Adolescente, líder política, amante

El gran papel cinematográfico con el que una jovencísima Eva Perón (entonces Duarte) soñaba en su pueblo natal de Los Toldos, en la provincia de Buenos Aires, cuando aún no conocía a Juan Domingo Perón ni era rubia, no fue para ella sino para las actrices que tras su muerte interpretaron en el cine su corta e intensa vida.

Si bien Eva Perón logró actuar en algunas películas antes de convertirse en primera dama -entre ellas “La cabalgata del circo”, en cuyo rodaje nació su mítica rivalidad con la actriz Libertad Lamarque, y “La pródiga”, su único protagónico-, su carrera actoral descolló, más que en el cine, en el radioteatro.

La figura de Eva Perón estuvo durante mucho tiempo alejada del cine argentino debido a los sucesivos gobiernos militares que tuvo el país y para los que el peronismo era mala palabra. Sin embargo, más de 20 años después de su muerte un 26 de julio de 1952, a los 33 años, la figura de “Evita” comenzó a surgir en el extranjero gracias al musical homónimo de Andrew Lloyd Webber, que se estrenó en el West End de Londres en 1978 y pasó luego con éxito a Broadway.

Es así como, en 1981, la figura de Eva Perón hace su primera aparición frente a las cámaras en un telefilm del estadounidense Marvin J. Chomsky en el que la “abanderada de los humildes” fue interpretada por Faye Dunaway.

Cuando pudo ser visto en Argentina tras el retorno a la democracia, en 1983, “Evita Perón”, rodado en parte en México -con Pedro Armendáriz como el sindicalista Cipriano Reyes-, llamó un poco la atención que Eva (Dunaway) y Perón (James Farentino) tuvieran la misma edad, cuando se llevaban más de 20 años. El film tampoco logró superar con elegancia haber sido rodado en parte en México, por lo que algunas escenas en exteriores parecían transcurrir en el desierto mexicano más que en la pampa argentina.

La primera actriz argentina en ponerse en la piel de Eva Perón fue Flavia Palmiero, quien en 1984 recreó a la Eva adolescente que a los 15 años se subió a un tren con destino a Buenos Aires para probar suerte como artista para algunas secuencias del documental “Evita, quien quiera oír que oiga”, de Eduardo Mignona.

Pasaron varios años -con apenas una breve aparición de Eva en “Gatica”, la película de Leonardo Favio de 1993, interpretada por Cecilia Cenci- hasta que la líder de los trabajadores argentinos volviera a aparecer en la gran pantalla. Fue cuando en 1996 se estrenó en Argentina “Eva Perón”, de Juan Carlos Desanzo, con Esther Goris en el protagónico. La película, que se promocionaba con afiches en los que se leía “Ni santa, ni demonio. La verdadera historia”, se centró en 1951, cuando Eva Perón estuvo muy cerca de lograr la vicepresidencia.

Para la mayoría de los peronistas, fue el primer film que le hizo justicia. La película de Desanzo trató a Eva Perón como lo que realmente fue, un animal político capaz de construir su propia parcela de poder al calor de los sindicatos y de enfrentarse a la oligarquía terrateniente de su país -con una escena antológica en la que les espeta a las damas de la Sociedad de Beneficencia que sus apellidos tienen “olor a bosta de vaca”- y hasta al mismísimo Perón cuando sintió que le bloqueó su propia candidatura. Una mujer de armas tomar, mandona y ambiciosa, pero también valiente, inteligente y entregada en cuerpo y alma a defender a sus “cabecitas negras”.

Pocos meses después se estrenó la “Evita” del inglés Alan Parker, basada en el musical de Lloyd Webber y protagonizada por la mismísima Madonna. Que la reina del pop, que había hecho del erotismo un negocio, encarnara a quien para muchos era una “santa”, fue demasiado para los guardianes de su memoria, que acusaron a la cantante poco menos que de blasfema.

Rodada en parte en Buenos Aires, la película de Parker, al igual que el musical, se alejaba del rigor histórico para convertir a Eva Perón en una figura más emparentada con Julie Andrews que con la esposa del fundador del peronismo. Por mucho empeño que pusiera Madonna, tampoco ayudó que la “Evita” de Parker fuera angloparlante, más allá de que cada tanto introdujera en su discurso un “descamisadous” o “mis compañerous” con acento inglés.

La figura de Eva Perón no volvió a tener apariciones estelares en cine -salvo la breve interpretación de Laura Novoa en “Ay, Juancito”, la película de Héctor Olivera de 2004 sobre el conflictivo hermano de Eva, Juan Duarte- hasta el año pasado, cuando se estrenó “Juan y Eva”, de Paula de Luque, con Julieta Díaz como Eva y Osmar Núñez como Perón, centrada en el surgimiento de la historia de entre los dos, cuando Eva era una actriz en ascenso y Perón un prometedor coronel a cargo de la secretaría de Trabajo y Previsión.

“Juan y Eva” mostró a la Evita celosa y posesiva, capaz de defender con uñas y dientes al hombre que amaba y admiraba, mostrando la intimidad de una pareja que, según algunos historiadores, era más política que sexuada.

Angloparlante, adolescente, cantante, politizada, enamorada: ya no parecían quedar en el tintero muchas versiones de Eva. Sin embargo, el año pasado su leyenda volvió a reencarnar de forma impensada: como dibujo en la cinta de animación “Eva de la Argentina”, de María Seoane. El tiempo dirá cuántas Evas quedan aún por descubrir en el cine.

Agencia DPA


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