. “De las que salen en capítulos. Primero era un secuestro, después se supo que eran más. A lo largo de los años se fueron conociendo los detalles de la historia. Los amigos que durante muchos años apoyaron a Alejandro y decían que había una confusión. La novia de Alejandro que lo visitaba en la cárcel por años y decía que era un error. Hasta el día de su muerte, Arquímedes sigue dando que hablar y niega los crímenes”, dice el director.

-¿Tenías la intuición de un éxito así?

-Es muy intuitivo el proceso de hacer películas y es algo que a mí me hace sentir un privilegiado porque desde mi primera película sentí el respaldo del público en diferentes niveles. Cada película fue generando sorpresas. “Leonera” y “Carancho” ayudaron a que saliera una ley. “Elefante Blanco” influyó en que salieran unas reglamentaciones para reorganizar el tema de las villas. Las películas provocaron un montón de cosas que exceden el evento cinematográfico y pasaron meses hasta que eso ocurriera.

-Lo de “El clan” es diferente.

-Sí, lo que está pasando es inmediato. A dos días del estreno, los números nos dejaron a todos muy sorprendidos. Intuitivamente sentía que había una buena historia y durante muchos años peleé para hacer la película. Ahora hay un libro que salió hace poco. Pero cuando empecé a investigar no había nada de información. La dimensión de lo que está pasando no la podíamos ni prever, porque rompió todos los récords que podía. Estamos en un millón y medio de tickets en dos semanas. Eso no pasa con grandes películas americanas. Incluso (el semanario estadounidense) Variety sacó un comentario comparando el desempeño de “El clan” contra “Misión imposible”, explicando que al final del recorrido “El clan” va a vender más tickets. Ese nivel no lo imaginábamos.

¿Por qué pensás que se dio así?

-Cuando es algo provocado por el morbo, dura solo un fin de semana. Cuando lo provoca la publicidad, dura un par de días más. Cuando entre la primer semana y la segunda solo baja un cinco por ciento la cantidad de espectadores, es inédito. Es porque la gente se siente conmovida por la película, que le gusta. Las más taquilleras bajan de a un treinta por ciento de una semana a la otra. A su vez, el boca a boca no lo logra ninguna publicidad ni nada externo a la película. Eso depende solo de la relación del público con la película.

-¿En qué elementos se enfocaron más en la investigación?

-Fue un trabajo largo. Hay perfiles distintos de la historia y frentes que analizar. Está cómo Arquímedes articulaba con una situación política y con espacios de poder un poco oscuros. La dinámica de los secuestros. Cómo era la relación de la familia con el contexto y cómo era hacia adentro. Lo más atractivo que tiene la película es que, además de contar el caso policial y estar muy documentada, el corazón emocional es la relación de la familia, principalmente en Arquímedes y Alejandro.

¿Por qué?

-Ese vínculo es la puerta de entrada a esta historia tan angustiante. A través de esa relación padre-hijo, todos podemos entender un poquito más la historia. Fue muy sorprendente descubrir, como decían en el barrio, que era como una familia cualquiera. Los hijos estaban integrados a la sociedad y eran tipos queridos en el barrio. La mamá era profesora de una escuela muy tradicional. Una de sus hijas daba clases en un colegio de la zona. Alejandro era un rugbier famoso. Arquímedes se presentaba como contador y en el barrio lo máximo que podían decir era que estaba un poco obsesionado con la escoba (barría constantemente la vereda). Es la aparente familia muy normal pero que está completamente fuera de la normalidad. Ese contraste hace que el público se conmueva. Ve vínculos que como espectadores podemos entender. Es un caso único que se estudia en las universidades de criminología, pero lo que no es único son esos vínculos que pasan puertas adentro.

Entrevista a Rodolfo Palacios, autor de “El clan Puccio. La historia definitiva”

Arquímides “era la encarnación del mal”

Desde hace años que el periodista Rodolfo Palacios (Mar del Plata, 1977) entrevista a los protagonistas de los casos policiales más emblemáticos de la historia criminal argentina. Desde Carlos Eduardo Robledo Puch hasta Yiya Murano, pasando por Aníbal González Higonet conocido como “el loco del martillo”, Luis “El Gordo” Valor y Ricardo Barreda, entre otros.

En ellos, Palacios dice que pudo hallar algún atisbo de luminosidad, algo que no logró hacer con Arquímedes Puccio, el jefe de la banda que en los años 80 secuestraba y mataba en pleno San Isidro. “Era la encarnación del mal, un personaje absolutamente perverso. En sus últimos años tenía una carpeta con el nombre de sus enemigos y los pinchaba. Muchos eran los jueces de la causa, familiares de víctimas. Era alguien malo, malo”, afirma el autor de “El Clan Puccio. La historia definitiva” en una entrevista con “Río Negro”.

