Alfredo Ferrera, uno de los gestores del secundario “Manuel Belgrano”

Nuestro protagonista nació en Bernasconi, provincia de Buenos Aires, en 1908: era hijo de Juan Ferrera, genovés, y de Sebastiana Laureiro, de familia uruguaya. Tuvieron nueve hijos: uno de ellos era Alfredo, al que todos conocían como Tito, que siendo muy joven se trasladó a Algarrobo, lugar en el que consiguió trabajo en una tienda.

En ese poblado de la provincia bonaerense conoció a María Álvarez, hija de una familia de españoles encargada de la administración de un campo. A fines de 1937 Alfredo vino al Alto Valle en la búsqueda de nuevos horizontes. Se estableció en Cipolletti y comenzó a trabajar en la Tienda Buenos Aires de Neuquén capital: más adelante, y con el fin de evitar el traslado diario a la vecina ciudad neuquina, comenzó a trabajar en la Tienda Zaga, tradicional comercio ubicado en la esquina de las calles San Martín y España de Cipolletti, lugar en el que trabajó durante seis años. Cuando juntó ahorros, viajó a Algarrobo y el 8 de abril de 1939 se casó con su novia, y ambos viajaron a la ciudad cipoleña para vivir allí hasta el final de sus días.

Doña María era modista: muchos trajes de novias de aquellas épocas fueron confeccionados por ella. Disfrutaba de su trabajo, tuvo un grupo de clientas muy importante que se hacían confeccionar ropas elegidas y a medida. Un 27 de julio de 1940 nació su hija Susana y en 1944 su hijo Hugo. Unos años después don Alfredo se independizó e inauguró su tienda Casa Alfredo, ubicada en la calle Villegas. Luego, la familia se mudó a la calle Roca 378 para ampliar su tienda e incrementar la clientela: vendían ropa de hombre, de mujer y niños.

La familia residía en la parte posterior del negocio. “Nuestra casa y su amplia terraza fueron siempre el centro de reuniones de amigos, de fiestas, de cumpleaños, de tertulias juveniles, de las fiestas de fin de año”, recuerda Susana. Hugo se graduó en abogacía y Susana se recibió de maestra normal nacional en el colegio San Martín de Neuquén. Fue egresada de la promoción 1958 con recordadas neuquinas. Ambos desarrollaron su profesión en la ciudad cipoleña. Susana dio clases durante 28 años en la escuela N° 53, fue vicedirectora y se jubiló en 1984. También ejerció en la escuela N° 102 de Fernández Oro y en la escuela N° 192. Hugo instaló su estudio jurídico en el primer piso de la casa familiar. En 1962 Susana se casó con Carlos Villalba y tuvieron a Marcelo y Gonzalo. “Nos hicieron abuelos de Macarena y Matías Villalba y Lucas y Tomás Villalba”, dijo Susana.

Hugo se casó con María Nora Elena, escribana, y tuvieron cuatro hijos: Javier, José, Nicolás y Carolina, que los hicieron abuelos de Martino y Santino Ferrera, y Valentino y Benjamín Crabbé. Don Alfredo Ferrera fue una persona inquieta y muy interesada por la comunidad de Cipolletti: su hija recuerda verlo trabajar y colaborar con la Cámara de Industria y Comercio, la Asociación de Bomberos Voluntarios, el Club Hípico Martín Fierro y la Comisión de Festejos del Cincuentenario de Cipolletti, entre otros. Participó activamente en los famosos corsos de Carnaval de la calle Roca, en Peñas Folklóricas, en cooperadoras escolares. Alfredo sostenía que no podía faltarle a la ciudad un colegio secundario.

Es por eso que en 1957 comenzó a pergeñar la idea de fundar uno. Sostuvo que con ganas y trabajo se podía concretar y lo conversó con varios amigos. El sacerdote salesiano Enrique Kossman, profesor del colegio Domingo Savio de General Roca -lugar en el que su hijo Hugo cursaba el primer año del secundario como pupilo- lo animó en su pensamiento. Don Alfredo era amigo del abogado Gregorio Lerner: juntos comenzaron a visitar vecinos que tenían la misma idea, la de crear un colegio secundario. Un grupo de vecinos cipoleños se reunió en el estudio jurídico de Lerner y nació la Comisión Provisoria Pro Colegio Secundario de Cipolletti. Don Alfredo fue elegido como presidente. En marzo de 1958 comenzó el dictado de clases en el flamante Colegio Secundario Manuel Belgrano.

En junio de 2023 la escuela cumplió sesenta y cinco años de vida educativa.

Hoy lo honramos a don Tito y a todos aquellos que lucharon e hicieron realidad el sueño del colegio secundario.


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