1 de marzo, día del Himno Provincial Neuquino


Se conmemora el noveno aniversario del fallecimiento de don Osvaldo Arabarco, autor de la letra del himno de la provincia del Neuquén. Una vez más lo homenajeamos, redundante es valorar su espíritu de escritor y locutor que lo hizo merecedor de su nombramiento como Ciudadano Ilustre del Neuquén. Esta vez quiero recordarlo a través de las palabras que le escribiera a su papá don Oscar Arabarco: “Lo conocí en septiembre de 1945 (fecha de nacimiento de Osvaldo). Terminaba la Segunda Guerra Mundial y la Argentina crecía. Sus graneros se abrieron al mundo exhausto de la vieja Europa. Neuquén cumplía sus primeros 41 años de vida. Pequeño, con mucha arena y viento. Los vecinos tenían una relación muy especial, próxima y solidaria. La mayoría había venido atrás de sus sueños desde otros pagos y quedaron aquí. Oscar, mi padre, había nacido en Coronel Pringles, Buenos Aires, en julio de 1914. Doce hermanos compartían la mesa, seis mujeres y seis varones. En ese escenario comenzó su vida y la argamasa de lo que sería luego su destino. Buen amigo, sencillo y comprometido. Solidario y trabajador.

Nunca le conocí perezas y si tuvo amarguras nunca las dijo. Era así, reservado. Cuando los años mozos le fueron pidiendo riendas a sus sueños pensó en venirse al valle, al Néuquen, con el acento en la primera e como se decía antes. Aquí estaban sus tíos desde finales del siglo pasado. El año1937 le acercó por fortuna la amistad del doctor Castro Rendón y de doña Emilia, su esposa. Tiempos duros en Neuquén, donde todo estaba por hacerse, lo prohijaron y le dieron sapiencia y conocimiento. En el hospital Castro Rendón comienza la historia de Oscar: trabajador de la salud pública que no abandonaría hasta su muerte. La Asistencia Pública funcionaba en una vieja casona, ya desaparecida, frente a las vías del ferrocarril, en la calle Láinez y 12 de septiembre.

Allí vivía y trabajaba al mismo tiempo, con Rendón de maestro y de guía. Si había que salir de urgencia en la ambulancia, una Ford A modelo 30, Oscar lo hacía. Si había que saturar de urgencia, también. ¿Un suero? Allí estaba. Los partos debían asistirse y allí estaba. Había encontrado su destino. Allá por 1940, de guardia en el consultorio externo de la vieja asistencia pública, recibió la visita de doña Dominga y su joven hija que venían de las chacras de Fernández Oro para atenderse. Los demás es historia. En 1944, Oscar y la joven hija de Dominga, Yoli, se casaron y tuvieron dos hijos: Osvaldo y Mirtha. En abril de 1940, con el doctor Castro Rendón, Oscar y otro personal, trasladaron a los enfermos a las instalaciones del hospital- calles Bs. As. y Alderete- a pesar de que no podía inaugurarse porque faltaba la orden desde Buenos Aires.

Oscar siempre seguía con su trabajo, donde hacía de todo. Era su vida. En el medio de todas estas actividades hacía las visitas domiciliarias a quienes por algún impedimento no podían concurrir al consultorio.

Así transcurría la vida de este auxiliar de la medicina enamorado de su trabajo: instrumentaba, hacía anestesias, radiografías, partos, sueros, campaña de vacunación, a pie o a caballo, tiempos de penicilina con repetidas frecuencias horarias y a domicilio, de día, de noche. La famosa poliomielitis que atacó a Neuquén entre el 57 y 58, y que sembró angustia en la joven población neuquina, lo tuvo firme las 24 horas. Con él todo transcurría muy rápido.

Así caminaba, silbando, y así conducía. Le gustaban los fierros y los Foringa, como llamaba a los Ford”. Hermoso recuerdo sobre su padre, en la foto vemos a don Oscar manejando la ambulancia y a Osvaldo con un premio en sus manos. Cierro estos recuerdos con lo que contó Osvaldo sobre el himno: “El tema nació en los comienzos de la década del 80 como Trabun Mapu (pacto o tratado de la tierra) con letra de mi autoría y música de Marcelo Berbel en homenaje al doctor Gregorio Álvarez, que cumplía 90 años y cuya celebración se realizó en el entonces Teatro Lope de Vega, en los altos del cine Español de Neuquén.

En esa oportunidad, y como una sorpresa, los Hermanos Berbel lo entonaron para el homenajeado. Esta cordillerana de raíz criolla y costumbrista permaneció como tal en ruedas fogoneras de amigos y amantes de nuestra música, hasta que la legislatura neuquina declara a la canción como himno provincial.”

Una vez más nuestro homenaje a un grande de la historia regional que, junto con muchos más, conforman la cofradía cultural neuquina.


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