Palacios entrevistó a Arquímides Puccio en julio de 2011 en General Pico, dos años antes de que muriera. “Era uno de los pocos que me faltaba. A él le interesó. Decía que él iba a ser el personaje más importante que yo iba a entrevistar. Tenía un ego gigante. Estaría orgulloso de saber que es parte de una serie o de un libro”, cuenta el periodista.

-¿Qué te sorprendió de Puccio?

-La particularidad es que pudo mantener la maldad a lo largo de toda su vida. No solo hizo daño a las víctimas y a sus familiares, sino también a su propia familia. Su hermano me contó que Arquímedes ya desde niño tenía esa cuestión de ser malo, de burlarse del otro, de sentirse superior. A él lo termina devorado su obsesiva ambición. Lo delatan sus cómplices porque les termina dando poco dinero.

-¿Qué diferencia hay entre Puccio y los otros criminales que entrevistaste?

-Creo que Puccio nos explica más como sociedad a los argentinos. Fue peronista, condecorado por Perón a los 19 años. El padre de Arquímedes estaba en la política. Arquímedes viajó a España y le dio la mano a Franco. No era un loco que de un día para el otro empieza a secuestrar. Puccio se fue cociendo a fuego lento en la política argentina. Con los años, él tiene un rol en la dictadura desde la ultra derecha peronista mediante el grupo Tacuara. Termina mutando en una pequeña industria familiar del secuestro, sin chimenea y con mano de obra barata, como decía él.

¿Qué te llamó más la atención del caso?

-Muchas cosas. Usaba de fachada a su hijo Alejandro, que era un rugbier muy conocido, le hacían notas en El Gráfico y jugaba en Los Pumas. O sea, hubiera tenido una carrera en el deporte. Creo que el mayor misterio es qué pasó en esa familia, que los domingos antes de comer rezaba, que iba a la Catedral de San Isidro. Después está eso que dice Freud de lo siniestro en lo familiar. Aún hoy muchos vecinos no pueden creer que la familia de Puccio haya estado involucrada en esos casos. Es como eso que está debajo de la alfombra y no se quiere ver. Cuando los detuvieron, los vecinos salieron a defenderlos y decían que era un complot.

-¿Cómo fue aquella entrevista en General Pico?

-Traté de escuchar sin censurar. Él estaba con un boina y decía que su abuelo había sido mafioso en Sicilia. Era un tipo mentiroso pero muy atractivo en su discurso. Fue contador, se recibió de abogado. Era muy inteligente, más allá de que hablaba con insultos y con desprecio por la mujer. Cuando él ya estaba muerto, me enteré que le decía a sus cómplices que los estaban monitoreando de la mafia. Otra cosa llamativa que me contaron dos de sus cómplices es que él les propuso hacer un pacto de sangre y les decía “matemos por la familia”. Dudo también de si él no mintió sobre sus contactos políticos y militares. Queda la duda de si había alguien que le soltó la mano. Él era muy convincente en lo que hacía. Por eso entiendo que para Alejandro y Daniel, los hijos, debe haber sido muy difícil revelarse.

-Arquímedes también decía que era montonero…

-Sí, pero no sabemos si fue así. Puccio siempre se apuntaba a las ideologías. No importa el pelaje político, de izquierda o de derecha. En la entrevista que le hice, habla de Hitler y se pone de pie. Con el Che Guevara hace lo mismo. De Castro dice que es un gran hombre. No tenía ideología política, su ideología era el poder, la ambición, ser alguien perverso. El poder de tener gente secuestrada y ser dueño de sus vidas. Hasta sus últimos días vivió de esa manera. Se sabe que tenía vínculos con la Triple A, pero no sabemos qué tipo de relación.

-Tampoco se termina de saber qué lugar ocupó su esposa Epifanía, ¿no?

-Es la duda. Es muy difícil haber vivido en esa casa sin saber lo que ocurría. Uno no puede decir que ella sabía y fue cómplice, porque está viva y puede accionar judicialmente, que es el tema de la serie y de la película. Estuvo procesada pero fue liberada por falta de pruebas. La única sobreviviente, Nélida, dijo que no la vio porque tenía los ojos tapados pero contó que escuchó voces de mujer. Los familiares de las víctimas están convencidos de que Epifanía fue parte de la banda.

Otro interrogante es qué pasó con el botín.

-No se sabe qué pasó con el dinero. Antes de morir, como si fuera una venganza hacia Epifanía, Arquímedes dijo que tenía una cuenta en Uruguay. Se cree que sí, que hay. Estamos hablando de un millón de dólares. Él tuvo el final que merecía, murió en la soledad absoluta. Pero falta mucho por saber y quizá nuca lo sepamos.


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