La playa de la buena Pipa no es un cuento

En el nordeste de Brasil este pueblo costero posee algunas de las mejores bahías del país. Vegetación exuberante, un mar tibio, un clima privilegiado, delfines cerca de la orilla y muy buenas olas lo convierten en un destino elegido por muchas parejas jóvenes argentinas con y sin chicos. ¿Vamos a recorrerlo?

Por Juan José Larrondo

juanjoselarrondo@gmail.com

Un sendero de 200 metros de arena de un amarillo tenue que serpentea entre dunas enormes conecta mi posada con la playa das minas, no tan conocida, pero no por ello menos hermosa que las demás playas de Pipa. Antes de desayunar camino algunos kilómetros por la orilla, mientras el mar tibio –28 °C de temperatura promedio– me invita a disfrutarlo a cada paso. A lo lejos transita un lugareño en bicicleta que parece dirigirse a su trabajo. Después, ni un alma. Estamos solos, la naturaleza y yo. La arena se escabulle entre los dedos de los pies, como si me moviera sobre talco. Incluso, el chasquido que hacen diminutos granos cuando los piso contribuye al completo relax que emana del ambiente. El sol no perdona en el nordeste de Brasil ni cuando recién se asoma en el horizonte. Son las 6 am y la luz de febo inunda la escena de una belleza arrolladora. Las mesetas llenas de selva, la arena pálida, el mar verde esmeralda, las rocas rojas y el canto de las aves construyen un contexto paradisíaco. Pipa es un lugar para vivirlo a ritmo de campechano, como lo hacen sus habitantes.

Hace 20 años era sólo una aldea de pescadores, donde unos pocos surfistas disfrutaban de sus excelentes olas e intentaban que el secreto de la aldea de ensueño no se propague. En los morros, sencillas casitas asomaban sus tejas rojinegras entre la vegetación, y las posadas y hoteles no estaban ni en los planes. Pero, como pasó en muchos pueblitos costeros de Brasil, jóvenes surfistas, neohippies y viajeros en busca de la playa secreta, terminan despertando al mercado y la industria del turismo atrae proyectos inmobiliarios, hoteleros y chárteres con fundamentalistas de las cámaras de fotos.

Sin embargo, si se le escapa a la temporada alta –Año Nuevo, enero y febrero–, sigue siendo un sitio adorable, donde se pueden encontrar playas desiertas, restaurantes con mesas vacías, vistas increíbles y un camarero siempre dispuesto a marchar una buena porción de mariscos fritos con cerveza helada. Quizá lo mejor que tiene Pipa es la suave manera que poseen sus habitantes de vivir la vida. Algo que me contagiaron no bien pise este lugar: esa necesidad de estar en relax permanente, disfrutando cada instante pero sin prisa.

Cuatro cuadras conforman el centro de Pipa. El denominador común, como el de todo el pueblo, es la mezcla: la combinación de lo local con lo extranjero, lo sobrio con lo desmedido, la modernidad arquitectónica de los complejos hoteleros con la rusticidad de las casas de los pobladores. Sin embargo esta confusión enamoró a muchos que de distintas partes del mundo decidieron vivir aquí y no lo cambian por nada. Entre ellos cientos de argentinos, como Mariana, una rosarina, profesora de educación física, que llegó hace 5 años de vacaciones con amigas y no se fue más. Ahora es instructora de surf, vive a una cuadra de Madeiro, una de las playas más aclamadas, y dice que no se imagina una vida más linda de la que tiene, con cero stress, libertad plena y muchos amigos.

La búsqueda de la mejor playa.

La playa que está junto al pueblo es la que lleva el nombre de Pipa y aunque es un buen lugar para tomar una cerveza mirando el mar, quedarse demasiado tiempo sería un desperdicio. Por ella se accede, cuando baja la marea y caminando hacia el norte, a bahía de los Golfinhos.

Los delfines son los reyes de esta playa. Al principio llegué a asustarme cuando los simpáticos mamíferos pasaban cerca mío mientras barrenaba olas. Después de un rato ya los disfrutaba saltando a 20 metros de mi lugar. Pipa es uno de los pocos sitios de Brasil donde es fácil ver delfines. En casi todas sus playas aparecen en algún momento del día.

Y esto pasa más seguido en Madeiro, que está a cinco minutos del centro en auto, pasando bahía de los Golfinhos. Para llegar a la arena hay que bajar más de 130 escalones de madera, pero el esfuerzo es ampliamente recompensado cuando nos encontramos con una de las playas más afamadas del nordeste.

Encajonada entre enormes acantilados llenos de vegetación, Madeiro invita a hacer surf, nadar cerca de los delfines, almorzar excelentes mariscos en sus chiringuitos o simplemente disfrutar del sol y el mar tibio.

Pipa es sólo el denominador común de un montón de otras playas, donde cada vez que nos alejamos más del pueblo hay menos gente sobre la arena.

El desafío es encontrar la que más le agrade a uno y disfrutarla al máximo, porque olvidarla será muy difícil.

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Maravilhas do Brasil: botes, veleros, bancos de arena.

Buceo en aguas cálidas, una de las atracciones de las playas de Pipa.

“Viven muchos argentinos. Entre ellos Mariana. Llegó hace cinco años, es instructora de surf y no se imagina una vida más linda”.

“Los delfines son los reyes de la playa en Baia dos Golfinhos. Al principio llegué a asustarme: pasaban cerca mientras barrenaba olas”.

Playa do Giz

Piscinas naturales

En números

Como suele suceder, jóvenes surfistas, neohippies y viajeros en busca de la playa secreta terminaron despertando el mercado y la industria turística.

Datos

“Viven muchos argentinos. Entre ellos Mariana. Llegó hace cinco años, es instructora de surf y no se imagina una vida más linda”.
“Los delfines son los reyes de la playa en Baia dos Golfinhos. Al principio llegué a asustarme: pasaban cerca mientras barrenaba olas”.
Un lugar encantador de arena blanca, rocas negras, repleto de palmeras y vegetación, donde se forman piscinas naturales al bajar la marea.
Como aún no es tan conocida, brinda un entorno muy pacífico, lo que permite disfrutar de una de las mejores playas de Brasil casi en solitario.
Está en el pueblo de Tibau do Sul, sólo a 5 km de Pipa. Llegar es fácil y rápido. No aparece en ninguna guía pero que deja sin aliento al visitarla. Que quede entre nosotros.
100
son los km que separan Pipa del aeropuerto de Natal, la capital del estado de Río Grande del Norte.
8.500
pesos es el precio del vuelo entre Buenos Aires y Natal saliendo el 6 y regresando el 20 de julio por Gol con una escala en San Pablo.
1.300
pesos sale una habitación doble con desayuno bufet en la posada Spa Da Alma ubicada a 200 metros de la playa Das Minas.
Como suele suceder, jóvenes surfistas, neohippies y viajeros en busca de la playa secreta terminaron despertando el mercado y la industria turística.

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