Viene y sigue
La visita, inesperada, cubrió con su presencia absoluta todo el espacio disponible.
Habló siempre. Nunca se quedó quieta. Había pocas pausas y el estilo de vida casi tranquilo de Luciano Stoker se convirtió en vértigo. Él no se subió mucho a ese tren de aceleración contínua pero la visita, Nubia Rossi, no paró nunca.
Cambió de lugar almohadones estables, figuritas multicolores de una especie de estrafalario modular, cuadros de pintores famosos. Quedó todo patas para arriba o distinto, como se lo quiera calificar
Fue así durante 10 días. A los 15 Luciano estalló. Le pidió a Nubia, bella y asteroide en danza, que compre unas facturas ahí a la vuelta. Y ella, radiante y espléndida, con sonrisa de Marilyn Monroe, fue feliz.
En 15 minutos El muchacho puso todo en el orden que estaba antes del arribo de la visita.
Abrió la maleta de la rubia, la llenó de apuro, la cerró y la puso en la puerta.
La sacó al patio y encima dejó una misiva manuscrita y letal: nena, te amo pero me cansé. Chau. Hasta dentro de no poco. Y un corazón garabateado con algo de hastío.
La vio llegar. La vio llorar dos o tres lágrimas y la vio partir. Sin descargas ni reproches.
Y entonces Luciano se despertó agitado. Casi con palpitaciones de asombro. Prendió el velador coqueto y antiguo. Y pensó qué lindo hubiera sido que ese regreso no fuera sueño de ensueño.
Y encaró la vida diaria sin esperanza ni miedo.
Julio “Beby” Salto
Cipolletti
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