Una experiencia que se sostiene a pulmón

El taller de pintura del Hogar Emaús se trasladó a la Escuela de Arte La Llave, donde hace trece días están expuestos los cuadros de los talleristas. Contención y acompañamiento es la consigna.

El taller de pintura del Hogar Emaús comenzó en abril del año pasado. “Empezó como un encuentro para que tengan una experiencia en pintura. Como vimos que había entusiasmo seguimos adelante”, explica la artista plástica Fernanda Cavallaro.

Utilizaron, en una primera etapa, materiales de todo tipo como restos de madera y de cartón. Comenta que al taller concurren habitualmente entre diez o doce personas del Hogar. Usa libros de pintura como para que los asistentes elijan alguna imagen para comenzar a pintar.

A finales del año pasado, cuando hicieron una muestra, personal de la municipalidad sacó fotos de las obras que después se utilizaron para las tarjetas de Navidad que entregó el municipio.

Cavallaro destaca que el municipio donó a cambio pintura y telas. Con esos materiales pudieron darle continuidad al taller, porque “donaciones de pintura casi no se consiguen”. Pero todo se termina y necesitan apoyo para que el taller, que se sustenta en la solidaridad, pueda seguir adelante.

“Ellos no sabían que podían pintar y lograr todo esto”, resalta la artista, mientras señala los cuadros de la muestra. Para casi todos los beneficiarios del taller es la primera vez que se dedican a esta disciplina.

“Es importante el hecho de que están todos juntos trabajando”, señaló Fernanda. “Me encanta verlos trabajar”, afirma.

“Al principio, todos tenían como miedo y ahora hay más soltura, y mi trabajo es guiarlos un poquito más”, enfatiza. “La idea del taller es brindar un acompañamiento”, sostiene.

“Estoy feliz –asegura la artista–. Con más ganas de seguir, con una motivación enorme porque esta es una experiencia que moviliza”.

Las clases

“Cuando pinto me evado, me absorbo en la pintura”, explica Carlos Oñate. El hombre sostiene el cuadro y desliza el pincel con una suavidad obsesiva. El acrílico negro va cubriendo el espacio que limita el trazo de una figura tridimensional, que luce sobre la tela. Carlos no se detiene. Ni siquiera el molesto astigmatismo que padece logra vencer sus ganas de pintar. Durante las tres horas que dura el taller de pintura del Hogar Emaús, se sumerge en otra dimensión. Sueña.

Es el espacio donde Carlos se olvida de las penurias que sufre desde hace unos tres años, cuando perdió todo lo que tenía y terminó durmiendo en la calle. Allí un mano solidaria lo encontró hace ocho meses y lo llevó hasta el Hogar Emaús, que trabaja con personas en situación de calle.

Tiene 65 años y vuelca en sus pinturas un talento que descubrió en el taller, que dicta desde abril del año pasado la artista plástica local Fernanda Cavallaro.

No es el único. Enrique Huichaleo pinta con una soltura sorprendente un paisaje de la ciudad. El lienzo que sostiene lentamente se va cubriendo de colores intensos.

Dice que se inspira en la naturaleza. Tiene un cuadro donde se observa un pájaro, con su sombra, que no pasa desapercibido por la combinación de colores. “Me concentro en lo que estoy haciendo”, explica Enrique, para expresar lo que siente cuando se dedica a pintar.

“¿Hay gris?”, pregunta, urgido, a Fernanda. Sobre dos mesas hay decenas de acrílicos de varios colores. Los que faltan se crean a partir de las indicaciones de Fernanda.

El taller, que habitualmente se dicta los martes en el edificio del Hogar Emaús, ayer por la mañana se trasladó al hall de la Escuela Municipal de Arte La Llave. Era la primera vez que Carlos y Enrique, junto a siete compañeros, pintaban en ese espacio. No es casual. Hace trece días que en ese lugar hay una exposición con cuadros que pintaron en el taller.

Sobre una de las paredes están colgadas las pinturas de Mario Oyarzo, que murió semanas atrás. “Pero quedaron sus colores”, destaca Fernanda. Uno de los cuadros de Mario se vendió. “Esperando a mi chica”, fue el nombre que eligió.

Otra de las pinturas vendidas pertenece a Carlos Almonacid. “No me copié de nadie, es a mentalidad”, aclara.

Ocurre que los asistentes al taller toman por lo general, como referencia, imágenes que observan en libros de pintura que Fernanda facilita.

“Estudié pintura el año pasado y gracias a Dios evolucioné bien”, comenta, con orgullo, Carlos. Sostiene que pinta porque es entretenido. “Siento personalidad cuando pinto”, relata. “Me gusta hacerlo de la mejor manera para que quede bien y me gusta combinar los colores”, explica.

Indica que está pintando una imagen de espiritualidad. Carlos observa su pintura desde distintos ángulos. Está contento.

Hace dos años y medio que concurre habitualmente al Hogar Emaús. Por algunas horas, Carlos sólo se preocupa por combinar los colores y deslizar el pincel como si estuviera acariciando la tela.

“Va a quedar muy lindo”, asegura Fernanda, mientras camina alrededor de las mesas.

A pocos metros Hipólito Rojas intenta cubrir de amarillo gran parte de la superficie del lienzo. Habla poco. Tiene una historia de sufrimiento y carencias, pero elige colores alegres, intensos, para sus cuadros.

Las horas del taller pasan demasiado rápido. Fernanda indica que llegó el momento de guardar los materiales. Roberto Garcés no está convencido de su trabajo. Es un cuadro donde el celeste sobresale y se derrama como si fueran lágrimas sobre un rostro.

Miguel Turra sigue pintando. Quería terminar el cuadro pero el tiempo se agotó. Julio Flores continuará el martes próximo y Pedro Ayelef observa su pintura de colores vigorosos y la muestra satisfecho.

Carlos está concentrado en las últimas pinceladas. Falta bastante aún para terminar la obra. Pero no se inquieta. En una de las paredes hay un cuadro de una manzana pintada sobre varias imágenes geométricas de colores cálidos que Carlos pintó tiempo atrás. En el taller de pintura encontró un refugio de paz.

Datos

10
a 12 personas concurren
al taller de pintura en el
Hogar Emaús.

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