Micromachismos y escuela

En los últimos años la sociedad argentina asistió a una serie de debates y movilizaciones sociales que pusieron en tensión las estructuras familiares tradicionales y los roles preestablecidos.

A partir de 1983, legislaciones inclusivas fueron acompañando este proceso, con la ley de Divorcio (23515), las leyes de Salud Sexual y Procreación Responsable (25673), la de Protección Integral de los Niños/as y Adolescentes (26601) y en el 2006 la ley de Educación Sexual Integral (26150) dieron un marco de protección de derechos de las personas y de equidad de género que tuvieron como objetivo construir una sociedad más justa (acceso a derechos), donde en particular mujeres, niñas y personas con una identidades no hegemónicas (trans, por ejemplo) no padezcan violencias de ningún tipo.

Violencias que pueden ser visibles y otras no. La más visible es la violencia física. Las menos visibles erosionan la autoestima de quien las padece cotidianamente, algunos autores lo denominan micromachismos, es decir, acciones machistas que se suceden todos los días, en la vida cotidiana y muchas veces son naturalizadas como “parte de un vínculo amoroso”.

Y aquí radica la importancia de lograr que en las instituciones educativas se apliquen las normativas antes mencionadas; “la escuela” es un dispositivo fundamental para concretar y profundizar los derechos que lleven a una sociedad más igualitaria.

Es interesante pensar si se han podido hacer efectivos cambios en las prácticas de la vida de las personas, si ya son parte del “sentido común”. Porque creemos que es allí donde se expresan ideas y concepciones del mundo en un momento dado.

En el 2017, el Instituto Abierto para el Desarrollo y Estudio de Políticas Públicas (Iadepp), junto a la consultora Giacobbe y Asociados, realizó una encuesta a 1.000 personas a través de sus dispositivos celulares denominada “Mundos íntimos en clave de igualdades, desigualdades”.

Se indagó sobre la economía familiar, cómo se reparten las tareas domésticas, entre otros comportamientos cotidianos, buscando adentrarse de manera exploratoria en los roles y estereotipos de género en la vida cotidiana. Es interesante ver que los resultados muestran una diferencia de comportamientos entre los varones mayores de 50 años y los más jóvenes. Según los encuestados, la preparación de la cena sigue estando en un 78% de los hogares en manos de mujeres en las parejas mayores de 50, pero en el segmento de menores de 50 años es proporcional la mayor participación del varón en la medida que se baja de edad.

Los comportamientos que podríamos denominar “machistas” se repiten en el resto de las actividades investigadas de acuerdo a las edades en proporciones relativamente similares, poniendo de manifiesto que cuanto más jóvenes más incorporada se encuentra la igualdad entre mujeres y varones en relación a las tareas cotidianas relevadas, pese a que los números de igualdad sean aún bajos.

Es por ello que consideramos necesario el cumplimiento efectivo de la ley de Educación Sexual Integral como una oportunidad para enmarcar la educación de las nuevas generaciones en condiciones de igualdad. Mas educación sexual integral en las escuelas significa equidad y democracia.

*Licenciada en Ciencias Políticas (UBA) y especialista en educación sexual integral


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