ANALISIS: El bloqueo no aísla a Hamas y alimenta el odio

Siete meses después del cierre de la frontera con Egipto, la situación se hizo insoportable en la Franja de Gaza y acabó detonando: cientos de miles de personas se abalanzaron para llegar a Egipto, el vecino árabe, después de que durante la pasada noche milicianos palestinos abrieran agujeros en la frontera con explosivos.

Hasta medio millón de personas cruzaron por los agujeros en diez kilómetros de frontera. En las ciudades egipcias de Rafah y Al Arish se aprovisionaron con alimentos para luego volver.

«Quiero comprar comida para mi familia y visitar a mi hermana en Al Arish», dijo Mufida Abu Sarka, de 52 años. Otro hombre, con una oveja en brazos, saltó sobre el muro bajo para regresar a la Franja de Gaza. Yamil Safi ha comprado en Egipto el animal por unos 140 dólares y quiere venderlo en Gaza para conseguir algo de dinero, explica este padre de 47 años, que tiene once bocas que alimentar. De camino a Rafah, el tráfico ya está atascado en Jan Yunis, a unos siete kilómetros. Miles de personas iban en buses y vehículos privados.

Pero las fuerzas de seguridad egipcias han instalado controles en las carreteras de la península del Sinaí, para impedir que las personas vayan más lejos. La frontera con Egipto permanecía cerrada desde que el movimiento radical islámico tomase a la fuerza el poder en la Franja de Gaza en junio del año pasado.

A su vez, Israel endureció por su cuenta las medidas de bloqueo y las sanciones, lo que no hizo más que aumentar la sensación de que los 1,5 millones de palestinos en la Franja de Gaza viven en la mayor prisión del mundo. Las últimas gotas que colmaron el vaso fueron los cortes de energía en toda Gaza, cuando Israel detuvo el suministro de combustible. El objetivo de Israel es obligar a la cúpula de Hamas a detener los continuos lanzamientos de misiles contra su territorio. Desde el viernes Israel sólo permite que a la población de Gaza se le suministre un mínimo de alimentos.

Hasta la fecha, la estrategia israelí para que la población acabe odiando a la cúpula de Hamas no ha funcionado. Más bien las personas allí residentes caen más fácilmente en los brazos de los extremistas. (DPA)

SARA LEMEL


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