La coherencia de un municipio y la arrogancia del otro: Allen y General Roca

En Río Negro hoy se ve, con absoluta claridad, la diferencia entre dos modelos de gestión: uno golpeado, pero sincero, y otro soberbio, encerrado en su propio relato y decidido a seguir gastando como si la realidad no existiera. De un lado está Allen, que —obligado por su propio desorden financiero— decidió suspender la Fiesta Nacional de la Pera 2026. Una decisión dura, impopular, pero cargada de una verdad que no se puede tapar: la plata no alcanza. Del otro lado está General Roca, que aprueba un presupuesto inflado, duplica sus ingresos proyectados, apuesta al endeudamiento y aun así lanza una Fiesta de la Manzana con artistas que cobran miles de dólares por 45 minutos de show. Todo, por supuesto, bajo el discurso del “impulso turístico”, el comodín favorito del populismo municipal.


La diferencia es brutal. Y la hipocresía política está servida. La suspensión de la Fiesta de la Pera no es una decisión virtuosa ni heroica. Es el resultado de gastos desbordados en la edición anterior, aumentos salariales que no tenían respaldo, publicidad y asesorías con valores desorbitados, proveedores impagos, entre ellos el servicio de sonido, con deudas en millones. Un presupuesto 2026 deficitario desde el minuto cero. Allen no está bien. Allen explotó. Pero —y acá está la diferencia— por lo menos reconoce su crisis. Suspender la fiesta es un acto que muestra que, aunque sea por obligación, la gestión local eligió no seguir con la ficción. Asumen que no pueden gastar lo que no tienen. Y eso, aunque llegue tarde, es un mínimo gesto de responsabilidad.


General Roca, en cambio, hace exactamente lo contrario. Aprueba un presupuesto que duplica su capacidad real de recaudación, se apoya en deuda futura para justificar un nivel de gastos inentendibles, destina cifras millonarias a propaganda, marketing y eventos, sigue sin transparentar el costo real de las fiestas, y se prepara para traer artistas nacionales de altísimo cachet, como si estuviéramos en la mejor época económica del país.


Claro, también se olvidaron del último granizo que destrozó gran parte de la producción y trabajo de nuestros productores. La intendente María Emilia Soria gobierna como si la billetera municipal no tuviera fondo, como si los vecinos fueran espectadores pasivos y como si los impuestos fueran una caja mágica de la que se puede sacar eternamente. No hay una sola señal de prudencia, no hay autocrítica, no hay transparencia, solo hay relato. Mientras Allen retrocede porque no le queda otra, Roca avanza pisando el acelerador del gasto, convencida de que el brillo de un escenario la salva del examen público.
En Roca se ve con claridad una tendencia cada vez más marcada: el populismo de eventos, una forma de gobernar basada en dos pilares: Espectáculo permanente, porque una municipalidad que entretiene genera “sensación de gestión” y ocultamiento de los costos, porque mostrar la factura le arruinaría la narrativa. La ecuación es simple: Luces + artistas caros + marketing municipal = votos. Al menos esa es la apuesta.


Pero la realidad es más áspera: ese show lo pagamos todos, y lo seguimos pagando meses después, cuando llega el endeudamiento, cuando no se actualizan prestaciones sociales o cuando se invierte menos en lo esencial. El mensaje implícito es insultante: “Dale música, show y fuegos artificiales, y nadie va a mirar el presupuesto”.


Allen, en su crisis extrema, dejó de subestimar a su pueblo y dijo: no hay plata. Roca sigue apostando a que la gente no pregunte. Pero la sociedad ya no es la de antes. Hoy cualquier vecino se mete en internet, revisa números, compara y pregunta. Hoy los actos populistas están más expuestos que nunca. Y cuando la hipocresía se vuelve demasiado evidente, la máscara cae. La fiesta de la Manzana tendrá: artistas internacionales, shows masivos, grilla millonaria, escenario renovado y campaña de propaganda gigantesca. Mientras tanto: barrios enteros esperan obras postergadas como los saneamientos cloacales, las extensiones de red en agua potable, pavimentación seria sin costos abusivos, gestión integral de residuos y erradicación de basurales clandestinos, y la ciudad se endeuda sin freno. ¿De verdad esta es la prioridad de una gestión? ¿De verdad el “progreso” es contratar estrellas para tapar la fragilidad fiscal? La distancia entre la realidad y el relato es abismal.


Allen hizo lo que tenía que hacer porque ya no tenía margen. Roca hace lo que quiere porque cree que no tiene consecuencias. Y ahí está el problema: cuando la política no teme a la reacción social, gasta sin límite.

Cuando la gente empieza a exigir —como pasa ahora— la política se incomoda. Y cuando la hipocresía queda expuesta, el show ya no tapa nada. Por eso esta carta no es contra una fiesta. Es contra la forma de gobernar. Contra la soberbia disfrazada de cultura. Contra la fiesta pagada con plata que no se explica. Contra el marketing que reemplaza a la gestión. Y sobre todo, es un llamado a la ciudadanía: ¿Hasta cuándo vamos a permitir que se subestime nuestra inteligencia mientras se juega con nuestros recursos? ¿Hasta cuándo vamos a aceptar que el disfraz del espectáculo sirva para tapar la crisis real? ¿Hasta cuándo las fiestas serán prioridad mientras la gente es apenas público? La respuesta no la tiene ningún municipio. La tiene la sociedad. Y tarde o temprano, llega.

Javier Genoud

DNI 17506130


En Río Negro hoy se ve, con absoluta claridad, la diferencia entre dos modelos de gestión: uno golpeado, pero sincero, y otro soberbio, encerrado en su propio relato y decidido a seguir gastando como si la realidad no existiera. De un lado está Allen, que —obligado por su propio desorden financiero— decidió suspender la Fiesta Nacional de la Pera 2026. Una decisión dura, impopular, pero cargada de una verdad que no se puede tapar: la plata no alcanza. Del otro lado está General Roca, que aprueba un presupuesto inflado, duplica sus ingresos proyectados, apuesta al endeudamiento y aun así lanza una Fiesta de la Manzana con artistas que cobran miles de dólares por 45 minutos de show. Todo, por supuesto, bajo el discurso del “impulso turístico”, el comodín favorito del populismo municipal.

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