Volver a Villa Regina, una chacra y una casa frente al río: la historia de un sueño en la Patagonia
Un inspirador proyecto del arquitecto Gilberto Flores Suárez para dos familias a orillas del río Negro: cada una tiene su área privada y comparten la zona social en un bloque central independiente de dos plantas. El deseo de regresar a un tesoro escondido de la Patagonia, los lazos chacareros y una amistad de toda la vida, las claves de la historia detrás de la obra.

Es una radiante mañana de primavera a mitad de camino entre la cordillera y el mar. El sol ilumina el verde profundo de los álamos y de los sauces a orillas del río Negro en una zona de chacras de Villa Regina, orgulloso bastión de la producción de peras y manzanas del Alto Valle. A metros del agua cristalina que viaja hacia el Atlántico, frente a una isla donde pastorean las ovejas y los chivos del vecino, una casa rodeada de un jardín de vides orgánicas brilla en ese escenario de película que sobrevuelan garzas y flamencos al norte de la Patagonia.
El proyecto

La casa tiene dos alas y un bloque central. Fue pensada así para que dos familias amigas pudieran tener cada una su área privada y compartir la social: el estar, el hogar, el comedor y la cocina integrada, todo con vista a esa maravilla en forma de río que dejan disfrutar los ventanales. Una escalera de álamo conduce a un escritorio y un espacio de juegos y estudio que balconean a la planta baja.




Desde ahí, desde ese puente bajo techo, la perspectiva hacia el norte deja asombrarse con la postal de la chacra y hacia el sur con otra dimensión del río, sus curvas, el encanto agreste del paisaje, como un cuadro perfecto que se mueve lento.


Más cerca, del otro lado de las aberturas de aluminio y los cristales, relucen la pérgola y la glicina que la cubre. Más allá, a la sombra de los sauces, hay una mesa y bancos de álamo para sentarse a desayunar o tomar el té a la tardecita.


Quien le dio forma al proyecto, quien diseñó esos 443 metros cuadrados fue el arquitecto Gilberto Flores Suárez, nacido en Villa Regina y recibido en la UBA. Cuando les mostró los primeros planos a los propietarios, la respuesta fue clara.
-No nos gusta.
El arquitecto, curtido en las charlas con clientes, incluso si se trata de familiares o amigos, asintió y con su mejor tono pronunció la frase clave.
-Hacemos los cambios que quieran, pero antes déjenme que les explique.


1,5
- millones de pesos por metro cuadrado es el costo actual estimado por el arquitecto Flores Suárez para construir una casa de estas características en Villa Regina.
Saber escuchar
«Menos mal que lo dejamos que nos explique«, dice ahora, diez años después de estrenar la casa, Alberto Flores, primo de Gilberto. Lo dice en su lugar preferido, la playita, parado de cara al río.
Allí hicieron el asado decisivo las dos familias en el 2012, cuando se animaron a embarcarse en esta aventura. Por si le faltara una señal a un pescador de ley como él, aquel mediodía a Alberto le picó una trucha de aquellas en el segundo tiro. Ahora baja cada vez que puede a la playita, se sienta a leer o a dormirse una siestita, le convida unos mates a los kayakistas que paran a saludar, ve los saltos de las carpas que emergen para atrapar insectos, contempla la naturaleza desbordante de ese tesoro oculto de la Patagonia.

