Adela Litvak, la actriz que quiso ser titiritera por siempre jamás
Vivió varios años en la provincia. "Río Negro" la encontró detrás de sus títeres, en Buenos Aires.
Estudió teatro en el IFT de Buenos Aires y luego se apasionó, se especializó en la técnica y la dramatización con muñecos. Sabe hacerlos, pero no es constructora ni plástica, según le gusta aclarar. Sabe pedir para lograr lo que desea. Como puestista conoce cada paso del desarrollo de los títeres, crea los personajes y se expresa con ellos. La formación del titiritero -remarca- debe tener una base actoral pura.
Adela vivió en Río de Janeiro, París, Madrid y Polonia, la tierra de sus mayores. En General Roca fue docente en el INSA.
«Desde su fundación, Tilo Rajneri convocó a especialistas en cada materia, de distintos lugares, para trabajar juntos. Algo muy lindo. Aunque algunas escuelas ya no están, teatro, música, danza, títeres y plástica, tenían una especie de seleccionado que Tilo armó. Al Valle llegamos de gira con Omar Olmedo, mi compañero de entonces. Andábamos recorriendo el país enviados por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, que había firmado convenios con las provincias. Queríamos salir de esta enorme ciudad de Buenos Aires. En realidad me pasé la vida saliendo y entrando. Siempre vuelvo al lugar donde pasé mi infancia, aquí están anudados todos los recuerdos que me sustentan. Cuando viajo, llevo los objetos más queridos y a Río Negro llevé mis libros, mis fotos, mi música, como para quedarme, y sin embargo regresé acá».
En el pequeño departamento que habita en el barrio de San Cristóbal abundan esas fotos, las rocas, restos de pescados de San Antonio Oeste, trocitos de sal, caracoles, algunos muñecos descansando sueños, sus libros y los de su hija Natacha que estudia medicina sin alejarse de la danza que abrazó desde niña. Y Nahuel, un bullterrier que ocupa todos los huecos y el silencio, con sus ladridos.
«Con Omar hicimos un trabajo muy interesante, sigue recordando Adela. Yo soñaba que aquello era una siembra… Trabajé en Villa Regina para la Escuela de Educación por el Arte, estuve en Roca, recorrimos completa toda la provincia y Neuquén también. Nos extendimos. Tuve alumnos de diversos lugares, di cursos para docentes; hicimos producciones enormes en el anfiteatro de Regina, que no se usaba desde hacía años. El 22 de noviembre del '84 armamos un espectáculo con cien personas de la comunidad, coro, canciones, actuación, manipulación, muñecos enormes y unos cinco mil espectadores. Como soñadora incorregible que soy, creía que sembraba…»
«Por aquella época la gente participaba mucho, le gustaba hacerlo. Con el grupo madre de la Escuela Municipal, «Los basureros de Villa Regina» se llamaba. Nos la pasábamos inventando y salíamos a recoger deshechos para crear los espectáculos. La directora de Cultura procuraba pintura, cola y otros materiales que no podíamos reemplazar, el resto lo recolectábamos. Planteábamos -ahora se hace con más razón aún, por la carestía- que no se requería dinero para construir títeres, sino imaginación. Aprovechábamos botellas de detergente, diarios, palos de escoba, telas que tiraban. Muchas personas se prendieron, que tiempo después encontré y recordaban aquello con nostalgia. Soñaba también que cuando yo me fuera, seguiría la tarea, pero no».
Guiñar un ojo
«De Villa Regina pasé a Roca, al Instituto Nacional Superior de Arte. Un lugar único diseñado muy originalmente, donde además de las horas cátedra teníamos las artísticas; hacíamos extensión a la comunidad desde allí. Y eso no lo consiguió ninguna otra institución que yo conozca. Nos reuníamos inclusive para coordinar planes de trabajo y expandir el modelo.
Tilo Rajneri buscaba artistas para dirigir las escuelas; aunque no estuvimos de acuerdo en muchos aspectos, lo siento cercano porque es muy buen diseñador de estas cosas, un buen administrador de energías. Consiguió que se respetara al artista: que dirigiera, organizara y planificara, pero jamás dejara de serlo, porque por eso estaba allí. Me siento muy contenta de haber tenido la fuerza suficiente para poner espectáculos, trabajar con alumnos, organizar planes de estudio, para coordinarlos y correlacionarlos».
«Algo me desilusionó… Formábamos docentes para ingresar a la enseñanza, pero no podían hacerlo por la organización externa, del ámbito nacional. No me daba la cara para prometer que haciendo la carrera completa, cubriendo todos los años con buena asistencia, cumpliendo las tareas, las muestras anuales y demás, iban a conseguir trabajo.
Después de tamaño esfuerzo no tenían cabida, como les ocurre a los médicos jóvenes, a los nuevos profesionales, a las camadas de actores que anualmente egresan de los conservatorios y a tantos otros. De Río Negro tengo lo más preciado por mí: lo que viví allí».
«Como actriz, me ha tocado hacer pasillo, antesala, castings donde no siempre te tratan bien, te manosean; fue y sigue siendo así. No aceptaría ir a esos programas de televisión, a hacerme la frívola para que me vean y me den un papel por ahí. Con el arte titiritero tengo más posibilidades, yo creo el espectáculo y lo saco, lo promociono, lo vendo. Estoy en todas las tareas que construyen una historia, escribo, participo en el armado de la escenografía, changueo, cargo, descargo, armo y desarmo. Pero hace falta fuerza y mucha».
«En los últimos años se incentivó mucho el trabajo con muñecos buscando abarcar las distintas técnicas que posibilitan el desarrollo actoral. Antes, al actor le daba miedo tocar el títere, le parecía un género menor o que lo desvalorizaba. El distanciamiento -técnica que usamos los titiriteros, aclara Adela Litvak- es fascinante.
Aquellos que sueñan conque los títeres tienen vida propia, no van a llegar muy lejos. Uno es el manipulador, como lo es del propio cuerpo, quien actúa. El títere vive porque yo estoy ahí arriba, abajo, adelante, atrás, encima. Y el personaje que yo creo también; lo muestro igual que cuando soy actriz.
Decía (Bertold) Brecht, hay que ponerlo por delante y guiñarle el ojo al espectador, para que comprenda, separe, se distancie y piense, sin que lo invada la emoción. Emocionarse es inevitable pero sin dejar de pensar y reflexionar. Y el títere es bueno para provocar reflexiones».
Eduardo Rouillet
Estudió teatro en el IFT de Buenos Aires y luego se apasionó, se especializó en la técnica y la dramatización con muñecos. Sabe hacerlos, pero no es constructora ni plástica, según le gusta aclarar. Sabe pedir para lograr lo que desea. Como puestista conoce cada paso del desarrollo de los títeres, crea los personajes y se expresa con ellos. La formación del titiritero -remarca- debe tener una base actoral pura.
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