Adolescentes en aislamiento: ¿cómo cuidar su salud mental?
La cuarentena modificó sus rutinas, sus vínculos y sus actividades. Especialistas advierten que hay que prestar atención a los cambios en la conducta, no confrontar todo el tiempo y buscar comunicarse de manera efectiva con ellos.
Agustín se levanta a las tres de la tarde. Camina desganado por el pasillo, apenas barbotea un “hola” cuando entra a la cocina y abre la heladera. Su mamá se acerca para preguntarle qué quiere comer y señalarle que hay sobras del mediodía para recalentar.
– ¿Hasta que hora te quedaste anoche?- la mujer repite la pregunta que hace cada tarde desde que comenzó la cuarentena.
– Creo que eran las siete de la mañana. Terminé de hacer todos los trabajos de la escuela y después nos pusimos a jugar en línea con Tomás.
En casa de Tomás, la situación se repite casi de manera idéntica. Almuerza aproximadamente a la misma hora. Después, hace un poco de ejercicios y se prepara para la cena. Ni bien terminan de comer se va a su cuarto y se pierde nuevamente en el mundo virtual.
A su mamá no le gusta como se organiza, como tampoco le gusta a la mamá de Agustín, pero dicen que no queda otra en esta situación, que es duro pelear todo el día con ellos.
La cuarentena sin dudas tiene un efecto sobre la salud mental de los adolescentes. Los padres aseguran que los chicos pasan la noche conectados a la compu, o el celular, duermen de día, no tienen contacto con sus pares, y atraviesan rebeldías y angustias.
Fernando Osorio, es psicólogo especializado en clínica con niños y adolescentes y asegura que el “confinamiento obligatorio” genera sentimientos de miedo, amenaza e incertidumbre y puede alterar la conducta individual y el comportamiento social de los chicos.
Es por eso, que Osorio recomienda que una de las primeras cuestiones a las que se debe prestar atención, una vez que comiencen a flexibilizarse el aislamiento o se levante definitivamente, será a los cambios en la conducta individual y al comportamiento social que demuestren sus hijos.
Explica que el cerebro necesita, para su normal funcionamiento, estímulos positivos, regulares y que mantengan una cierta frecuencia y regularidad. Cuando esto no sucede, comienza a producirse un disfuncionamiento que provoca estados alterados aumentando la producción de estados de ansiedad, irritabilidad, trastornos psicosomáticos y alteraciones de la conducta y el comportamiento.
“Esa es la razón por la cual no es para nada conveniente que los niños y los jóvenes modifiquen tan sustancialmente la rutina cotidiana en cuanto a sus rutinas para dormir, estudiar, alimentarse, descansar, disfrutar del ocio, etc”, escribe el especialista consultado por Río Negro.
Explica que el “aislamiento social” es considerado en otros contextos como una problemática de la salud mental. Por lo tanto, corresponde pensar que hay que ser muy cautelosos en cómo se manejan los mensajes, la información y la vida cotidiana en confinamiento para no pasar de un aislamiento obligatorio a un aislamiento emocional.
“Queda en claro que hay que entrenar a nuestros hijos a soportar la frustración de las cosas que se van a perder indefectiblemente y de otras que sólo habrá que postergar por un lapso determinado: las salidas, el sentirse amontonados, las peleas entre hermanos exacerbadas por la cantidad de horas de contacto, etc”, dice Osorio.
El aislamiento obligatorio desencadena una gran cantidad de síntomas emocionales, físicos y psicosomáticos que habrá que tener en cuenta. En este sentido, el psicólogo recomienda que los padres bajen las ansiedades y las expectativas de modificar conductas durante el confinamiento.
Hay que comprender que los más jóvenes también son atravesados por profundos estados de incertidumbre y que eso genera ansiedad. La ansiedad debe ser canalizada por diferentes alternativas. En lugar de perseguir a los hijos para que no estén veinticuatro horas conectados a los jueguitos electrónicos o con sus amigos habrá que ser creativos y generar otro tipo de alternativas lúdicas atractivas”, sostiene.
En este sentido subraya que la comunicación efectiva, cara a cara es fundamental en este proceso de detección de procesos emocionales negativos. “Es importante no confundir el “estar todos juntos con estar comunicados. Dicha comunicación certera influye en procesos que involucran la razón, la comprensión y la generación de pensamientos positivos, concluye.
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– Restablecer horarios y rutinas diarias que se repitan del mismo modo, a lo largo de la semana, con el objetivo de devolverle al cerebro una organización previsible.
– Disminuir la sobrecarga informativa sobre los efectos de la pandemia a nivel mundial.
– Las rutinas académicas obligan a muchos niños y jóvenes a estar frente a sus pantallas, fuera de esos horarios, que luego se conecten con otro tipo de estímulos.
– Incluir rutinas de juegos de mesa y otros menos estructurados que obligan al cerebro a integrar procesos creativos que están anestesiados por el estímulo de las pantallas.
– Replantear rutinas alimentarias que impliquen proceso más largos en la elaboración de las comidas diarias.
– Generar rutinas de limpieza y orden de objetos, ropa y mobiliario.
La casa se convirtió en un set de TV
Agustín se levanta a las tres de la tarde. Camina desganado por el pasillo, apenas barbotea un “hola” cuando entra a la cocina y abre la heladera. Su mamá se acerca para preguntarle qué quiere comer y señalarle que hay sobras del mediodía para recalentar.
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