A pesar de usted…

Por Arnaldo Paganetti

Mañana será otro día… Este pensamiento, recitado con ensoñadora tonada por Chico Buarque, se ha hecho carne en una gran mayoría de argentinos, que ven como sus dirigentes se pelean y bloquean las soluciones a sus afligentes problemas en los más variados ámbitos:

– En la Justicia, con las idas y vueltas vergonzosas que desembocaron (después de saberse que tenía 200 mil dólares atrapados en el corralón) en la excusación de Carlos Fayt, lo que a la vez provocó la marcha atrás del proyecto de la Corte para redolarizar los depósitos;

– En la política, donde el presidente Eduardo Duhalde busca sacar de la cancha a Carlos Menem, sin lograrlo todavía, pues no aparece un candidato peronista atractivo, a poco más de cuatro meses de las elecciones;

– En el Ejecutivo, en un país al borde del default con los organismos de crédito internacionales, con los amagues de renuncia de Aldo Pignanelli a la titularidad de un BCRA que debería ser autónomo pero que en realidad está influenciado por los bancos privados y depende de Economía;

– Y en el Congreso, al cual el ministro Roberto Lavagna conminó a que apruebe en las próximas dos semanas el Presupuesto 2003, para satisfacer lo que parece ser la exigencia postrera del FMI antes de un acuerdo mínimo, impidiendo que los «peajes» históricos solicitados por diputados y senadores acaben aumentando el gasto público que se pretende controlar.

La visita – el primer viaje fuera de su país como presidente electo – de Luiz Inácio Lula Da Silva a Buenos Aires, fortaleció el envalentonamiento de Duhalde, quien apuesta a que el «veranito» se transforme en «el mejor verano de los últimos cuatro años», manteniendo acotado el conflicto social que, a esta altura de 2001, presagiaba la dolorosa caída de Fernando De la Rúa.

En conversaciones privadas, Lula advirtió sobre el carácter destructivo del enfrentamiento entre Menem y Duhalde. No ayuda – sentenció – a la relación estratégica entre Brasil y la Argentina ni a la negociación en bloque con Estados Unidos y la Comunidad Europea.

Lula no simpatiza con el modelo económico de Menem ni con su conducta ética, pero está demostrando que en defensa de los intereses de sus compatriotas, transitará la senda del pragmatismo. Resaltó, por ello, el voto popular como instrumento para zanjar las diferencias. Casualmente, la herramienta que está en discusión en el PJ, que puso en la categoría de «veremos» la realización de un Congreso partidario (en principio, previsto para el próximo viernes) y las internas, que deberían concretarse a más tardar en los primeros días de marzo.

Hay duhaldistas dialoguistas y proclives a transitar una senda de consenso con el menemismo (Carlos Ruckauf, Felipe Solá, por ejemplo). Pero están los otros, dispuestos a convertir a la provincia de Buenos Aires en una Prusia, esto es, en un territorio bajo férreo control de «la mazorca», para impedir el retorno el riojano a la Casa Rosada. En este bando milita Hilda «Chiche» Gónzalez, a quien no se le puede negar influencia ni proyección política.

La tregua es muy frágil, porque desde el Gobierno llegó a sostenerse que los economistas del menemismo fueron a Washington a boicotear el arreglo con el Fondo y estaban detrás de las maniobras de agitación en las barriadas desamparadas para provocar una eclosión antes de la Navidad.

Sin embargo, Duhalde recapacitó y mandó al titular de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño, a conversar con Eduardo Bauzá. En la primera reunión no hubo avances, porque el Presidente estaba dispuesto a dar luz verde a las aspiraciones de Menem, siempre y cuando éste se aviniese a disputar en forma conjunta los cargos partidarios.

«La transición tiene que ser parte de un proceso paulatino. Hasta los revolucionarios franceses, cuando la guillotina dejó de subir y bajar, asimilaron a parte del administración real», trató de convencer el menemista Bauzá.

Es tan enmarañado el tironeo en el unicato del partido gobernante, que los pronósticos son difusos. Los embajadores de los países europeos tomaron nota de un dato que les aportó el politólogo Rosendo Fraga: nadie gana, hay que esperar. La gente no tiene, hoy, ánimo de ir a votar.

«Salga usted a la cancha que tiene experiencia de gestión», terció ante Duhalde el candidato más ponderado por las encuestas para comerse la manzana rosada, Carlos Reutemann. «Lole» no quiere morder del fruto prohibido pero se siente Adán y la tentación es muy grande. Por ahora, chucea quizá con el propósito de que Menem y Duhalde, dos locomotoras, se estrellen de frente y le despejen el terreno como a él le gusta.

A esta altura de las penurias colectivas, sería bueno un poco de transparencia porque lo que está, está a la vista. José Manuel De la Sota parece haberse apartado de la contienda y Felipe Solá dice en la intimidad que le queda grande el traje presidencial. En realidad, además de Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá, hay un tapado, el ministro Lavagna que toma posición, aunque por ahora está a tiro de guadaña. Despotrica contra el FMI, le aprieta las tuercas a las provincias y no teme en enfrentar a la Corte.

«Tenemos sentido de la realidad. No somos tan estúpidos como para desconocer el grave momento que vive el país», cuenta Lavagna que le dijo un miembro del tribunal, en medio del análisis judicial para declarar inconstitucional la pesificación.

Sentado sobre los 10 mil millones de dólares de reserva, mandó a su secretario de Hacienda, Jorge Sarghini y al ministro del Interior, Jorge Matzkin, a que le lavaran la cabeza a los diputados. Los radicales encabezados por Horacio Pernasetti y Jorge Pascual, se quejaron de que el Presupuesto enviado no contempla la posibilidad de un acuerdo con el FMI. Empero, el «apriete» fue tal que aceptaron habilitar su tratamiento, aunque se reservaron votar en disidencia.

Además de enfrentar a los banqueros, Lavagna embiste contra Menem y el ex ministro Domingo Cavallo, a los que considera adalides de la vuelta a un esquema dolarizador.

Con todas las dificultades a flor de piel, el gobierno exhibe una mayor fortaleza y eso se refleja en el andar enérgico y templado de Duhalde, que no parece el de alguien dispuesto a ceder poder.

Arnaldo Paganetti

arnaldopaganetti@rionegro.com.ar


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