Arrugue de barrera
Cómo debe encuadrarse la relación entre la Argentina y Estados Unidos a la luz de la queja pública del número tres del Departamento de Estado, por el acto antiimperialista del pasado 9 de marzo en el estadio de Ferro, en el que Hugo Chávez, llamó «cadáver político» al presidente George Bush?
A juzgar por lo que dice en privado Néstor Kirchner, Estados Unidos debería ocuparse de «arreglar» sus problemas que «son bastantes» y respetar las decisiones soberanas de la Argentina, agradecida con la ayuda permanente de Venezuela y en especial con la última compra de bonos por 750 millones de dólares.
En un segundo escalón, varios de sus ministros consideraron con lenguaje menos virulento que es un «contrasentido inaceptable» la «intromisión» de Nicholas Burns, «en las decisiones libres de otro país».
Tras la filípica de Burns ante el representante nacional José Bordón, por el «discurso rimbombante y negativo » de Chávez, se trató de buscar una salida decorosa, poniendo de relevancia la visita de la senadora Cristina Fernández de Kirchner a Venezuela, para tomar nota de los reclamos de la oposición a Chávez y de la comunidad judía.
Del lado norteamericano se subrayó la molestia por la presencia de Chávez en la Argentina, el mismo día en que Bush estaba en Uruguay, con Tabaré Vázquez, pero al mismo tiempo se pusieron de relieve hechos que hacen al ida y vuelta entre Washington y Buenos Aires: los esfuerzos conjuntos en la lucha antiterrorista (a propósito de Irán y los controles en la Triple Frontera), la vigilancia en la región par evitar las armas de destrucción masiva y el apoyo para pacificar Haití.
Resultó significativo que el viernes, en medio de los esfuerzos por bajar la tensión, el embajador Anthony Wayne, se reuniera con la ministra de Defensa, Nilda Garré, y el titular de la AFIP, Alberto Abad, y diera la bienvenida a un acuerdo preliminar entre EE. UU. y la Argentina, para expandir el servicio de aviación civil entre ambos países. La medida, provechosa para el turismo y el comercio bilateral, se conoció cuando las operaciones aéreas locales se ven dificultadas por la falta de radares y las denuncias sobre inseguridad del cineasta Jorge Piñeyro.
Las gestiones amistosas de Wayne sirvieron para nivelar las opiniones desfavorables que el emisario de Bush había cosechado en la Rosada a partir de un informe de la SIDE, en donde se decía que había «estado muy activo en promover comentarios periodísticos adversos a la presencia de Chávez» en la capital federal el 9 de marzo.
No obstante el arrugue de barrera, esto es la prevención para evitar una ruptura definitiva, por detrás de escena se sigue insistiendo en la falta de coherencia argentina. Al replicar a Burns, Bordón aseguró que el gobierno no participó en la organización ni en el acto de Ferro. Pero si bien es cierto que Kirchner ni sus ministros se hicieron ver en la cancha verdolaga, se sabe que el mitin fue controlado por el presidente, que incluso lo festejó como propio. Eso sí, en la intimidad de Olivos, resentido con el oriental Tabaré Vázquez, del Frente Amplio.
El contrapunto argentino-norteamericano fue analizado en las oficinas de Roberto Lavagna, hasta ahora el principal adversario que tiene los K para octubre. Alejandro Rodríguez, uno de sus principales colaboradores, explicó luego a este diario que es preocupante que la declaración del Departamento de Estado «es la política errática y zigzagueante nacional en materia internacional». Y en tren de enumerar, mencionó el enfriamiento de los vínculos con Uruguay, Chile, Paraguay y Perú, algo «inédito y gratuito» según su visión, y un trato «simulado» con Brasil.
«Hay que ser predecibles y no lo es un gobierno que se pelea con sus vecinos ante una Cancillería que está dibujada, porque las decisiones se adoptan en otras oficinas de la Rosada o en las organizaciones piqueteras», acusó Rodríguez.
Respecto de Chávez, reprobó en nombre de Lavagna el alineamiento con un Chávez que trabaja para «dividir a América Latina», al tiempo que incrementa el comercio con la potencia hegemónica mundial.
Fuentes del gobierno dijeron a este diario que Kirchner no se quiere malquistar con Estados Unidos, sino profundizar su distanciamiento con una figura tan desgastada como Bush. Agregaron que tanto el brasileño Lula como el uruguayo Tabaré Vázquez tuvieron que «bancarse a sus propios partidarios» cuando salieron a repudiar al mandatario norteamericano. «¿A cambio de qué? De nada», expuso K.
Camino a la renovación presidencial de octubre, Kirchner demuestra que es un peronista de lo más pragmático. Hasta lo reconoció Anoop Singh, el ex enviado del FMI, el organismo tan vapuleado por el patagónico, al sentenciar que «hay que mirar al gobierno argentino por lo que hace y no por lo que dice».
Se hizo oficial el cortocircuito entre la Argentina y EE. UU. por el acto anti-Bush de Chávez en Buenos Aires.
ARNALDO PAGANETTI
arnaldopaganetti@rionegro.com.ar
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