Análisis: el demoledor triunfo de una figura casi ignota

Redacción

Por Redacción

Arabela Carreras, hasta hace pocas semanas una figura casi ignota del universo político rionegrino y fuera del radar electoral, se convirtió en la primera mujer elegida para gobernar la provincia. Y lo hace con una impactante diferencia de votos.

Sea como fuere, la fuerte impronta de Weretilneck y de su criatura política, Juntos, explica una parte de la paliza electoral de ayer. El gobernador no se ha caracterizado por grandes resultados ni obras claves, pero ha trajinado la provincia y desplegado recursos del Estado y del Plan Castello. Victimizándose como un “proscripto”, W eligió una heredera “desperonizada” y originaria de Bariloche, el bastión más difícil y caudaloso en votos. Fue un acierto; si no, miremos los datos de la ciudad lacustre.

El kirchnerismo atraviesa su segundo gran duelo. Había depositado expectativas en Soria, estimulado por la gran performance electoral del Frente para la Victoria en las elecciones legislativas de 2017. En el último tramo, Soria renegó de su estirpe kirchnerista. Tarde. Blandió esa bandera durante años, y su hermana María Emilia fue la expresión más extrema de esa pertenencia en el Congreso.

He aquí, entonces, una importante razón de la victoria de la candidata de Juntos que recién ahora comenzamos a descubrir: buena cuota de la derrota de Soria debe atribuirse a un electorado que, si bien podría haber estado dispuesto a acompañar a un intendente activo en obras y superavitario en cuentas, tiene como serio límite al kirchnerismo, atravesado por la corrupción más escandalosa de los últimos tiempos.

Soria deberá prepararse ahora para las facturas que se cobrarán con estrépito algunos sectores del PJ rionegrino. A la luz de los resultados, terminará saldándose la disputa entre peronistas “racionales” y kirchneristas. Hay que recordar que dirigentes del peso de Miguel Pichetto prácticamente pusieron fichas a la victoria de Carreras.

La gran legión de empleados públicos y de empresas estatales, temerosa de perder sus puestos (tal vez con el recuerdo del achicamiento anunciado por Carlos Soria en 2011), hizo pesar su voto en favor de Juntos, sobre todo en Viedma. Tampoco alcanzaron los denodados juramentos de Soria en contra de un ajuste.

El macrismo ya está expresando alivio por la victoria de la candidata de Juntos. La celebra como un triunfo propio que lo anexa al del neuquino Omar Gutiérrez, el 10 de marzo pasado. Hasta el armado de su fórmula de Cambiemos pareció haber ido en esa dirección. Módica satisfacción. Para una parte de los votantes, la opción de Juntos Somos Río Negro se convirtió en voto útil para neutralizar una resurrección de la onda K.

Por otra parte, la escuálida cosecha de la radical Lorena Matzen tendrá, a no dudar, un fuerte impacto en el ánimo de los radicales. Podrán imaginar qué destino les depararía un aislamiento de Cambiemos.

El tiempo dirá si el temperamento que ha demostrado Carreras estos frenéticos días lo consolidará, para demostrarle a los rionegrinos que no será un mero títere de Weretilneck (usando las palabras de Soria). Por lo pronto, hoy sólo tiene conceptos de gratitud hacia su padre político.

El gobernador, comparte con ella un raro destino: ser mandatarios llegados “por casualidad”. Alberto Weretilneck debió asumir inesperadamente tras el asesinato de Carlos Soria. Arabela tuvo que tomar el lugar que le vedó la Corte Suprema a Weretilneck, frustrándole la esperanza de elongar su poder.


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