Como su primo arquitecto, él también volvió a Villa Regina, pero su viaje fue mucho más largo. Su historia se remonta a 1945, cuando su padre, Gilberto, arriba desde San Juan junto a su madre, la maestra Lucy Quiroga, para administrar un establecimiento agrícola.
Fue clave su rol para que más de 50 colonos contaran con los elementos necesarios para trabajar, tuvieran dónde vivir y con el tiempo pudieran ser propietarios de las tierras. Tan valioso como ese fue el rol de su mamá en la escuela de Godoy, que recuerdan generaciones de alumnos. Así lo relató Franco González en su libro «Historia de Villa Regina y sus memorias» en el capítulo dedicado titulado El gran caballero de la colonia, dedicado al padre de Alberto, que con los años también sería productor y fallecería cuando su hijo tenía cinco años.
Y fue su madre, la maestra Lucy, quien los sacó sola adelante, a él y sus tres hermanos. Alberto dejó Villa Regina a los 12 para ir a estudiar como internado al Liceo Militar en Mendoza. Tras esa etapa, como las armas y el uniforme no eran lo suyo, con el tiempo se recibió de contador de grado y se especializaría en administración tributaria. A los 50 se dijo que ya era hora de cambiar de vida, de reencontrarse con su historia.
–Quería ser chacarero como papá -cuenta ahora, en la playita. “Te bancamos”, recuerda que le dijeron su mujer y sus dos hijos. Y volvió a Villa Regina. Cuando recorrió esa chacra pegada al río, invitó a su amigo de toda la vida desde que se conocieron en el liceo a sumarse a ese sueño de peras, manzanas, ciruelas orgánicas y la casa compartida. Y Ricardo dijo sí.
Materiales con historia
La onda rústica de las piedras San Juan que revisten la casa apiladas como una pirca evocan la provincia desde donde su padre y su madre llegaron a Villa Regina. El álamo de las escaleras, las mesas, las sillas, la cancha de bochas y el aterrazamiento, a la tierra donde se crió y a la que regresó.


Miguel, el carpintero, fue el encargado de darle forma al álamo estacionado. Y Luis, el herrero, trabajó codo a codo con las damas en cada detalle, incluida la trilladora que ahora brilla con sus lámparas y la parrilla con rueditas. Los fogones también tienen rueditas. No hay pileta, porque sobra río. La cuadrilla de albañiles, agradece Alberto, cumplió a la perfección con su trabajo.


El arquitecto Flores Suárez explica que para la obra se basaron en materiales fáciles de conseguir en la zona como el ladrillón, perfilería C tipo Comesi, chapa ondulada prepintada roja y hormigón armado para la estructura. La mampostería se construyó con adobón: “Lo usamos en los muros exteriores de soga para lograr una pared de 30 cm de ancho. Para las carpinterías se eligió aluminio negro y los cielorasos fueron realizados en durlock junta tomada. Los pisos son de porcelanato”, detalla.
Y suma otras tres puntos claves del proyecto: respetar el camino de sirga (franja de terreno a lo largo de los ríos navegables que debe quedar libre de construcciones), mejorar el suelo con material calcáreo y elevar la obra un metro y medio con la tierra que removían. Con la casa a esa altura, hay una suave pendiente hacia el agua. Lo sabe bien el batallón de nietos que se instala cada verano, se juntan alrededor de la parrilla y los fogones con rueditas y se bañan en el río mientras los abuelos los miran disfrutar desde la playita donde nació el sueño que se animaron a construir.
Ficha técnica
- Proyecto: vivienda frente al río para dos familias.
- Ubicación: Villa Regina, sección Chacras.
- Superficie cubierta planta baja: 347,38 m2
- Superficie semicubierta planta baja: 19,36 m2
- Superficie total planta baja: 365.74 m2
- Superficie cubierta planta alta: 76.95 m2
- Superficie total obra: 442,60 m2
- Proyecto, dirección y cálculo: Arq. Gilberto Flores Suárez
Mini bío

El arquitecto Gilberto Flores Suárez (57) se recibió en la UBA en 1992. Tras su experiencia en un estudio de la Capital Federal, regresó al Alto Valle para trabajar en Roca junto a tres colegas que conoció en la facultad. Un año después decidió volver a Villa Regina y abrir su propio estudio. Hoy lleva más de 160 obras entre viviendas, locales comerciales y remodelaciones realizadas en su ciudad, Roca, Cipolletti, Neuquén, Mainqué, Huergo, Godoy y Chichinales. Contacto: gfloresuarez68@gmail.com

Es una radiante mañana de primavera a mitad de camino entre la cordillera y el mar. El sol ilumina el verde profundo de los álamos y de los sauces a orillas del río Negro en una zona de chacras de Villa Regina, orgulloso bastión de la producción de peras y manzanas del Alto Valle. A metros del agua cristalina que viaja hacia el Atlántico, frente a una isla donde pastorean las ovejas y los chivos del vecino, una casa rodeada de un jardín de vides orgánicas brilla en ese escenario de película que sobrevuelan garzas y flamencos al norte de la Patagonia.
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